XXVII

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POV Marlena

Estaba flotando en una nube. Acababa de actuar en público por primera vez, lo había logrado aún después de aquel pequeño episodio de pánico escénico. Que Damiano cantase conmigo, que Victoria estuviese más pendiente de mí que de lo que tocaba y que Thomas me acompañase en cada solo de guitarra fueron cosas que me ayudaron mucho. Que incluso Ethan se uniese al abrazo grupal antes de empezar, que poco a poco entre todos me ayudasen a soltarme en el escenario...

Sentía que nada podría pararme a partir de entonces. Estaba tan eufórica tras la actuación que, justo antes de salir del escenario, le di un fuerte beso a Victoria delante de todo el mundo. Sandro, Gabriella, mi padre, Chiara, Damiano, Thomas, Ethan y los invitados, todos aplaudiendo y vitoreando por ese beso, ese beso lleno de felicidad y sinceridad con el cual sentía que estaba gritando a los cuatro vientos que estaba enamorada de Victoria de Angelis y que no me arrepentía de ello.

Sin embargo, ese grito fue respondido con otro, otro que me trajo horribles recuerdos a la cabeza y me obligó a separarme de Victoria.

- ¡MARLENA! -gritó esa voz irritante a la que no había oído en un mes y medio.

Miré hacia el sitio de donde venía esa voz. Paola Bernacci, vestida de diario, con sus cabellos de color azabache ondeando mientras caminaba decidida y enfadada hacia mí, había aparecido en la boda sin estar invitada.

- ¿Mamá? -pregunté confundida.

- ¿Mamá? -repitió Måneskin al completo, los cuatro sorprendidos.

Sandro y Gabriella estaban tan desconcertados como yo, sin saber muy bien qué debían hacer.

- ¡¿Cómo te atreves a besar a esa enferma?! -exclamó.

- ¿Cómo que enferma? -se indignó Victoria.

- ¡Baja de ahí ahora mismo! -me ordenó mi madre cuando llegó al pie del escenario.

Estaba desquiciada, nunca había visto tanta locura en la expresión de sus ojos, ni tanta rabia acumulada en una sola persona.

- ¡No! -respondí yo.

- ¡Si no bajas, subo a por ti! -exclamó ella, intentando cogerme los pies desde debajo del escenario.

- ¡Por encima de mi cadáver! -intervino Damiano, apartándome del borde del escenario.

- ¡Paola! -se metió mi padre-. Deja a la niña tranquila, ¡ya bastante daño le has hecho!

- ¡¿Y a ti quién te ha dado vela en este entierro?! -espetó mi madre, dándose la vuelta para encararle-. Siempre metiéndote donde no te llaman, ¡hasta te has atrevido a denunciarme!

Me resultaba muy extraño oír a mi madre hablar en castellano, teniendo en cuenta que llevaba seis años sin hablarlo, y solo lo hacía con mi padre cuando vivía en España.

- ¡Lo de la denuncia fue idea mía! -saltó Sandro-. ¿Acaso no viste cómo le dejaste la cara a tu hija? ¡Pareció que le habías pegado una paliza!

- No es mi culpa que ella sea una debilucha y una marimacho. ¡Y encima, bollera!

Victoria hizo el amago de bajar a enfrentarse a mi madre, pero yo la detuve. Ella me miró con el ceño fruncido. Fue entonces cuando me di cuenta de que Victoria no merecía tener que vivir mis dramas familiares, amargarse por culpa de mi madre como le había pasado a Gabriella durante cinco años de relación con mi hermano. Ella merecía a alguien feliz. Merecía a alguien que no tuviese tantos problemas como yo. No podía seguir alargando aquello, sabiendo que no podríamos estar juntas por culpa de esa mujer que se hacía llamar madre. Debía irme de Italia, alejarme de Paola Bernacci, dejar de involucrar a mis amigos y a mi pareja en problemas que eran míos.

Girls Bite Back (Victoria de Angelis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora