XXXIV

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- ¿Qué piensas hacer con los animales? -pregunté, mientras Chiara metía las maletas en el maletero del coche, cuando me enteré de que íbamos a pasar la primera semana de vacaciones de la pelirroja en el home studio de Måneskin.

- A Chilli nos la llevamos, obviamente -respondió mi amiga, metiendo dos transportines en la parte de atrás del coche (en uno estaba Chilli y en el otro estaban Legolas y Bidet) -. Y los gatos se los va a quedar mi cuñado.

- ¿Me estás diciendo que antes de ir a Lombardía tenemos que parar en casa de Jacopo?

- Sí.

- Genial, como si no estuviese ya lo suficientemente nerviosa por la dichosa sorpresa...

- Solo será un momento, además no tienes por qué saludarle si no quieres. De hecho, mejor así, porque si no, podría fastidiar la sorpresa contándoselo a Damiano.

Resoplé y me metí en el coche, en el asiento del copiloto. Como no había dormido en toda la noche, en seguida me quedé dormida. Estuve frita las cinco horas del viaje, sin enterarme de nada, hasta que oí al coche volver a hablar, pero esta vez no estaba anunciando una llamada entrante, ni tenía esa voz femenina e inexpresiva. Era la voz de Damiano preguntándole a mi amiga si le quedaba mucho para llegar. Al parecer ya llevaban un rato hablando, solo que no me había dado cuenta hasta que no me desperté.

- No, estoy casi en la puerta -decía Chiara mientras yo abría los ojos y miraba alrededor, tratando de procesar qué estaba pasando.

- ¿Pero por qué nos has pedido que salgamos todos al jardín? -preguntaba él con curiosidad-. A Vic no hay forma de despertarla ahora mismo.

- Pues no pienso entrar hasta que no estéis todos en el jardín -replicó la pelirroja.

- ¿Por qué?

- No te lo puedo decir, tenéis que verlo vosotros mismos, y todos a la vez. ¡Así que haz el favor de despertar a Victoria!

- No puedo, ya sabes que cuando está cansada no hay quien la levante.

Chiara me miró y rodó los ojos, mientras aparcaba cerca de la entrada de aquella enorme casa.

- Espera, a ver si Chilli ayuda en algo -dijo, quitándose el cinturón y haciéndome una seña para que me quedase en silencio.

Chiara cogió el transportín de Chilli y lo abrió, corriendo esta hacia el interior de la casa y atravesando la cancela -dado que era tan pequeña que cabía entre los barrotes-, y perdiéndose detrás del jardín.

La pelirroja entonces cogió su teléfono y lo desconectó del coche, hablando esta vez a través de este.

- ¿Ha ido a su cuarto? -preguntó.

- Sí, ha ido a su cuarto -respondió Thomas, al que se le oía desde lejos.

- Oye, Chiara, ¿de qué va esto? -inquirió Ethan.

Yo salí del coche y saqué la guitarra acústica que había cogido mi amiga de su cuarto. La mía estaba en el maletero, pero no tenía amplificador. Ambas esperamos pacientemente a que los chicos dijeran algo a través del teléfono, durante lo que a mí me parecieron horas. Notaba cómo mi cuerpo empezaba a temblar de los nervios. Joder, ¿y si no lo hacía bien? ¿Y si se me olvidaba la letra? ¿O me equivocaba con los acordes? ¿Y si me salía un puto gallo al intentar cantar una canción que estaba dedicada a mí? Dios, los nervios me mataban.

- Marlena -susurró Chiara, acercándose a mí y poniendo su mano en mi hombro-. Tranquilízate, los vas a dejar alucinados.

Me sonrió con amabilidad y yo no pude evitar devolverle la sonrisa, hasta que noté que se me cortaba la respiración cuando, a través del altavoz de su teléfono, oí la característica voz ronca de Victoria. Mi Victoria. Mi chica. Casi me derrumbé tras oírla después de tanto tiempo.

Girls Bite Back (Victoria de Angelis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora