XLIV

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--------------------POV Marlena--------------------

Me encontraba en una pradera, totalmente sola. El cielo estaba nublado, cada vez había más oscuridad. Empezaron a oírse truenos. Miré hacia arriba. Los rayos eran lo único que iluminaba el cielo espontáneamente.

Vi a una figura femenina, muy a lo lejos. Una mujer con el pelo negro y un vestido largo de color blanco, caminaba por la pradera, observando a su alrededor, como si estuviese buscando algo. Entonces, sus ojos, azules y extremadamente expresivos se posaron en mí, y la mujer respiró aliviada.

Mamá...

Empezó a llover. Suspiré, viendo cómo una versión más tranquila, más serena y más alegre de Paola Bernacci se acercaba lentamente a mí. Decidí caminar hacia ella, encontrarme con la mujer que me había dado la vida, y me la había destrozado en tantas ocasiones.

Nunca me había parado a pensar en lo mucho que nos parecíamos físicamente mi madre y yo. Hasta entonces. Sabía que mi madre siempre había sido una mujer muy hermosa, a pesar de su complicada personalidad y el trastorno que era parte de ella.

Nos detuvimos una frente a la otra, mientras la fría lluvia nos golpeaba. Los ojos de mi madre denotaban tristeza, melancolía, pero ella me dedicaba una sonrisa amable.

Tendió su mano hacia mí, y yo, dubitativa, la cogí. Paola entrelazó sus dedos con los míos. La miré confusa, mientras su mirada se cristalizaba. Me observaba en silencio, aún con aquella sonrisa melancólica que no le había visto nunca.

- Mi niña pequeña... -musitó entonces.

A pesar de tenerla delante, su voz se oía lejana, distante, como si de un fantasma se tratase.

La lluvia seguía cayendo, el cielo tronaba y cada vez había más oscuridad. Pero su mano no soltaba la mía, ni su mirada se apartaba de mi rostro.

Mamá...

- Ojalá hubiese sido la madre que te merecías -dijo-. Ojalá no te hubiese dado motivos para odiarme. Ojalá hubiese sido una persona cuerda, sin raros trastornos que me hicieran ser violenta y agresiva.

Algo me decía que aquello no era un simple sueño. Algo en mi interior sabía que, alguna parte de aquel sueño era real. También sabía que aquello era una despedida. ¿Por qué una despedida?

- Nunca es demasiado tarde -dije desesperada.

- Sí lo es, cielo. Tanto para recuperarte a ti como para recuperar a Sandro. Es hora de que sigas con tu vida. Yo no estorbaré más...

- Mamá, no...

- Debo irme, Marlena -suspiró, soltando mi mano y apartando la mirada-. Es demasiado tarde para mí...

- Mamá...

Mi madre me dio la espalda y, dando un suspiro, se fue alejando, no sin antes pronunciar un seco "adiós, mi niña". Noté cómo las lágrimas caían por mi ya empapado rostro, calentándome las mejillas, mientras intentaba alcanzarla. Pero ella ya estaba demasiado lejos. Corrí tras ella, llamándola desesperadamente, adentrándome en un oscuro bosque, siguiéndola, sin lograr alcanzarla.

Salimos del bosque y ya no llovía. El cielo estaba despejado. Corría una suave brisa. Justo en frente de mí, había una pequeña costa. Estaba en la playa de Capocotta, y mi madre estaba caminando directa a la orilla.

- ¡Mamá! -grité, pero no obtuve respuesta.

En la orilla la esperaba una chica joven, de unos veinte años, que tenía una melena roja que reconocí en seguida.

Girls Bite Back (Victoria de Angelis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora