XXX

2K 124 106
                                    

Tuve que empezar a vivir como adulta demasiado pronto. Era increíble cómo, a partir del verano de 2018, todo se desmoronó. Mi padre tuvo que traspasar el taller, y al no tener estudios no encontró trabajo, por lo que yo tuve que tomar las riendas y dejar la música aparte para subsistir y que pudiésemos dejar de tirar de sus ahorros.

De mi madre no sabía nada desde hacía tres años. Lo último que había sabido de ella era que, al salir de prisión, la habían internado en un centro psiquiátrico tras el juicio por maltrato infantil, por el cual yo no había recibido ni un euro, ya que me denegaron la indemnización por daño moral. Era mejor así, agradecía el hecho de no tener noticias de Paola Bernacci. Por mí, como si le daba una sobredosis por los medicamentos que le daban para sus trastornos mentales.

Por suerte, el hecho de tener que estudiar peluquería para en 2019 tener al menos un sueldo de mileurista no me impidió seguir tocando y cantando en un bar cerca de mi casa. Allí, había conocido a tres personas, dos chicos y una chica, con los que me gustaba tocar los domingos. El dueño del bar era el padre de uno de ellos, así que nos daba permiso, además de que a los clientes les encantaba que actuásemos porque lo hacíamos bien.

Había superado mis miedos y vergüenzas, ya no me sentía incómoda en los escenarios ni bailando en público. De hecho, alguna que otra vez había hecho bailes bastante subidos de tono en aquel bar, incluso acompañada de mi guitarra, demostrando que la vergüenza ya no era parte de mí. Era esa Marlena extrovertida, alocada y sexy que hasta entonces se había estado escondiendo tras aquella adolescente con traumas que solo tenía una amiga.

Aquel 22 de mayo de 2021 era sábado. Ya era por la tarde y estaba cerrando la peluquería mientras hablaba por teléfono con Chiara, que por alguna extraña razón quería charlar conmigo. Puse el manos libres mientras barría el suelo, que estaba lleno de pelos por la última clienta a la que había atendido, que me había pedido que la rapase.

- ¿Qué es lo que pasa, Chiara? Normalmente no sueles llamarme los sábados -pregunté mientras barría.

- Solo te iba a preguntar una cosa... -dijo la pelirroja a través del teléfono.

- ¿El qué?

- ¿Tú vas a ver la final de Eurovisión esta noche?

Resoplé. Mi amiga siempre había sido muy eurofan, por eso no me sorprendía que me hiciera esa pregunta, a pesar de que sabía que a mí no me iba aquello, sobre todo después de notar que siempre ganaban las mismas canciones de pop en inglés. Ya cansaba que siempre ganasen los mismos.

- Qué remedio, Sandro viene a cenar con Gabriella y Alberto. Y sabes que ellos se lo toman como una tradición familiar -expliqué.

- ¿Entonces lo verás?

- Contra mi voluntad, pero sí -respondí, yendo con el recogedor a la papelera y tirando los pelos dentro.

- En ese caso, creo que tendría que contarte algo antes de que lo veas...

- ¿Contarme qué?

En ese momento entró Alicia, mi jefa, por la puerta. Era una mujer de unos cincuenta años, muy delgada, con el pelo largo, liso y canoso. Lo que más destacaba de su aspecto era el enorme lunar que tenía encima de una de las comisuras de sus finos y anchos labios. Alicia era buena persona, pero bastante tacaña. Ya había tenido bastantes problemas con ella por el sueldo, y por la cara que traía, sabía que no traía buenas noticias.

- Eh, Chiara, ¿puedes contármelo mañana? Acaba de entrar mi jefa -dije.

- Pero tengo que... -dijo Chiara, pero colgué antes de que pudiese terminar la frase y me guardé el teléfono en el bolsillo.

Girls Bite Back (Victoria de Angelis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora