5. Opuestos se atraen

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Leo sintió como la sangre se le iba hasta los pies al escuchar aquellas palabras ¿Cómo es que se habían dado cuenta que allí tenían a la chica? Tragó grueso y se hizo el loco, cuestionando a que se refería.

—No intentes hacernos tontos, sabemos perfectamente que aquí está el experimento, y si no nos dejas entrar terminarás en la cárcel hasta diez años por hurtarle al gobierno.

La amenaza sonaba muy en serio.

—Muévete.

Leo dudó muchísimo, el costo a pagar por mantener en secreto a Natalie era mucho; su libertad, el terminar encerrado en unas cuatro paredes, su mayor debilidad, pues él le tenía miedo a los lugares encerrados y oscuros... Sin contar que su ano también corría peligro en una prisión.

—No pueden entrar sin un permiso judicial.

Dijo lo primero que le paso por la mente; lo mismo que había visto en diferentes películas de crímenes.

Los hombres se miraron entre si y finalmente el joven que tenia el sombrero se lo quito, delatando dos peludas orejas propias de un can; pues eran diferentes a las de Natalie que si poseían un porte felino.

Leo tragó grueso al mirarlo y prosiguió a mirar al otro hombre de bata blanca, casi esperando que este mostrara una lengua bífida de un reptil o algo parecido, pero nada, el otro muchacho suspiró pesadamente.

—¿Ahora si nos dejas entrar?

Leo dudó pero al notar que el estilo mas salvaje de ellos habia cambiado por uno tranquilo y comprensivo, finalmente dejó que ingresaran, no seria buena idea que vieran afuera de su casa a un chico con... disfraz de perro; pues obviamente nadie creería que eran de verdad.

—¿Qué quieres de Natalie? —Preguntó finalmente, no les diría donde estaba ni mucho menos hasta que ellos dejaran muy en claro sus intenciones.

—No me vengas con esa actitud altanera que...

—Cinco Ocho Dos, sentado... —Y tal fiel mascota a su amo, el muchacho de cabellos negros guardo silencio y de inmediato se sentó en el suelo de piernas cruzadas, mirando con cierto rencor a Leo, simplemente conteniendo sus ganas de morderlo.

—¿Cinco Ocho Dos? Menudo nombrecito le vinieron a poner ¿Qué todas sus mascotas tienen nombre? Si mal no recuerdo, Natalie era...

—Dos Cero Cuatro, y así se mantiene, el Natalie lo perdió desde que firmo el contrato con el laboratorio, ahora, déjame presentarme. —Suspiró pesadamente y se acomodó la bata, posteriormente extendiendo una mano hacia Leo.

—Mi nombre es Jorge Gardiel, líder del experimento Dos Cero Cuatro, Cinco Ocho Dos pudo olfatear al experimento hasta acá y las probabilidades de que este equivocado son de una en tres millones... tomando en cuenta que tú con tu altanería ha delatado que en efecto, aquí esta el experimento.

Leo se sintió algo mareado ante la explicación ¿Por qué tantos números? ¿En que les hacia daño que Natalie se llamara Natalie? Estrechó la mano del científico y la soltó casi de inmediato, mostrando aun cierta molestia en su mirada e intentando ignorar al muchacho que no le despegaba la vista de enfrente.

—Natalie está bien, ¿Para que quieren llevársela? ¿Para continuar  con sus experimentos?

Jorge suspiró pesadamente al escucharle, al parecer no podía entender a lo que iba y no lo culpaba, seguramente Natalie ya le había contado los rudos experimentos que le hacia, aparte de exponerla como cualquier objeto al publico.

—No, no quiero llevármela, de hecho obligué a Cinco Ocho Dos a mantener en secreto la ubicación de Dos Cero Cuatro, quizá ella no te lo ha contado pero yo fui el científico que le ayudó a escaparse del laboratorio.

Experimento 204Donde viven las historias. Descúbrelo ahora