16. Peligro

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—“Maldición… me duele tanto la cabeza… ¿Dónde estoy…?”

Poco a poco Leo fue abriendo los ojos, realmente no ubicaba bien donde estaba, veía unas paredes de metal a su alrededor y en el techo, justo en el centro, una luz que iluminaba aquella habitación.

Emitió un tenue quejido reincorporándose un poco, ni siquiera pudo sentarse, la cadena en su cuello le asfixió al punto de tener que volver a acostarse.

“Maldita sea ¿Qué es esto...? ¿Cadenas? ¡¿Por qué tengo cadenas?!”

Miró desconcertado las cadenas de sus muñecas y tobillos, apenas tomó también la cadena alrededor de su cuello que en cada movimiento le asfixiaba. Se quejó pero por alguna extraña razón no podía hablar ni moverse de manera precisa, se sentía realmente torpe… como si estuviera despertando de ser sedado o lo hubieran drogado.

—Que bueno que despiertas… Experimento mil dos…

—“¡¿Qué demonios?!” —volvió a intentar sentarse pero solamente provoco un sofoque aún mayor por culpa de la cadena, volvió a recostarse comenzando a toser un poco, se sentía tan… mal, además sentía un sabor extraño en la boca y su lengua completamente adormecida que le impedía hablar.

—Tardarás un poco en poder acostumbrarte al gen, los primeros días siempre son los más difíciles, claro, si es que sobrevives.

Sin mover la cabeza, solamente con los ojos buscaba la fuente de aquel sonido, pero no encontraba al hombre que hablaba… finalmente sus ojos se posaron en una bocina en el techo y a lado de esta una cámara que apuntaba a él, seguramente de allí provenía el la voz.

—¿Qué… me… hicieron…?

Dijo con mucha dificultad sintiendo como si algo le estuviera apretando el pecho, jamás se había sentido tan mal en su vida.

—Tranquilízate mil dos, lo mejor es que esperes a que tu cuerpo se adapte al gen antes de hablar o hacer cualquier cosa, solo gastas energías.

—¿Gen…? ¿Estás bromeando…? ¡Yo no consentí que me hicieran esto!

Al gritar, el dolor aumentó de manera aguda al punto de escuchar un zumbido en su oído, intentó taparse las orejas pero las cadenas le impidieron cualquier movimiento y solo le quedó retorcerse del dolor, estaba en el suelo y ahora que se fijaba bien… ya no estaba con su ropa de siempre, tenía puesta una bata muy parecida a la que Natalie tenía cuando la conoció.

—El gen felino es el más brusco de todos, agudiza los sentidos desde el primer día, te recomiendo que no grites si no quieres provocarte un problema auditivo.

—¿Dónde está mi hermano…? ¿Y Francisco?

Cerró los ojos relajándose por completo y finalmente, el zumbido fue desapareciendo.

—Cinco ocho dos está en su habitación, donde siempre debió estar, y toma sus medicamentos como siempre, y mil tres esta también en una habitación de observación como tú adaptándose a su gen.

—Son unos malditos enfermos… ¡Los animales aquí son ustedes! ¡¿Cómo pueden experimentar con humanos como si fueran cualquier cosa?! ¡¿Cómo pueden hacernos esto?!

Nuevamente el zumbido regresó a sus oídos provocándole un dolor peor de cabeza, tuvo que apretar los dientes para poder soportar y retorcerse en su lugar como si fuera un gusano.

—Les parece que somos inhumano cuando experimentemos con otros humanos cuando solo tratamos de evolucionar a la humanidad… ¿Pero no lo somos cuando experimentamos con verdaderos animales? ¿Allí si somos científicos al utilizar animales para poder hacer maquillaje, productos de limpieza, o incluso el solo saciar nuestra curiosidad sobre las reacciones de ellos? Me parece tan extraña tu lógica y la de muchos otros que no aceptan este proyecto.

Experimento 204Donde viven las historias. Descúbrelo ahora