T R E C E

14 5 0
                                    

Domingo, era increíble cómo pasaba la semana. Hoy tenía que ir al asilo, así que tenía que estar preparándome.

Ir a verlos y poder pasar el rato me hacía sentir bien, me gusta poder verlos sonreír un rato, ya que había algunos que no tenían familia. Me gustaba hacerlos sentir como parte de la mía, la cual lo eran.

Fuimos con mi madre a comprar unas cosas para llevarles, no compramos tanto porque en casa habíamos preparado algo rico para ellos.

También me ahorré el viaje porque mi padre me llevó, y cuando llegué se sorprendieron de verme ahí, ellos siempre se emocionaban con visitas.

– ¡Hola! – saludo mientras levanto las cosas que traje para mostrarles.

– Ophelia querida – La señora Tris me abraza muy alegremente.

Todos vinieron a saludarme, qué amables que eran.

– Les traje unas cositas – señalo la bolsa.

– ¡Que rico!, ¿Las hiciste tú? – pregunta alguien tímidamente.

– Éstas si – señalo la bolsa grande.

– Nos viene perfecto – habló Emilie – Porque justo estábamos por tener una charla –

– ¿No hay problema de que me quede? – no quería molestar.

– Pero no hija, de hecho puedes participar tú también –

– Claro, ¿qué van a hacer? –

– Vamos a sentarnos ahí – señala una ronda de sillas – Tal vez hablemos sobre anécdotas y algunas historias nuestras –

– Encantada de participar – sonrío abiertamente.

– Ven con nosotras – me sugiere Emilie – Y por cierto, el anillo te queda mejor que a mí –

Desde la vez que me lo regaló no me lo saqué, se volvió importante.

– ¡Vengan a sentarse todos! – iba a responderle a Emi pero no pude ya que nos estaban llamando.

Nos sentamos uno al lado del otro, y algunos se habían relajado completamente. Seguro será una charla larga.

– Bueno, ¿quién quiere empezar? – pregunta el señor Edward.

Emilie levanta la mano y asiente.

– Hoy quería contarles un poco más sobre mi historia, sé que algunos la conocen pero nunca les he hablado con profundidad, así que vengo a por ello – seguro nos cuenta algo interesante – Hace unos 18 años atrás, mi hija Anne se casó con Nicolás. En ese entonces, él parecía un buen hombre, fue amable, respetuoso y muy detallista, hasta que ella quedó embarazada – dio una gran bocanada de aire – Ella sabía que Nicolás no quería tener un hijo, y ese tema había sido planteado por mucho tiempo. Obviamente cuando ella se enteró decidió no decirle porque sabía cuál sería su reacción. Pero tarde o temprano se enteró y lo primero que hizo fue pegarle en su vientre – Emilie comienza a lagrimear – Automáticamente Anne se comenzó a sentir mal porque el golpe había sido bastante fuerte. Ella trató de pedir ayuda pero él no la dejaba gritar, y lo único que hizo fue darle otro golpe pero esta vez en su rostro, tras eso se marchó –

– Oh por dios – se escuchaba algunos
murmullos por el salón.

– Y eso no terminó ahí, mi nieto creció sin su padre, pero mi otro hijo Patrick se encargó de ser la figura paterna que le faltaba. Pero tuvo consecuencias, el golpe que Nicolás le había dado a Anne cuando ella estaba embarazada le causó unos problemas al niño – estaba anonadada – A medida que él iba creciendo fue llevado a varios hospitales que llevaron a casa un tratamiento de unos tres años. Él no podía salir a la calle ni agitarse, porque tenía un problema de asma elevado – hace una pausa para tomar un poco de agua – Gracias a los médicos pudieron ayudarlo a controlar ese problema. A eso de los 9 años él pudo salir a la calle por primera vez, no tuvo amigos varones ni tampoco relación con personas que no sean de su familia, ya que había sido prácticamente criado en un entorno cerrado –

– Cuéntanos más – exige Florence. La recepcionista.

– Claro – asiente Emi – Como dije, no tuvo amistades como cualquier niño de su edad tendría que haber tenido. Excepto por una pequeña que un día se atrevió a acercarse a jugar con él – espera un momento… – Me acuerdo que ese día mi nieto vino corriendo a contarnos que había conseguido una amiga y de lo feliz que estaba. Aunque eso no cambió mucho en su actitud – suelta una risa – El tiempo siguió pasando y él fue creciendo, y ahora se ha convertido en un muchacho maduro, diría encantador pero no sería verdad – sonrió.

Se tomó una pausa para buscar algo en su abrigo.

– Esto que tengo aquí – levanta un papel medio gastado – Es un pequeño dibujo que él hizo cuando tenía 11 años. Luego de haber venido y habernos dicho que su amiga le había comprado un batido de durazno y chocolate –

No podía ser cierto. Era el mismo dibujo que habíamos hecho con Theo en el jardín de mi casa hacía ocho años atrás.

El dibujo era dos aviones de papel con nuestras iniciales. Me acuerdo que yo fui la que decidí hacer eso, ya que él no decía más que dos palabras.

Me levanté de mi asiento para poder ver mejor lo que Emilie tenía en su mano.

– No puede ser – niego – ¿Es de Theodore? –

– Como sab...– se auto interrumpe – ¡Oh por dios! –

– Yo era la niña Emi – digo tímidamente.

– Lo sospechaba hija – acto seguido me abraza.

Luego de eso nos volvimos a sentar en nuestros lugares.

– ¿Ophelia? – el señor Alex me hace un ademán para que hable.

– Emm bueno – río – La verdad que mi vida también ha sido un poco dura, no tanto como la suya – señalo a Emelie – Tuve una vida bastante complicada aunque no parezca. Cuando era pequeña también me costaba socializar con los niños de mi edad, se me hacía raro e incómodo. A los siete, casi ocho años mi familia y yo nos mudamos aquí, fue bastante difícil porque mis padres pensaban que el problema era donde vivíamos. Ya que yo no hablaba con mis compañeros de clase ni con ninguno que sea desconocido para mi. Hasta que un día me encontré a Theo jugando con un avión de papel en frente de mi casa – me da nostalgia recordar – recuerdo que íbamos con mi madre y lo vi, no sé por qué pero sentí un impulso para acercarme y preguntarle si podíamos jugar juntos. Él aceptó y desde ese día nos juntábamos casi todas las tardes a jugar juntos. Él no era de muchas palabras – miro a Emi y ella estaba negando con la cabeza y una sonrisa de boca cerrada – Pero me acuerdo que cuando yo hacía chistes el se reia conmigo –

– ¿Y empezaste a tener más relación con las personas? –

– Si, bastante para mi gusto. Ese día fue mi primera charla que yo misma me animé a crear, y a partir de ahí pude ser un poco más sociable. Aunque cuando me enteré que él se iba a mudar a unas cuadras de mi casa la pasé mal – me acuerdo patente ese día – En ese momento fui rodeada de malas noticias, me enteré que mi primer amigo se iba y que mi abuela había fallecido. También me habían dado unos estudios que me había hecho unos días anteriores, y resultó que la membrana de mi corazón estaba inflamada, hasta el día de hoy lo sigue estando pero no afecta en mí día a día –

Todo se quedó en sumo silencio.

– No es que no volví a ver más a Theo. Íbamos a la misma escuela pero a clases separadas y aunque yo trataba de acercarme no nos dejaban, porque a esa edad los directores habían prohibido el contacto con cursos mayores, ya que él iba un año más – que regla patética que era esa – También cuando fui creciendo tuve muchas caídas que como consecuencia me dejaron marcas – porque si, a causa del dolor que tuve me hice daño a mí misma inconscientemente – Pero ahora estoy genial y agradezco poder volver a recuperar amistades –

Contar eso había sido un gran alivio.

– Fue muy lindo de tu parte que hayas podido contarnos – habla un anciano.

Luego de mi discurso pasaron algunos más y cuando me quise dar cuenta ya había oscurecido. Así que saludé a la mayoría y fui a por el autobús.

Una vez que llego a casa lo primero y único que hago es acostarme a dormir.

Como me habían cambiado el turno en el trabajo para mañana, no solo tendría grupo y escuela, sino que también trabajo. Que cansador.

Si existiera otro universo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora