– Y tú que sab....– la beso.
No porque quería callarla, tampoco porque quería meter una excusa para no escucharla, mucho menos ignorar esa “pelea”. Sinó porque quería hacerlo.
Sus labios se veían provocativos y estaban rojos porque estaba haciendo un poco de frío.
Tenía el típico olor que de la otra vez, y era un poco adictivo por más que nos hayamos besado tres veces.
En un golpe se separa y siento la sensación de ella pegada a mí. No duró mucho porque los dos al mismo tiempo nos volvimos a acercar, sabíamos bien que ambos queríamos eso.
Me hacía sentir extraño cuando tocaba mí pelo, me venían recuerdos de cuando mí madre me contaba cuentos y me acariciaba así me dormía.
Ella y Ophelia se parecían en muchos aspectos. Las dos tenían unas chispas de alegría por más de que por dentro la estén pasando mal, siempre sonreían a pesar de todo, también te sacaban charla y te hacían olvidar de todo y solamente concentrarte en la conversación y nada más.
Se que soy una persona no muy alegre, ni que suelo tratar de entender lo que me pasa a la gente o tener en mí siempre empatía, pero puedo asegurar que hay veces que se me juntan todas esas cosas en una.
Yo de chico siempre tuve una armadura contra cualquiera hasta hoy en día. Por miedo a lo que te pueda hacer la gente y hasta incluso tu propia familia, aunque siempre que ella me invitaba a jugar me habría un poco más de lo hacía con mí madre y abuela.
Siempre fuí la piedra entre mí poca familia, siempre decían que no iba a socializar con nadie porque mí actitud era insoportable, pero cuando entendieron por qué lo era, cambiaron esa conducta hacia mí.
Me sentía cómodo con su impulso de decir lo primero que se le venía a la cabeza, también con la típica sonrisa que hasta llegué a pensar que le iba a hacer doler las mejillas de tanto estar así. Siempre voy a estar con un poco de agradecimiento hacia ella por ayudarme a poder hablar con personas.
Pero más por hacerme olvidar de la basura de vida que había tenido de pequeño.
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Si existiera otro universo
RomanceDías de otoño, noches oscuras, cafés, árboles, vistas y estrellas. Palabras que son difíciles de congeniar, pero no imposibles. También suena raro decir que observando se puede llegar a descifrar a alguien. Ophelia y Theodore eran la prueba exacta...