Lunes 6 de Abril

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Querido diario:

Los lunes, me pongo tan impaciente por las mañanas porque existe la posibilidad de que Blair Wagner esté lo suficientemente motivada como para asistir a la escuela.

No sé cómo funciona su cerebro, pero yo estaría lo suficientemente descansada para ir a la escuela. ¡Al menos, eso es lo que pensé hoy!

Por la mañana, Blair Wagner hablaba con un grupo de chicas de primer año. Las chicas le preguntaron por qué había faltado tanto últimamente. A esto, Blair les citó a Safo como toda respuesta:

—El amor me sacudió como el viento que en el monte estremece las encinas.

Ella recitó esta línea con solemnidad, pero, a pesar de ello, un resquicio de su picardía permanecía en su tono. Su voz atrajo a las niñas a su alrededor.

¿Qué habrá querido decir con eso? Supuse que estaba de buen humor.

¡Vaya! ¡Blair Wagner! ¡Es encantadora! podía oír comentar a las niñas a su alrededor.

Una chica le preguntó por Las Penas del Joven Werther, el libro que las chicas de primer año deben leer este mes. Me pregunto si acaso es posible que Blair deba repetir la misma historia cada cierto tiempo, aquello se me hizo agotador. Sin embargo, ella le contestó coquetamente, al tiempo que le sostenía la mirada con ojos intensos.

—Léelo con mucho cariño para que no te olvides de mí.

Entonces se puso de pie, y se marchó.

A pesar de ausentarse por días, sigue siendo excelente alumna, y sigue siendo tan popular y amada como siempre. Cuando regresa, Blair Wagner siempre vuelve a reinar.

Continuando con el asunto del Joven Werther...

Por la tarde, mientras buscaba un libro en la biblioteca, me he detenido por un momento en la sección de literatura alemana.

¿Mi motivo? El título de Werther saltó a mis ojos. Me quedé inmóvil por un momento, miré hacia todos lados, y entonces me acerqué un poco más. No sabía muy bien porqué, pero me puse nerviosa. Rocé el lomo del libro con el dedo índice, donde las letras doradas del título se desteñían.

—Si yo fuera tú, lo llevaría a casa hoy mismo.

Me alejé del libro de un salto.

Alex Delaney estaba justo a mi izquierda, buscando un libro. ¿Cómo había notado que...?

—Al finalizar abril todas las chicas de primero estarán como locas buscando un ejemplar. Esa copia. Querrás ese mismo que acaricias tan melancólicamente, porque es el que ella leyó.

Sentía que la sangre me bombeaba con fuerza hacia las mejillas.

—¿Ella?

Alex simplemente se limitó a mirarme y enarcar una ceja. Yo sabía exactamente a lo que Alex se refería, era inútil fingir ignorancia.

—Blair... —murmuré. Por alguna razón, decir su nombre en voz alta me hizo sentir tímida en ese momento, y agaché la cabeza al sentir un extraño ardor que subía desde mi cuello hasta mis mejillas. De repente tuve la idea de que las paredes tenían oídos... o tal vez los estantes.

—Bueno, muchas otras alumnas lo han leído después de ella, pero seguro creen que algún rastro de sus apreciadas huellas dactilares continúa en sus hojas. Qué estragos causa Wagner entre las féminas de esta academia. ¿No te parece romántico?

Alex dijo todo esto con sorna, apretando el libro que había encontrado contra su pecho.

Aunque yo ya estaba en segundo año, y no habíamos leído a Goethe en mi escuela anterior, no vi ningún problema en tomarlo prestado por algunos días, solo para saciar mi curiosidad.

Me avergoncé tanto por ser descubierta que no quería dañar más mi dignidad, de modo que estuve a punto de no hacerlo. Sin embargo, Alex me miraba expectante, viendo si acaso lo tomaba o no. Al final, Alex estiró el brazo, tomó el libro y lo pidió por mí.

—Vamos, que es mucho mejor que no leer nada en absoluto —me dijo mientras la bibliotecaria registraba el préstamo.

Una vez hecha la transacción, me guiñó un ojo y volvió a su asiento.

—Que te diviertas.

Querido diario, ahora que lo tengo junto a mí, en mi habitación, a solas, me siento feliz.

Pero, tantas otras chicas han leído este ejemplar... yo no soy la única. Aun así, me parece de algún modo divertido que Alex haya descrito tan bien lo que estoy pensando en este momento: que, de algún modo, las huellas dactilares de Blair Wagner aún deben hallarse entre las hojas de este libro, y esto es lo más cerca que puedo estar de ella.

Como yo, diario, debe haber alguien en esta escuela que se sienta como yo. Y me pregunto... ¿qué puedo hacer?

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