Martes 26 de Mayo

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Querido diario:

Hoy, durante el tiempo de estudio en la biblioteca, fui al baño y vi a Blair esperándome en el rellano de unas escaleras.

Parecía relajada y me sonrió ligeramente cuando me preguntó cómo estaba. Había una energía tranquila emanando de ella, como si hubiera exhalado todas sus preocupaciones. Pero, por supuesto, ese no era el caso.

—No te diste cuenta que estaba aquí cuando pasaste la primera vez por este pasillo—me dijo.

—Oh, no. ¡Lo siento, Blair! —tal vez me mostré más efusiva de lo que debía, porque ella me sonrió divertida.

—Está bien.

Me di la vuelta para continuar con mi camino de regreso a la biblioteca, y ella me siguió de cerca, muy de cerca, diario, con las manos en los bolsillos. Al parecer nuestros caminos se unían.

Cuando me di cuenta de que caminaba detrás de mí, casi pegada a mí espalda, giré la cabeza sobre mi hombro y aminoré el paso, sintiéndome un poco nerviosa.

Quise preguntarle qué hacía exactamente a esa hora en la escuela, pero entonces supuse que cualquier lugar era mejor que la soledad de su casa.

—Oh —dijo, de pronto, tomando un mechón de mi cabello—. Tu cabello se ondula un poco en las puntas.

—Oh, sí —le contesté, sintiendo el agradable hormigueo en mi cabeza cuando ella tomó el mechón entre sus dedos tan suavemente como pudo—. Mi cabello se rompe fácilmente, así que lo dejo tal como está.

—Je, je...

Ella entrecerró los ojos de una manera divertida pero traviesa. Me pregunté qué pensaba entonces.

Llegué frente a la puerta de la biblioteca. En ese momento, Blair soltó el mechón de pelo, me dedicó una última y larga mirada, mirándome directamente a los ojos durante dos segundos como gesto de despedida y se metió las manos en los bolsillos, alejándose así por otro pasillo, a paso lento y despreocupado.

Sus profundos ojos marrones todavía sostienen mi mirada, diario. Y mi estómago se estremece.

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