Martes 5 de Mayo

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Querido diario:

Hoy, en la biblioteca, Alex me ha preguntado si acaso me gustó Werther. Le dije que sí, aunque el final me dio mucha pena.

Alex dijo:

—Supongo que te gustaría saber a qué exactamente se debe el sobrenombre de Blair.

Cuando lo dijo, sentí la sangre bombear en mis mejillas. Estaba en lo cierto. Así que, mientras ella ordenaba los libros que había pedido anteriormente en los lugares correspondientes, la seguí, y ella me explicó:

—Cuando estábamos en primer año, ya sabes, es parte del plan de lectura que leamos Werther. Durante cierta clase, la profesora nos pidió que leyésemos en voz alta. Blair leyó unos cuantos párrafos, pero su interpretación había sido tan convincente (en su voz había algo de encanto, seguridad, suavidad y gravedad suficiente como para volverla en cierto modo muy atractiva para el resto de sus compañeras) que la profesora decidió designarla como la lectora oficial de Werther durante las clases siguientes.

Mientras hablaba, traté de imaginarme a una Blair de catorce años leyendo a sus compañeras, de la misma manera que toca el piano para que todos la escuchen. Ese tipo de ternura por dar un poco de belleza al mundo, como un ídolo que promete a todos que los sueños se hacen realidad.

Me he vuelto a casa más temprano de lo normal. Me bajé en el centro de la ciudad, compré una leche tibia con sabor a café, y la bebí muy lento, caminando de regreso a casa.

No sé muy bien por qué, pero he estado pensando más de lo habitual...

También fui a una tienda de música. Allí, puedes oír los álbumes si quieres, antes de comprarlos... simplemente, diario, quería estar ahí. No quería volver a casa aún. Veía a la gente yendo de un lado al otro, pero no podía oír nada, solo la música en mis oídos. Ninguna canción parecía decir lo que yo sentía...

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