Querido diario:
Durante el taller, Isabel nos ha dado una charla muy motivadora, y no he dejado de pensar en ello desde entonces. Dijo que todas las personas debemos tener sueños, independientes de lo que sea. Los sueños de otras personas nos pueden parecer ridículos, pero debemos tenerlos, porque eso es lo que motiva nuestras vidas. Nos pidió que cerrásemos los ojos y nos viéramos en cinco, y diez años más. ¿Dónde estaríamos? ¿Qué estaríamos haciendo? ¿Con quién compartiríamos nuestras vidas? Cuando Isabel nos preguntó, algunas se aventuraron a alzar la mano y compartir sus visiones, pero yo fui muy tímida para eso, de modo que me encogí en el asiento.
Algunas parecían tener bastante claro lo que querían. Querían estar casadas y ser doctoras, o abogadas, o trabajar con niños. Querían tener hijos después de los treinta, una casa bonita y espaciosa en un buen barrio. Moira dijo que quería vivir en Francia. Debo admitir que, aunque sencillas y tal vez predecibles, sentí mucha envidia de su determinación. Yo tengo dieciséis, y aun no estoy muy segura de lo que quiero.
Isabel dijo que a partir de nuestros sueños debíamos proponernos metas, y trabajar muy duro para alcanzarlas.
—Una mujer sin metas no es nada. En sus ojos debe brillar pasión por la vida. Mientras trabaja duro, ella debe confiar que las cosas ocurrirán si deben, y que cuando una puerta se cierra, es porque lo que había al otro lado no estaba destinado para ella.
O algo así es lo que dijo.
No sé si todas las chicas esta tarde lo vimos de ese modo, si es que todas estuvieron de acuerdo, pero a mí me pareció suficiente. Estaba en sintonía con sus palabras. Isabel es una persona de valores muy tradicionales, ella refleja lo que a muchas de nosotras se nos ha inculcado de pequeñas. A veces suena como mi madre, que es una dama.
Incluso si algunas no estaban de acuerdo, debí admitir que la manera en que Isabel lo planteaba lo hacía muy práctico. Dijo cosas como: debes pensar en los sueños que tenías de pequeña. Cuando piensas en tu infancia, es cuando estás más conectada con tu verdadero yo. Yo... ¿qué pensaba de pequeña? Me gustaba mucho jugar en el patio trasero. Me gustaban las muñecas, me gustaba estar con mamá en la cocina. Me irritaba el sonido de la enceradora, por lo que me iba a la pieza de las conservas, que está al fondo de la casa. Gritaba de la emoción cuando mamá decía que aquel día tocaba mi vestido favorito, me sentía como una hermosa princesa por el resto del día. Me gustaba cuando papá llegaba del trabajo, besaba a mamá, y decía: "¿Dónde está la niña más hermosa?" Entonces me elevaba en sus brazos y me hacía girar en la entrada de la casa.
¿Qué puedo hacer con esas visiones de mi infancia, Isabel? ¿Había algo que quería con todas mis ansias? No lo recuerdo bien, pero tal vez me hubiese gustado ser como mamá. Tener un esposo que solo tuviera ojos para ella, cocinar toda clase de comida para él, planchar su ropa, sentir su aroma y su presencia junto a mí, recibir halagos por mis vestidos, siempre pedir mi opinión, y que quisiera colgar mi retrato en su estudio. Suena cursi, pero me hace sentir en paz. Que me diga frases cursis pero sensibles como por ejemplo: "Si fuese un astronauta, me gustaría aterrizar en tu cerebro" (una vez oí a papá decirle algo así a mamá). Supongo que estaba tan enfrascada y satisfecha en mi vida de pequeña que no pensaba en el futuro, incluso hoy, no hay nada mejor que mi hogar, el cariño de mis padres...
Cuando papá dijo que esa escuela no me hacía bien, y que me iría al colegio de señoritas, nunca lo cuestioné... supongo que hablará de mi futuro en el momento necesario...
Papá...
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Ingénue
RomanceNoelia es una estudiante de dieciséis años que ha sido transferida a segundo año en el instituto privado Nuestra Señora de los Dolores. Desde ese momento, cae en un mundo de rivalidad femenina, amor, obsesión y corazones rotos. Después de un inciden...