Lunes 4 de Mayo

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Querido diario:

¡Es Mayo!

¿Sería una tontería decir que creo que Blair Wagner tocó el clarinete para mí? ¿Por qué pienso en tal cosa? Un minuto antes del primer descanso, escuchamos una melodía proveniente del exterior. No sé qué pieza era, pero todas comenzaron a sentir curiosidad. En cuanto sonó el timbre, todas corrimos hacia los parterres y, diario, ahí estaba, Blair Wagner tocando el clarinete bajo el gazebo de mármol. Los pajaritos cantaban al absorber el primer calor de la mañana, y todas las niñas parecían doncellas hipnotizadas en medio de un hechizo de sueño.

—Qué hermoso —comentó Moira en voz baja.

¡Y ha sido un lunes, a primera hora!

Unos minutos más tarde, Blair se detuvo para recuperar el aliento. Moira y yo fuimos a comprar algo de comer, pero, mientras nos alejábamos, creí reconocer la nueva melodía que entonaba. Pertenecía a una canción de los 80 que no había podido dejar de tararear la semana anterior (la había escuchado el martes por la mañana en el autobús a la escuela) y era la canción que tarareaba parcialmente mientras lavaba los platos el viernes por la noche...

Blair ya me miraba cuando me volteé. Ella me guiñó un ojo, y no pude hacer más que reírme. Ella había notado mi presencia y me reconocía. ¡Diario, mi corazón saltaba como una niña!

Pero, diario, eso no fue todo. Me sentí como flotando dentro de una burbuja durante el resto del día. Todo parecía de alguna manera colorido y nítido.

Por la tarde, oí su voz una vez más, mientras ordenaba un poco el interior de mi casillero. Ella ya estaba ahí cuando cerré el casillero.

—Hola.

Blair se hallaba junto a mí. Tenía el hombro apoyado contra el casillero contiguo, y me observaba con una sonrisa tranquila.

—¡Blair!

Diario, debí mirar a mí alrededor. Lo hice de forma casi automática. Había unas cuantas chicas a nuestro alrededor, pero en ese minuto nadie nos observaba. Aun así, estaba muy cohibida, tenía la sensación de que estaba bajo la lupa de todas.

—¿Ya te vas a casa? —me preguntó.

—Oh, no. Voy a la biblioteca.

—¿Haces eso todos los días?

—Casi todos —le expliqué, poniéndome en marcha. Para mi sorpresa, Blair caminó a mi lado.

—Alex también lo hace.

—Lo sé —dije. Me comenzaba a preguntar por qué la sacaba tanto a discusión cada vez que estaba conmigo—. A veces estudiamos juntas.

—¡Ah! —exclamó—. Los romances escolares están llenos de pasión...

Sí, diario, hoy parecía estar de muy buen humor. Me causó ternura. Blair tenía una expresión muy tranquila en el rostro.

—Traje algo que te has olvidado en mi casa.

—¡Oh! ¡Lo siento!

—Oh, no, no —dijo, haciendo un gesto rápido con la mano—, no te preocupes.

—¿Dónde está?

—En mi casillero. Ven conmigo.

Su casillero estaba en el edificio de las alumnas de tercero. Mientras caminaba junto a ella, la paranoia comenzó a decaer, y dio paso a una sensación de protección. No sabía muy bien por qué, pero estaba contentísima por el hecho de caminar junto a ella, tanto así, que tuve que esconder la parte inferior de mi cara detrás de mí cuaderno. Después de todo, caminaba junto al Príncipe del colegio. Para ella, sin embargo, solo era una pequeña caminata. Muchas de las chicas que pasaban a nuestro lado saludaban efusivamente a Blair. Ella las saludaba con un gesto de la mano, y eso parecía ser suficiente para ellas. Sentí envidia. Quería ser una de esas chicas y que nadie me acosara por mirarla. Su casillero era el último de los casilleros para las alumnas del grupo A de tercer año, la única «W» de la lista. Del interior sacó una bolsa de papel y me la entregó.

—Gracias —dijo, cerrando el casillero.

Yo no había estado nunca en ese edificio, por razones obvias. Cuando pasamos junto al salón del grupo B, identifiqué el casillero de Isabel de inmediato, casi al centro de la hilera de casilleros. "Rothe-Saintcliment, Isabel A."

Pensé que Blair se separaría de mi tan pronto como llegásemos al exterior del edificio, pero al parecer tenía la intención de acompañarme de vuelta a mi casillero.

—Ya es Mayo, ¿te has acostumbrado al colegio? —me preguntó, de repente.

—Ah, sí.

—Qué bien. De seguro debe ser confuso llegar aquí.

—He hecho buenas amigas.

—¿Sí? ¿Quiénes?

—Bueno, está Moira Prescott...

—¿Cabello negro rizado como resortes?

Lancé una carcajada.

—¡Sí! ¿La conoces?

—Me gusta su francés.

—Es su orgullo —dije, recordando lo mucho que lo practica.

—Tiene una buena tutora.

¿Acaso Blair y Alex hablaban de ese tipo de cosas?

—Alex es muy buena en francés.

Alcanzábamos mi casillero. ¿Se marcharía?

—Si quieres, te puedo conseguir su autógrafo —te prometió—. Ya sabes, si te sientes tímida y todo.

La miré, incrédula. Al parecer, mi reacción le causó gracia, por lo que soltó una larga carcajada que hizo eco en el pasillo.

—¡Creíste que no me había dado cuenta! —exclamó—. Está bien, está bien. Alex tiene muchísimas fanáticas de sus abdominales y bíceps y su aire fresco y juvenil...

—¡No! —le dije, me comenzaba a irritar—. ¡No me gusta Alex! ¡No me gusta!

—¡Te entiendo! ­—me respondió, con la sonrisa más amplia y alegre que le había visto hasta la fecha, era una sonrisa tan alegre y brillante que me abrumaba—. Puede ser nuestro secreto.

—¡Pero no...!

Comenzó a alejarse de a poco, caminando en reversa. Me guiñó un ojo. Su rostro rezumaba vivacidad.

—Aguarda —me pidió, levantando la palma hacia mí—, se lo pediré y te lo traeré.

—¡Blair! —la llamé.

Pero ya se arrancaba por el pasillo.

Sin embargo... diario... en medio del caos, y de la ternura, y de la desesperación que sentí en ese momento, cuando me sentí incomprendida y demasiado confundida para defenderme, no hice nada más que quedarme allí de pie, mirando cómo Blair se alejaba con sus carcajadas por el oscuro pasillo. Porque el siguiente pensamiento cruzó por mi mente: "Estás bromeando tanto hoy, y tu sonrisa es tan brillante, seguro que hoy debes estar alegre," y... no quería arruinarlo.



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Nota de autor:

Ya es Septiembre... 

La primera publicación fue en Abril...

Y NoeNoe nos ha relatado solo 2 meses de historia en 5 meses de la vida real. ¡Jaja!

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