Martes 14 de Abril

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Querido diario:

Hoy ha ocurrido algo terrible.

Por la mañana, la profesora olvidó una parte del material destinado para la clase, por lo que me envió a buscarlo en la sala de fotocopiado. Pensé que encontraría a la encargada de fotocopias en la sala, pero, en vez de eso, vi a Isabel ordenando unas fotocopias en la mesa.

—Oh. Noelia —parecía sorprendida de verme, pero aun así me sonrió.

—Isabel, buenos días.

—Buenos días. ¿Vienes a por fotocopias?

—Sí.

—La encargada las ordena por profesora, así que busca su nombre en esos armarios —dijo, indicando con un dedo los armarios a su izquierda.

—Oh, ya veo, gracias.

Había etiquetas con el nombre de cada profesor en el aparador. Busqué el nombre de nuestra profesora. Mientras lo hacía, Isabel me habló, pero, esta vez, sonó muy cerca.

No noté cuando se había acercado a mí.

—¿Qué harás hoy en la tarde?

—¡Ah! —pegué un salto al oírla cerca—. Umm... creo que estudiaré en la biblioteca.

—Ven a mi casa. Estudiemos juntas. Solas tú y yo.

Lo cierto es que la perspectiva de encontrarnos a solas ella y yo no me atraía tanto como pudo haberlo hecho antes, algunas semanas atrás. Si debo confesar algo, es que no quiero pelear con nadie, y tengo mucho miedo de las represalias, de modo que he aceptado el contacto de Isabel solo en presencia de los demás. Sin embargo, en esta ocasión, debo confesar que Isabel enseña muy bien, y sus compañeras también. Nos han ayudado mucho a Moira y a mí. Pero, en ese momento tuve miedo.

—¿Y tus amigas?

—No. Solo quiero que estemos las dos, solas.

Entonces, Isabel se aovilló junto a mí, de modo que quedó a mi altura. Sus ojos buscaron los míos, y nos miramos directamente a los ojos por un momento.

Mis labios y mi voz estaban muy lejos de mí.

—¿Por... qué?

Isabel sonrió e inclinó el rostro hacia un lado. Me pareció un movimiento muy coqueto.

—No suelo hacer esto con nadie en el colegio. Pero me agradas mucho. Quiero que seamos amigas.

—¿Por qué? Yo...

—¿Tu qué? ¿Me vas a decir que... no eres como mis amigas? Lo sé. Eres muy especial, Noelia.

Ella extendió una mano hacia mí y apartó el mechón que caía en mi mejilla, llevándolo con sus dedos detrás de mi oreja. Enseguida, volteé el rostro hacia el hueco dentro del armario para sacar la pila de fotocopias del interior.

—A veces me aburren sus conversaciones —confesó—. Necesito algo diferente. Cuando hablamos, no puedo evitar mirarte. Me encanta cómo pones atención y eres tan respetuosa. Eres un soplo de aire fresco. Así que, sí, quiero que seamos amigas.

Cerré el armario. Sentía la mirada de Isabel sobre mí. No se despegó ni un segundo.

—¿Estudiaremos?

—Si eso quieres —me ofreció. Entonces, finalmente, agachó la cabeza, en una muestra de timidez. Los rizos en la punta de su cabello se deslizaron a cada lado de su cabeza como una cortina de seda—. Siento... siento que necesito tu presencia.

No sabía qué opinión tenía Isabel de mí.

Pero, querido diario, en ese momento fui muy tonta al pensar que tal vez podría preguntarle acerca de Blair. Eso fue mi motivante a aceptar su propuesta, y también porque pensé que, incluso aunque estuviésemos solas las dos, estarían las sirvientas que vendrían en mi ayuda si es que algo me sucedía. Así que acepté y me marché casi trotando en dirección al salón de clases.

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