Viernes 29 de Mayo

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Querido diario:

No sé cómo empezar esta entrada.

Los acontecimientos de ayer y de hoy me han dejado sin palabras que puedan expresar todas las sensaciones que he experimentado.

Creo que será mejor si empiezo de inmediato y te cuento todo como sucedió.

Por primera vez, desde ese primer día, cuando comencé a asistir a la academia de niñas Nuestra Señora de los Dolores, me encontré con Blair en la entrada de nuestra escuela. Eran las 7.45, diario, demasiado temprano como para que Blair Wagner estuviera allí. Ni siquiera había salido el sol.

A pesar de llevar una bufanda que me cubría hasta la nariz, me resultó cómicamente extraño que Blair me reconociera tan pronto como me vio, de todas las personas allí. ¿Puede ser, diario, que tal como dice Alex, Blair ha comenzado a reconocerme como alguien con quien ella se siente cómoda? Una sencilla bufanda en tono beige colgaba del cuello de Blair. Su elegante abrigo negro estaba desabotonado.

Cuando me vio, sus ojos se detuvieron en mí.

Mademoiselle, comment ça va?

Hoy parecía estar de buen humor.

Très bien, mercie. Et toi?

Comme-ci comme-ça. ¡Y así de extenso es nuestro francés!

Blair se rio ante sus propias palabras. Era aquella simpática risa suya, sonora y burlona.

Me reí también, pero estaba mayormente concentrada en la expresión general de su rostro. Diario, aunque ella se reía, sus ojos no brillaban.

Caminé junto a ella y me di cuenta de que seguía mi paso. Sin embargo, estaba esperando el momento en que ella se marcharía de repente, como hacía a veces.

No parecía que las nubes se despejaran ese día. La luz en las nubes era débil y lúgubre, parecía que rompería a llover en cualquier momento.

Cuando llegamos a la entrada del salón principal, dije que tenía que dejar mis cosas en los casilleros. No me escuchó bien la primera vez, porque mi voz fue amortiguada por la bufanda. Por eso, Blair tuvo que inclinarse hacia mí, acercando una oreja a mis labios.

—Bueno, pero no me extrañes demasiado.

Me guiñó un ojo y se alejó hacia el edificio de tercer año.

Justo cuando ella entraba al pasillo del lado izquierdo, dos chicas comenzaron a caminar con ella mientras le conversaban. Me sentí feliz, ya que —por primera vez—, no me entró la paranoia.

No ocurrió nada durante la asamblea. No ocurrió nada en el primer período ni en el segundo. Tampoco ocurrió nada durante el tercero.

Durante el almuerzo, sin embargo, Isabel se me acercó. Ella estaba sola, ninguna amiga iba con ella.

—Hola, Noelia.

—Isabel. Hola.

—¿Cómo has estado? No me llamaste el domingo después de llegar a casa. Nunca lo haces.

Isabel arqueó las cejas mientras empujaba los labios hacia adelante, expresando su tristeza de una manera juguetona.

—Lo siento mucho. Lo olvidé.

Sin embargo, en lugar de mantener su expresión actual, sus labios se curvaron ligeramente en una sonrisa suave.

—Eso es algo que me gusta de ti. No finges estar de acuerdo conmigo o ser amable conmigo. Tú eres tú.

Sentí una especie de compasión por la forma en que lo expresó. Parecía tan... ¿benevolente e indulgente?

—Sin embargo, ¿Llegaste bien?

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