Lunes 2 de Marzo

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Admito que consideré empezar un diario durante el verano, después de enterarme que me habían aceptado en el colegio para señoritas Nuestra Señora de Los Dolores, pero, ¿qué escribiría exactamente? Por algún motivo que no recuerdo, además de los nervios causados ante la idea de estudiar en un colegio de elite, no albergaba esperanza alguna de llevar una vida académica digna de mención (¿tal vez pensé que un colegio de monjas no sería interesante?), porque, a pesar de lo ocurrido hoy, ¿qué otra cosa más soy que una adolescente como muchas otras que solo desea encajar? Sin embargo, esa esperanza ha nacido hoy, de modo que me he bajado en otro paradero, y he entrado en la librería para comprar este diario. Escribiré tan limpia y claramente como pueda, aunque no prometo nada.

Ayer, el día estuvo soleado y cálido, por lo que fue difícil creer en el pronóstico del tiempo para hoy. Por la mañana, nublado, pero no pensé que llovería. El paraguas que llevaba se sentía como un polizonte en mi mano, y salí de casa con mi maletín de cuero nuevo y sintiéndome como en un sueño. Tan pronto como subí al autobús, la lluvia comenzó a caer como si me hubiese estado esperando.

Dios mío, pensaba, sosteniendo el asa mientras miraba por la ventana, llovía con tanta ira. Las calles se inundaron a los pocos minutos y desde mi ventana observaba el transito hecho un caos.

Mientras estaba de pie, miré a todos lados alrededor del autobús, creo que estaba tratando de apaciguar el nerviosismo que sentía en ese momento. Iba sola a una nueva escuela. La escuela no está de camino al trabajo de mi padre, así que tengo que tomar el autobús. No conocía a nadie y no estaba segura de poder reconocer la parada en un día tan lluvioso. Tan pronto como recibí la carta de aceptación de la escuela, el pasado Diciembre, tomé el autobús que me llevaría allí, en un intento de calcular el tiempo que me tomaría llegar.

Si no hubiera sido porque vi a algunas chicas con el mismo uniforme al cruzar la calle, no me habría dado cuenta de que ya estaba allí. Sin embargo, el autobús estaba tan lleno que no fue tan fácil bajar. Alguien comenzó a tocar el timbre para que el autobús se detuviera, y luego alguien más, y entonces el interior se llenó de un murmullo que asemejaba el sonido del hervor. Pero el conductor del autobús anunció en voz alta que sería un poco difícil bajar, explicando que un automóvil se había detenido demasiado cerca de la parada del autobús. El conductor tendría que maniobrar para que la puerta se acercara lo más posible a la calle, considerando que llovía tanto que en tan solo un par de minutos las canaletas ya desbordaban con agua de lluvia.

Un miedo mío de siempre se hizo evidente entonces: ya que no soy una chica muy alta, siempre he tenido el miedo de cruzar la calle y que mis piernas no sean lo suficientemente largas para atravesar la canaleta sin hundir accidentalmente los zapatos en el agua, mojando así mis zapatos y calcetas. La lluvia caía, los autos pasaban con prisa, la gente comenzaba a bajar del autobús tan dignamente como podía, el corazón me latía con fuerza.

Cuando llegó mi turno de bajar me sentía tan nerviosa que las piernas me flaqueaban.

Sin embargo, caminé hacia la puerta e hice el salto... solo para sentir que estaba flotando. Justo a tiempo, una silueta alta apareció a mi costado y me agarró por la cintura con manos fuertes. Mi espíritu floreció dentro de mí y la miré para agradecerle desde el fondo de mi corazón.

Diario, ¡nunca había visto a una joven tan bella! Era difícil no quedarse embobada mirando, y aun así su belleza era tan simple, tan fresca como un día de primavera. El tipo de belleza en el que te preguntas si es real o no.

La chica en cuestión era muy alta, con el pelo rubio, largo y lacio, muy fino, con la apariencia de pelusa, partido en el medio, con el lado derecho detrás de la oreja. Aunque su piel era blanca y encantadora, sin imperfecciones de ningún tipo, y sus rasgos afilados no eran nada fuera de lo común, su expresión era de alguna manera melancólica. No llevaba nada de maquillaje. Esta muchacha era todo traje y abrigo de anchos hombros, bufanda de lana colgándole del cuello, y una elegancia deslumbrante.

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