En Carolina del Sur todo es soleado y los vecinos son amigables, sin embargo, Nia siempre se ha visto atrapada en sus recuerdos dolorosos de la infancia con su padre que no le permiten avanzar y que suele olvidar abusando de sustancias tóxicas hasta...
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Nia Relish
El olor a café y vainilla que emanaba de las cobijas y la almohada llenó mi olfato por completo. Abrí los ojos poco a poco hasta que mi vista se aclaró. Había un pequeño peluche de dinosaurio verde con la boca bien abierta mostrando sus colmillos afilados que desde luego no lastimaban. Las paredes estaban pintadas de otro color y la puerta era café oscuro. Este no es mi cuarto. Esta no es mi casa. Esta no es mi cama.
¿Dónde rayos estoy?
No recuerdo nada de lo que pasó anoche. Solo hay mareos y fragmentos borrosos dentro de mi cabeza. Me senté en la cama y observé detenidamente cada rincón de la habitación donde estaba. Estaba pintada de color beige y tenía un closet de madera oscura en una de las esquinas. La ventana era grande y amplia, me asomé para lograr ver la calle y me encontré con una amplia vista de la fachada de mi casa.
Estoy en casa de Lucas.
Volví la vista a las paredes y me percaté de que en aquella pared que estaba del lado derecho de la puerta de entrada había un montón de corazones de origami. Corazones de papel. La pared está repleta de ellos como un tapiz.. Todos son blancos y de tamaño diferente. Del lado de la cama había un mini escritorio en el cual había un montón de hojas blancas, tijeras, pegamento en barra y plumas negras. Todo en desorden.
La puerta rechinó al abrirse y de inmediato me giré. Lucas tenía un vaso con jugo de naranja en su mano derecha, pero cuando logró verme el vaso de jugo cayó al suelo. El vaso se rompió, quise decir algo al respecto, pero Lucas me rodeó fuerte con sus brazos. Me envolvió por completo como si hubiese preocupación por que saliera lastimada o algo parecido. Era un abrazo lleno de protección y alivio.
—Estás bien. Dios, pensé lo peor. Qué bueno que ya despertaste.
—¿Qué pasó?
No me contestó y eso me causó incertidumbre.
—¿Me drogué? ¿Por eso no recuerdo nada?
Lucas me llevó a la cama con cuidado de no pisar los pedazos del vaso roto. Se sentó y yo hice lo mismo. No me miraba a los ojos y su expresión era de pesar. Estaba arrepentido de algo, era seguro. Quizás se preparaba para decirme que había recaído en la fiesta de Maya y Bruc. Seguramente, había hecho algo que ahora lo hacía arrepentirse de estar conmigo.
—No fue por tu cuenta.
Me percaté de que Lucas tenía dos puntadas en una de sus cejas, sus nudillos estaban vendados y su pómulo derecho tenía un moretón.
—¿Qué te pasó? ¿Por qué tienes esos golpes?
Intenté tocar su mejilla, pero él apartó mi mano con lentitud.
—No es nada. Ya lo arreglé.
—Lucas, ¿qué demonios pasó anoche? No recuerdo nada.
—Jaqueline puso un somnífero en tu bebida —El rostro sonriente de esa chica vino a mi mente—. Te desmayaste y Jackson te llevó a un domicilio abandonado —Contrajo su mandíbula—. Nia, perdóname. Yo no... No te cuidé, no te protegí como debía hacerlo.