Capítulo 5: "Nuevo integrante".

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Decir que me concentré en su clase desde esa fecha, donde le falté al respeto y mostré unas de las facetas más desagradables de mí, sería mentir. Los días se me habían torcido de una manera que me tenía descontrolada en todos los sentidos y no era para menos con todo lo que sucedía a mi alrededor desde mi llegada a este dichoso lugar.

En clase de historia, el ambiente se siente denso. No logro concentrarme en lo que ella dice o explica, por muy bien que lo haga, sus palabras no lograban captar mi atención, ni aun sabiendo que es una de las materias más importantes para mi conocimiento personal y profesional. ¿Por qué me tuvo que tocar con la profesora más petulante y hermosa de todo el universo?

Mi cuerpo parece ser un imán ante su mirada. La mayor parte del tiempo la tiene puesta sobre mí. Odio estas sensaciones de vértigo y pesor en el estómago que me provoca su presencia. Empiezo a agobiarme de tal manera que siento como las ganas de pararme y largarme del lugar van ganando fuerzas en este campo minado que es su territorio y manda ella. Pero la impulsividad no es buena, he aprendido mucho de ella y he logrado frenar mis acciones si quiero terminar mis estudios con los resultados que ambiciono.

El eco de sus tacones resonando en todo el salón golpea mis oídos, ese sonido se quedará grabado para la eternidad en mis tímpanos, como toda ella también en mi memoria. Se pasea sigilosa, como leona en busca de alguna presa que devorar, hablando, dictando, con esa ronca y suave voz que me pone los pelos de punta. Luego de nuestro desastroso encuentro hace una semana atrás no hemos vuelto a intercambiar nada, solo apenas, frías y escasas miradas que van más cargadas de reto y rencor que otra cosa, de una hacia la otra.

Levanto mi mirada en el momento que dejé de escuchar sus pasos. No entiendo cómo no me puedo concentrar en sus dictados y si hacerlo perfectamente en su persona y acciones. Miro hacia ambos lados y no la veo. Volteo la cabeza hacia atrás y a varios centímetros de mi espalda se encuentra parada, demasiado cerca para mi estabilidad emocional. Sus ojos como siempre, fijos en mí.

—Levántese y salga de mi clase.

No sé a quién se dirige, pero siento que mis nervios ya presentes en mi cuerpo ganan en intensidad, provocándome un sobresalto en el estómago. Apenas he tomado un apunte y prestada atención como se merece lo que dicta. Siento su calor chocando con mi espalda al acercarse más, repite sus palabras, pero de manera diferente.

—¿Será que la tengo que sacar yo misma del salón, señorita Julia?

Todos los estudiantes tienen sus ojos puestos en nosotras. No me gusta ser el centro de atención y ella está logrando que lo sea en este preciso momento y eso me hace querer matarla.

—¿Qué hice ahora? —trato de ocultar el enojo que me invadió de momento y no mostrarlo en mi cara. La miro fijamente pero no se inmuta a nada, sus ojos son impenetrables, o es muy buena actriz o esta mujer no tiene emociones.

—Cuando vaya a prestar atención y poner un poco de interés en lo que digo preséntese, mientras tanto limítese a faltar, eso sí, bajo riesgo de expulsión.

Volví la mirada hacia mi cuaderno, agotada de esta situación. Suspiro, frustrada. Recojo mis cosas y me pongo de pie dándole la espalda. Su respiración agitada golpea mi cabello y su exquisito olor saluda mis pulmones una vez más. ¿Por qué estás así, tan ansiosa? No tengo valor para voltearme, estamos tan cerca que nuestras ropas se rozan y no quiero que note que tiene cierto poder sobre mí. Salgo del salón en pasos lentos, ya me pondré al día con sus clases y le demostraré de que estoy hecha, en estos momentos mis pensamientos son un caos y mi mente traiciona mi paz interna y esto no lo provoca precisamente ella.

La preocupación sobre la llamada que hizo mi madre hace una hora no me abandona y menos luego de leer su mensaje de texto. A veces pienso que su abogacía no le sirve de nada para explicar a su hija ciertas cosas, o es que no se ha dado cuenta de la edad que tengo, la suficiente para entender varias de las necesidades del cuerpo, tanto femenino, como masculino, sexualmente hablando. Así como acabo de entender que soy una piedra en el zapato de la profesora Verónica, también puedo entender muchas cosas más.

En el silencio de tu mirada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora