Mi madre es una mujer de esas que si la vez pasar, tienes que voltear a verla otra vez. Una mujer que te gana la partida con solo una palabra y justamente ahora esa fémina, rubia, con 1.75 metros de altura, intimidante, de exuberante belleza, con un traje rojo impecable con el cual ejercía su profesión en este día se encuentra a mi lado derecho, mirando a un joven que tiembla ante su mirada y no sabe dónde meterse luego de haber hecho lo que hizo.
—Madre.
Hablo aún bajo los efectos que me causó la sorpresa de su presencia en la universidad. Pero, ella no quita sus ojos del chico que, apenado y arrepentido, me mira suplicándome disculpas silenciosas, las cuales ignoro. Cierro la casilla y me volteo hacia mi progenitora, para tratar de aligerar un poco el desagradable ambiente que se ha formado y del cual muchos ojos son testigos. Últimamente todo lo que sucede en el lugar, que implique problemas, es como si implorara mi presencia.
—Mamá por favor. Sabes que no me gusta ser centro de atención.
—No haberte tocado cariño, eso es abuso y parece que este jovencito no sabe la que le puede caer encima.
—Ya lo resolveré yo después, por favor.
Observo como varias personas se acercan, incluido el subdirector y a su lado la profe de Literatura que me sonríe en modo de compresión y la de cabello azabache que observa todo con algo de determinación y curiosidad. Pareciera que se ha perdido parte del espectáculo, aunque lo dudo por la mirada de desagrado que me regalan sus ojos, sé que mis ojos son neutros, ahora mismo lo que piensen estas personas me importa un bledo.
—Es desagradable que en un lugar como este sucedan cosas como estas. A mi hija nadie la toca a menos que ella lo permita —sigue diciendo mi progenitora con un tono de enfado que jamás había escuchado en ella, nunca se mostró así delante de mí—. O alguien hace algo al respecto o me encargaré yo personalmente de hacerme conocer en este sitio.
Su mirada se posa en los adultos, principalmente al hombre que asiente enérgicamente, como si de cumplir una orden se tratara. Pasa un brazo por mis hombros, deja un beso en mi frente y me dirige a la salida. Trato de encontrar a Sara entre la multitud antes de salir y la diviso mirando hacia donde estoy sonriendo, al lado de Verónica que seguía observando detalladamente todo a su alrededor, para luego poner sus ojos en mi persona y mirarme de una manera que no pude descifrar como casi siempre me pasa. Ella es todo un misterio para mí, un misterio agradable que me invoca a querer descubrir.
Me despido desde la distancia de mi amiga y me dejo guiar hacia el exterior por los brazos protectores de una madre que ha demostrado hoy, que es capaz de ir muy lejos por su hija.
—¿Qué haces aquí? —pregunto de repente, estos efectos cariñosos se me están haciendo demasiado raro.
—¿Qué tiene de malo venir a recoger a mi hija y conocer de paso la universidad que escogió para finalizar sus estudios?
—No tiene nada de malo, pero se me hace raro. ¿Qué sucede?
—Sucede cariño que nos vamos de compra. Estuve echando un ojo a tu ropa y te hacen falta vestidos, entre otras cosas, esta diosa que tengo como hija tiene que lucir como lo que es.
—Mamá, que sea la última vez que invadas mis cosas sin mi permiso, pareciera que tengo doce años y no te has dado cuenta que doblo esa edad y no tengo que lucirle a nadie.
—Se que eres toda una mujer, una que sabe dar sus pasos, muy parecida a mí, por cierto, más orgullosa no puedo estar de ti, gracias a dios por tener a una hija maravillosa como lo eres tú.
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En el silencio de tu mirada.
RomanceJulia, una estudiante de turismo, llega a cursar su último año de estudio a una nueva universidad. Allí conoce a Verónica, una profesora que le cambia la vida desde que se conocen. Nueva en la ciudad, bajo el mandato de una madre que la involucra...