Capítulo 29: "Disolviendo y entendiendo acciones".

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—¿Cuándo pensabas contarme lo de las amenazas?

Me detengo frente a su escritorio, Verónica aparta la vista de donde la tiene y posa sus hermosas perlas avellanas que hoy lucen extremadamente radiantes sobre mi persona.

—¿Cómo te has enterado de las amenazas?

Su semblante serio, aparte de hermoso, se me antoja negociable con mis ganas de acariciarla ahora mismo, pero el lugar no me permite llevar a cabo tal negocio, donde la caricia ganaría.

—No respondas con otra pregunta, no va con tu persona.

—¿Cómo te has enterado de las amenazas Julia?

Entiendo, calma fiera.

—Tal vez el hecho de vivir con la causante de las mismas, me haya dado las ventajas para saberlo.

—Tal parece que el momento de que tu madre y yo tengamos una conversación ha llegado —dice volviendo su atención a lo que hacía.

—Adoraría estar presente cuando eso suceda —digo con una sonrisa en los labios, logrando ganarme otra de sus escalofriantes miradas.

—Y tú. ¿Cuándo vas a hablar de lo sucedido? —la que se sorprende ahora soy yo, esto no me lo esperaba.

—Ese tema lo tengo más que enterrado —mi respuesta no mueve ni un porciento de su convencimiento.

—Por muy fuerte que sea la persona o quiera demostrar que es, estas cosas siempre dejan secuelas, quieras o no admitirlo. Así que no me vengas a decir que lo tienes más que superado, cuando la verdad es que en tu interior esos hechos queman y lo sabes bien.

¿En qué momento esta mujer ha empezado a conocerme tanto? ¿Cómo es que de pronto me siento más desnuda que nunca ante su mirada?

—No sé —respondo sinceramente—. Aun no me siento preparada para hablar de ello.

—Cuando lo estés no olvides que me tienes aquí, a la hora que sea y cuando sea, no me gusta verte afligida —tragó las palabras que iba a decir y la demostró en sus ojos, le sonrío—, quedan pocos meses para que termine el curso y no espero sorpresas desagradables en las notas de los exámenes finales, de ti no.

Me acerco más hasta chocar con la mesa que me impide llegar hasta ella, como deseo besarla.

—No me mires así, aquí no, por favor —muerde sus labios y los humedece con la lengua.

—Y tú no hagas eso, o terminaremos siendo expulsadas.

Un carraspeo desde la puerta nos hace salir de la erótica burbuja que nos encontramos, desconectamos miradas y la llevamos hasta la persona que nos ha interrumpido.

—Profesora Verónica —le habla el subdirector—, se le espera en el salón de reuniones.

—¿Salón de reuniones? —pregunta mi amada sorprendida.

Observo a Sara y Carlos aparecer en el campo de mi mirada, este es mi escape, pero la mirada de la profesora me hace detener.

—Si, el director la ha convocado a última hora.

—Está bien, en unos minutos estoy con ustedes.

Sus ojos me atraviesan y me pongo nerviosa, el señor mayor se retira, dándole libertad a sus palabras expresadas en su mirada donde muestra sus ganas por poseerme, haciendo que mi piel se erice.

—¿Cuándo te puedo volver a ver?

Trago en seco. Es solo una petición, siento mi sexo humedecerse y mis piernas temblar, que divino poder tiene sobre mí, Verónica.

En el silencio de tu mirada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora