Capítulo 10: "El día que despertaste mis ganas".

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  ¿Cómo le dices a tu cuerpo que reaccione positivamente, si tu cerebro solo manda mensajes negativos? Tomar las cosas con calma y pensar bien antes de actuar. Centrarme en mí, en todo lo que me pueda favorecer, sin afectar a nadie más, es lo que voy a hacer, si deseo dejar de convivir fuera del yugo incomprensivo de mi madre.

   Camino despacio por aquellos pasillos abarrotados de excitados estudiantes, queriendo ganar al tiempo cuando pasa lento. Un café bien cargado no me vendría mal para las pocas horas que he dormido anoche. No es que lo haga mucho últimamente, y ya se empieza a notar, el cuerpo avisa, nosotros sabemos que solo debemos de actuar en su ayuda. 

   Del incidente con Miguel Ángel ya habían pasado varias semanas. Luego de lo sucedido mi tranquilidad se fue a la mierda. No podía caminar sin preguntarme que ocurrirá, porque sé que no se quedará con los brazos cruzados, sus ojos oscuros y fríos de una persona sin alma, me lo dejaron bien claro esa noche.

   El miedo me acompaña desde ese día a toda parte que voy. Ese sentimiento que te suele llenar de impotencia la mayoría de las veces, no me va a impedir que me defienda si lo tengo que hacer. Si algo me ha enseñado mi madre, es a superarlo cueste lo que cueste. Con muchas diferencias entre ambas, siempre hemos sido solas, ella y yo contra el mundo y eso no tiene por qué cambiar, por mucho que me maltrate, aunque yo sea una mierda para ella.

   La ausencia de Sara este día se hace notable en mi autoestima, ella suele ser ese escalón que me hace falta, suele equilibrar mi bajo nivel de alegría con una alta dosis de la suya y eso se palpa cuando se necesita.

   —Hey.

   El joven que habló cerca llamando mi atención lo reconocí de inmediato. Me hace detener junto a la puerta del salón donde me toca recibir inglés, una de mis asignaturas favoritas y de las que mejor se me dan. No sé cómo llegué hasta aquí si me dirigía a la cafetería. Mi distracción últimamente se está haciendo preocupante.

   —¿Qué quieres?

   —Hablar contigo. Necesito disculparme por lo del otro día

   —¡Hasta ahora te llenas de valor para hacerlo! ¿No crees que es un poco tarde para ello?

   —Me suspendieron por dos semanas, después para más desgracia tuve un accidente y hasta hoy me pude reincorporar.

   —Lo siento.

   Siento algo de pena por él, pero no me inmuto a nada. Mi rostro no ha presentado ninguna emoción por lo que el continúa insistiendo.

  —Me dejas invitarte a un café, para explicarte por qué lo hice.

  —Lo que hiciste no tiene justificación. Da gracia que convencí a mi madre para que no arremetiera contra ti, si no la estuvieras pasando mal.

  —Lo sé, te ruego para que me escuches, luego ya decides que hacer, yo asumo las consecuencias de mis actos. Solo recuerda que no todo es lo que aparenta —sus palabras me convencen, no sé por qué, pero su actitud gana mi confianza y quiero escuchar su justificación.

  —Ok, me convenciste. Luego de inglés me toca Historia, después de ahí me puedes buscar.

  —Gracias. A mí también me toca Historia, después de clases nos vemos.

  —Está bien.

  Lo veo marcharse apenado, todo en esta vida tiene un motivo, veremos cuál fue el de él para besarme así de improviso. Lo observo, detallándolo, no es un mal partido, moreno, alto, pelo negro con rayos amarillos, ojos marrones, todo un partidazo, pero la chispa que necesita para llamar mi atención no la tiene y ese es un gran impedimento para que yo intente algo con alguna persona por muy atractiva que sea.

En el silencio de tu mirada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora