Capítulo 32: "Gala".

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El vestido verde te favorecerá, ese color siempre te hace relucir, hasta por encima de la belleza que nos regala la naturaleza en su esencia más primitiva.

Una nota junto a un desorbitante vestido, todo un imperio ante una gala de graduación, donde la mayoría de los participantes son personas hipócritas disfrazados con verdades que nacen de una mentira, tratando de ocultar la realidad. Como me encuentro yo ahora mismo, tratando de ocultar mi realidad, la que me sigue, la que apuñala mis sentimientos no mostrados y guardados, tras un perdón no dado, nunca mostrado ante un alma necesitada de él.

La ausencia de personas importantes en nuestra vida escuece y duele más cuando queda pendiente resolver razones que atormentan fuertemente las emociones internas que hacen tus pasos dudar ante continuar el camino. El dolor es tan grande que te sientes incapaz de soportar esa llama que quema entre tus arterias y venas, en tu pecho, en cada célula de tu cuerpo. Pero, por encima de todo, de diversos motivos, te sientes capaz de aceptar el tiempo que tendrás que esperar para solventar los problemas que tiene pendiente tu corazón con tu madre.

Decidió irse, sin presentar motivos, sin apenas decir adiós. Quiero emprender el vuelo sola, pero como cuesta abrir las alas, la esencia de sus recuerdos, magnífica y enloquecedora, me prohíbe continuar. Quiero contarle, hablarle de mis nuevos planes, de los ahora conocidos miedos, los cuales he descubierto con su partida. Deseo tanto abrazarla, que siento que me ahogo.

Los toques en la puerta principal de la casa que llevo viviendo ya hace más de cuatro meses me separa de los recuerdos de mi madre y odio a quien sea que me haya interrumpido, de mala gana me dirijo a abrir.

—Hola —saludo a Carlos que se encuentra parado en la entrada.

—Pero, ¿a ti qué te pasa? —me encojo de hombros— Ni creas que no te voy a dejar ir a la gala de clausura, ya permití que no fueras a la de aniversario, pero esta es la principal, no puedes faltar querida, arriba ese ánimo.

—Busca a Sara, ella será buena compañía. Ya sabes que no iré.

—¿Sara? Desde que lo dejó con Mónica anda distraída, no acaba de centrar ideas, mejor dicho, mujeres, anda con muchas. No pensé que le afectara tanto la separación con la chica.

—No creo que su separación sea el motivo para que esté así.

—¿No? ¿Cuál sería entonces?

—Solo lo sabe ella, no la vi tan entregada sentimentalmente con Mónica, para que se encuentre así, tan desubicada, lo que le sucede es más grande, incluso más de lo que ella misma pensaba.

—Dejando a Sara a un lado, no porque sea menos importante. ¿Aunque? —pone una mano en su barbilla, como pensativo— tú tampoco estás muy distinta a ella desde

—La desaparición de mi madre —lo veo fruncir el ceño, pero él solo sabe sus pensamientos porque no los expresa.

Una llave en la cerradura de la puerta de la casa, hace que volteemos la cabeza hacia la entrada, Verónica aparece tras esta abrirse.

—Hola —no sé cuándo voy a dejar de ponerme nerviosa, siempre que aparece, ante su presencia, tiene un efecto tan potente sobre mí, que me hace sonreír, tan limpio, tan profundo.

—Hola —devuelvo el saludo.

Siento que mis manos empiezan a temblar, mi boca se ha secado y trago saliva, tratando de no ahogarme, la respiración me falla. ¡Que bella está!. Un vestido negro, ceñido a su cuerpo como una segunda piel le hace resaltar su figura, como desearía quitárselo, la hace ver tan perfecta, tan imponente, su cabello oscuro recogido en un moño alto, le da un toque femenino que de pronto se vuelve transparente ante la lujuria cargada de apetito sexual que se ha despertado en mí, toda ella es una tentación ante la necesidad primitiva del placer. Se acerca despacio a pasos lentos y precisos, como si supiera el efecto que ha provocado en mi cuerpo, agradezco estar sentada y que mi amigo se encuentre presente, porque de no ser así ya la estuviera devorando como ella lo pide en sus ojos.

En el silencio de tu mirada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora