Quedé frente a ella, a la altura de su barbilla, ya que sus tacones le favorecen, dándole varios centímetros más a su estatura, sacando algunos de diferencia a la mía. Mi mirada chocó con la carnosidad y exquisitez de sus labios, porque así se ven, exquisitos, atrayentes, deseables, pintados con un creyón labial de un rosa tenue, delicado. Fue apareciendo en mí, un apetito sorprendente de ellos, de conocer su sabor, su humedad, su suavidad. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo y una ligera sensación de miedo hacia lo desconocido aparecer de pronto. Es la primera mujer, en mis 23 años de vida que me empieza a interesar y empezaba a ver de manera diferente, sexualmente hablando.
Tragué en seco, por primera vez no supe que hacer ante una situación que me involucra. Siento como los nervios siguen riendo a carcajada en mi interior. Mis manos empiezan a sudar, mi respiración sube de frecuencia, pero no podía apartar la mirada de su boca y supe que estaba jodidamente perdida cuando mis piernas temblaron en el momento que humedeció sus labios con la punta de su lengua antes de hablar.
—Todos a sus salones. Mónica, no soy de dar dos oportunidades, que no se vuelva a repetir.
Con gran esfuerzo logro apartar la mirada de su boca y creo que mi segundo y gran error fue llevarla hasta sus ojos en una cercanía como en la que nos encontramos. Sus perlas avellanas me dieron la bienvenida con una intensidad no propia en las personas, o yo veo de más o siento de más, pero sus ojos me hicieron estremecer de una manera extraña, que nunca antes había sentido.
—Si profe. No volverá a ocurrir. Mis disculpas Sara —dice la tal Mónica que supuse se marchó.
No me enteré que respondió mi amiga, yo sigo perdida en sus ojos y ella en los míos, una conexión increíble, que no se ve en este mundo lleno de adversidades. El poder que mostraron sus pupilas al recorrer mi rostro acabó por desequilibrar el poco control mental que aún me queda, se siente muy bien estar bajo ese dominio. La pequeña ansiedad que iba apareciendo en mi pecho, dejo de ser ansiedad y se convirtió en enojo en el momento que nuestra querida profesora decidió reprenderme a mí, a quien menos debía.
—A usted señorita Julia, una de las normas en esta universidad, es no formar espectáculos como el que acaba de crear. Queda advertida también.
—Pues deberían de enseñar lo que es el respeto hacia los demás también, para que no vayan soltando palabras ofensivas sin saber el efecto que puedan tener estas en otras personas.
Mi yo personal y defensor de lo justo ha retornado a mi cuerpo, luego de estar sabrá él donde. No soy de quedarme callada ante nadie y esta no sería la excepción. Gracias a mi madre me he sabido defender en cualquier ámbito y situación que me encuentre, que no tenga su apoyo en varias cosas y no acepte otras de mí, no quiere decir que no me haya preparado para afrontar situaciones por muy embarazosas que estas sean.
—Pues limítese a hacer y cumplir con lo establecido, son las reglas y deje a los demás hacer su trabajo —sus ojos se han tornado algo oscuros y el brillo en ellos mucho más intenso.
—Me he leído bien las normas, es lo primero que hago antes de entrar a cualquier lugar y no veo mucha diferencia en este instituto con otros.
—Pues vaya aceptándolo, si no, creo que tiene usted suficiente edad como para saber qué hacer.
Se fue dejándome con la palabra en la boca y su olor embriagando aun mis sentidos. Creo que después de todo mi día se está distorsionando un poco. La sigo con la mirada, su pantalón y chaqueta perfectamente planchados, su caminar lleno de seguridad y la elegancia que la irradia me hace sonreír. Suspiro soltando todo el aire que tengo dentro y aliviar así la sensación de intranquilidad que me acompaña.
—Vamos.
Paso un brazo por los hombros a mi protegida que me sonríe en forma de agradecimiento y se queda callada, ella ha sido la única testigo de este caluroso encuentro.
Sara se dirige a su salón mientras yo continuo al que me corresponde, no sin antes pasar al baño a refrescar un poco el calor que se había instalado en mi cuerpo producto a la cercanía y fragancia de cierta profesora. Llego con diez minutos de retraso. Primera llegada tarde, en dos semanas que llevamos de curso no es buen ejemplo a dar, es como que este día se me está volviendo caótico. Doy tres toques a la puerta y espero respuesta, nada, insisto repitiendo la acción, logrando así interrumpir la clase. Para más inri, la de los ojos color avellana abre la puerta y estalla su mirada en mi cielo azul. ¿En qué momento hubo cambio de horario? Su clase es una hora más tarde.
—Diez minutos tarde son suficiente para siquiera plantearse interrumpir mi clase, ¿en qué estaba pensando?
De verdad me empieza a agotar su arrogancia. Obvio que yo sabía que llegaba tarde, no tenía que restregármelo en la cara.
—Estaba pensando en que tal vez tendría la oportunidad de no perderme su clase, la cual no tenía idea que fuera ahora, si no una hora más tarde, esta materia es una de las más importante para mi carrera y conociendo usted los motivos de mi retraso, espero no tener que pedir apuntes.
—Pues si en verdad es tan importante mi clase para su carrera como usted dice, haber llegado en el horario establecido, así que señorita Julia —que dulce suena mi nombre en esos labios—, le sugiero pedir apuntes.
—Pero usted sabe los motivos por los que llegué tarde.
—Qué raro, que sea usted la única que llego diez minutos después de mí.
La miro fijamente, no quiero faltar el respeto, apenas llevo una semana aquí, no suelo tener comportamientos negativos y ella tiene la razón. La tensión es palpable a nuestro alrededor, todos los estudiantes tienen sus ojos puestos en nosotras, tal vez sea la primera que se ha atrevido a enfrentarla y dudo que esta sea la única vez.
—¿Me dejará pasar o no? —pregunto con otro timbre de voz, más bajo, paro cargado de un notable enfado que la hace pestañear varias veces.
—No. No me haga perder más el tiempo, después de esta primera hora hay diez minutos de descanso, trate de llegar a tiempo si no quiere perderse la otra.
—Me llega tu arrogancia —digo sin pensar, casi en un susurro para que solo ella escuche. La acabo de tutear y faltarle al respeto, no sé, ni temo lo que pueda esperar después de lo que acabo de hacer.
—¿Qué has dicho? —su mirada cambia a enfado, esto la hace ver más atractiva de lo que ya es.
—Me llega tu arrogancia.
Repito en el mismo tono de voz y doy la espalda alejándome, dejándola en esta ocasión a ella con la palabra en la boca, pero sintiendo la intensidad de su mirada por mi cuerpo. Verónica, me has hecho dudar de mi heterosexualidad, o son mis hormonas premenstruales, o es sumamente atractiva para plantearme el comenzar a observarla más detenidamente.
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En el silencio de tu mirada.
RomansJulia, una estudiante de turismo, llega a cursar su último año de estudio a una nueva universidad. Allí conoce a Verónica, una profesora que le cambia la vida desde que se conocen. Nueva en la ciudad, bajo el mandato de una madre que la involucra...