Estar en casa es recordar con más ahínco lo que quiero olvidar, pero la insistencia de mi madre gana ante mi negatividad de presentarme frente a ella.
—Hola —saludo al abrir la puerta sin siquiera notar su presencia.
—Estoy en la habitación hija.
Obvio, su espacio más personal, donde todo, hasta el aire que se respira, está a su favor. Observo la que deseo deje de ser mi casa. Grabo en mi mente los colores enigmáticos de sus paredes, hasta eso me quitó el mal nacido de Miguel Ángel, la estancia que más le había gustado y favorecido a mi comodidad.
—¿Puedo pasar? —pregunto tras la puerta.
—Si —responde la señora de la casa.
Ya dentro reparo en el contorno, todo es tan parecido a ella que asusta y te hace buscar protección hacia esa energía que desprende la presencia de mi madre. Me la encuentro semidesnuda de la parte arriba de su cuerpo, puedo ver la herida totalmente cicatrizada, un toque de conciencia se apodera de mí y niego con la cabeza ante la repentina necesidad de perdonarla que se apodera de mi existencia.
—¿Te duele?
Me acerco con timidez hasta llegar frente a ella, acaricio la mediana cicatriz que ha quedado grabada en su piel para el resto de su vida.
—Lo mínimo, apenas lo percibo en algún movimiento brusco —responde mirándome intensamente—. ¿Cómo estás tú?
—¿Yo?, bien, mejor de lo que pensé estar después de todo lo sucedido. He pensado bien las cosas y estoy llegando a algunas conclusiones.
—¿Puedo saber alguna de ella? —su mano se apodera de la mía y desconecto nuestras miradas, no hay nadie que descifre lo que pienso como ella.
—No me creo capaz de vivir bajo el mismo techo que tú.
—Entiendo —dice sin alejarse de mí, percibo dolor en sus ojos, en su rostro, en su voz.
—Por el momento no creo poder hacerlo, no sé si en un futuro —trato de arreglar el desastre que he causado con mis palabras en sus sentimientos, para menguar su sufrimiento, pero el daño ya está hecho y duele con cojones dejarme enamorar por su dolor.
—Voy a mover una de mis últimas fichas, tal vez así logres entender el por qué hice lo que hice.
—¿No crees que es demasiado tarde para eso?
—Para mí, nunca va a ser tarde cuando de luchar por tu perdón es el objetivo.
—Así que mi perdón es un objetivo.
—No, es una necesidad, necesito que me vuelvas a mirar sin rencor, con brillo en la mirada y no con el dolor con que lo haces.
—Tú misma te lo buscaste Martha.
—No hundas más el dedo en la llaga hija. No tienes idea de lo que se siente cuando me miras así, como lo estás haciendo justo ahora.
—Tú tampoco tienes idea de lo que se siente el ser engañada por la persona que más amas y te dice amar con la vida. Así que, si de sentir dolor se trata, estás por debajo de mí.
—Quiero que vayas a esta dirección —dice cambiando rotundamente el tema, la miro esperando a que continúe— luego de que vayas y observes con tus propios ojos lo que deseo que veas, decides si me sacas o no de tu vida.
—¿Qué lugar es ese Martha?
—Solo ve hija, allí alguien te estará esperando. Si quieres yo misma te puedo llevar.
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En el silencio de tu mirada.
RomanceJulia, una estudiante de turismo, llega a cursar su último año de estudio a una nueva universidad. Allí conoce a Verónica, una profesora que le cambia la vida desde que se conocen. Nueva en la ciudad, bajo el mandato de una madre que la involucra...