Cada persona tiene su personalidad, cada mente un pensamiento, cada paso un camino diferente, cada cause, un rio distinto, todo, tan lleno y vacío a la vez, tan privado, tan urgentemente necesitado que causa indiferencia a la hora de pensar ante de tomar una decisión. Todo es tan sorprendentemente matemático, como el aire que necesitamos para poder vivir.
Permanezco sentada en una oficina, donde gracias a mi madre me habían citado dos días después de mi cumpleaños, ella es una persona que le gusta jugar con el tiempo, dice que hay suficiente como para ponerse a perder en otras cosas si no en aprovecharlo y más si es a su favor, en este caso en el de ambas.
Aquí no sé cómo actuar, porque no se debe hacer, ni señalar o mirar, cualquier movimiento, ellos, los que dicen saber, lo pueden emplear a su favor. La ley está tan corrompida que pagan más inocentes que asesinos presentes en la calle y cosas como esas te llevan a querer hacer el mal para conseguir el bien.
Observo las facciones de la agente que teclea ágilmente en su ordenador sentada frente a mí. Desde que descubrí mi homosexualidad, he observado y detallado más de cerca, el género femenino, sorprendiéndome de todo lo que suele causar tanta delicadeza expresada en un cuerpo humano.
—Si sigues mirándome así, pensaré que me estás acosando —dice la mujer sin despegar los ojos de la pantalla del monitor.
—Observar no está prohibido y usted se encuentra en el campo de mi mirada.
Levanta su rostro y logro ver sus ojos cuando estos conectan con los míos, el marrón le favorece a su tez morena y su cabello ondulado que cae por sus hombros le da un toque de feminidad atrayente.
—Julia, ¿verdad?
—Si, ¿y usted, agente?
—Hernández, Alicia Hernández —responde con algo de seriedad lo que me hace reír internamente —Julia. ¿No le han dicho que distraer a las personas mientras hacen su trabajo es de mala educación?
—Agente —digo vacilándola—, usted ha sido la que ha empezado la conversación, yo solo admiraba su perfecta concentración.
—Concentración que has interrumpido con tu insistente mirada.
—Disculpe entonces.
Salí rápido de ese terreno resbaladizo al que estaba entrando, solo pensar en Verónica, todo rastro de mujer atractiva desaparecía, totalmente en sus garras me ha dejado presa la profesora de Historia, solo para sus manos, para su piel, para sus desenfrenos. No había hecho nada, pero solo saber que he estado mirando a otra mujer me hace sentir culpable.
Agradecí los toques en la puerta, suspiré con alivio, ya empezaba a sentirme incómoda en el sitio y todo por mi culpa, por mirar demás a donde no debía. Detrás de un oficial de la seguridad entró mi madre junto al abogado que decía ser su amigo, el tal Guillermo, no sé a qué se debe, pero este hombre, su presencia me sienta fatal, el halo de hipocresía que lo rodeaba es notable a larga distancia.
—Hija —la miré serio, no le conviene llamarme así, sonríe apenada y muestra una ligera disculpa en la mirada.
—Hola Martha. ¿Cuál es la novedad? ¿Ya nos podemos ir? —sé que cuando me lo propongo puedo ser la persona más arrogante y detestable que se pueda encontrar.
—En su momento se hará Julia. Así que te pido un poco de paciencia, esta situación es incómoda tanto para ti, como para los presentes.
—Claro, como fue a ti a la que casi violan y matan —digo déspotamente.
—A partir de hoy podrás hacer lo que te dé la gana, no voy a intervenir más en tus asuntos si es lo que deseas —dice cansada de mi manera de tratarla y de mi petulancia, oculto la sensación de culpa y continuó con la plática algo forzada.
—¿Qué quieres decir con eso que puedo hacer lo que me da la gana?
—Te vas a mantener sentada en ese sillón y vas mantener la boca cerrada, solo hablarás cuando se te pregunte algo o se te necesite. ¿Hablé lo suficientemente claro, o tengo que repetirlo?
—No has respondido a mi pregunta.
—Compórtate como una adulta y has lo que te estoy pidiendo.
—Ordenando más bien.
—Como lo tomes, tú te callas y punto —se le veía molesta y eso me pone nerviosa y más al ser yo la culpable de ello.
No dije nada más y le obedecí algo apenada por empezar una discusión donde llevaba las de perder, si hay algo que me hace mal es discutir con ella, más que cualquier cosa. Observé al abogado y este tenía la mirada perdida, su semblante pálido y ojeroso lo hacían ver mucho mayor, algo no estaba bien, se notaba en el tic nervioso de sus ojos.
La agente se puso de pie y pude completar mi recorrido por todo su cuerpo nada mal, pensé, algo bueno para hacer que mi profesora muestre sus dotadas y aclamadas armas, me agrada la posesión que tiene con mi cuerpo, solo ella es capaz de hacerle despertar sus más escondidas sensaciones.
Alejo mis ojos del cuerpo de la agente y los llevo hasta la abogada, esta me mira con el ceño fruncido y una sonrisa ladeada puesta en sus labios, esta confianza y entendimiento entre ambas sé que llega a ser envidiable. Olvido por un momento nuestras diferencias y le devuelvo la sonrisa.
—Señor Guillermo, tome asiento frente a la agente, ella tomará su declaración.
Mi mente se activa y dejo de pensar en cosas que pueden ocupar un segundo peldaño en comparación con lo que acabo de escuchar. Procesar las palabras que salían de la boca de aquel hombre, fue fácil, lo difícil fue digerirlas, escuchar como describió de manera fría y suculenta todo lo que le hizo a Miguel Ángel luego de que lo sacaran de mi habitación y casa, me dejó asqueada, el violador se lo merecía, eso y más, pero que alguien pueda hablar tan tranquilo luego de cometer tales atrocidades, sobrepasa mi nivel de entender y comprender ciertas cosas.
Una venganza que supo llevar hasta el final, bien estudiada y planificada, donde varias víctimas pasábamos a ser inocentes, donde el estrés y las noches de sueños cortos de pronto se volvieron agua, pero no un agua cristalina, todo lo contrario, sucia, sentí como un huracán se fue formando en mi interior y la impotencia de no poder romperle la cara me hacía respirar con dificultad.
Todo lo que tuvo un inicio de pronto tiene un fin, un cambio radical de papeles, donde yo soy la más perjudicada, donde nadie se puso a pensar en los daños internos que todo esto me puede provocar. Puedo sentir los ojos de la que dice ser mi madre puestos en mí, esperando alguna reacción, reacción que no llegó, ni le di el gusto que llegara. Ya nada tiene sentido, absolutamente todo carece de importancia a mi alrededor, solo fui un títere, manipulado y tirado junto a juguetes desechados, algo inservible que cumplió con el objetivo de otros que solamente buscaban justicia, una justicia justificada, pero eso es algo que aún me queda por averiguar.
—Otra cosa —continúo hablando el señor que llevaron a declarar—, a la esposa también la he asesinado —solo se escuchan respiraciones en la sala, ser abogado le da derecho a entrar donde otros no pueden y eso confirma lo dicho—. Sea como sea que termine esto, sé que no tocarán, ni violarán a más nadie, alguien lo tenía que hacer.
Tiene razón, en su ahogo, en su dolor, en su conciencia, nadie sabe el dolor que pueden experimentar los padres al ver a su hijo maltratado de esa manera, este pensamiento me hace mirar a mi madre y necesite estar en sus brazos, pero esa necesidad queda ahí, en mis pensamientos.
—¿Me puedo ir? Por favor —pregunto mirando a mi madre y me observa con preocupación en sus ojos. No hago ni muestro ningún gesto en mi cara, apenas escucho la respuesta afirmativa del oficial y salgo del lugar rezando que lo brazos que deseo me consuelen estén disponibles.
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En el silencio de tu mirada.
RomanceJulia, una estudiante de turismo, llega a cursar su último año de estudio a una nueva universidad. Allí conoce a Verónica, una profesora que le cambia la vida desde que se conocen. Nueva en la ciudad, bajo el mandato de una madre que la involucra...