Sus brazos envolvieron mi adolorido cuerpo fuertemente, cómo si con ello pudiera quitar de mi piel todo el infierno de dolor que sentía, externa e internamente. Como si con eso fuera a sacarme de esta pesadilla, de este desastroso momento, donde todo es oscuridad y mi mente solo procesa en repetición todo lo que ha pasado hace pocos minutos atrás. ¿Cómo es que llegó tan rápido, si supuestamente estaba de viaje?
La señora que hasta hace unas horas vi cómo madre, me sostiene entre sus brazos. No me siento segura y empiezo a sentirme extraña, fuera del contorno del calor protector que desprende su cuerpo, necesito alejarme de ahí urgentemente.
La separo bruscamente y me pongo de pie, poniéndome lo más lejos posible. Mi llanto se intensifica y juro que trato de no explotar toda mi furia en ella, pero si no lo hago, sé que me hundiré más en la mierda y no podré salir nunca. No le digo nada, tratando de calmarme un poco, de nada vale gritar si luego tienes que enfrentar los hechos con la misma persona. Mantengo el silencio, suficiente conocimiento tiene de su hija como para saber lo que pasa por mi mente y me ocurre en este momento. Intenta acercarse, pero la detengo.
—¡No te me acerques! ¡Por tu culpa estoy así, hecha mierda! ¡Por tu culpa casi me matan, casi me violan! ¡Por tu culpa Martha! ¡Por dejarme sola, por no frenarlo! ¡Por aceptar y permitir que le hiciera esto a tu hija, la que trajiste al mundo! —me le acerco amenazante— ¡Por tu culpa no tengo ganas ni de vivir!
—No digas eso, por favor —dice como puede con la voz quebrada tomada por el llanto, su rostro es indescifrable bañado en lágrimas, lágrimas que muestran su dolor, pero no me conmueve.
—¡¿Cómo crees que me siento ahora?!
—¡Perdóname por favor!
La veo caer de rodillas delante de mí y me quedo quieta, en silencio. La mujer guerrera que es mi madre se ha desplomado implorando y yo no sé qué hacer, como actuar sin que no la lastime más de lo está, pero mis fantasmas recién nacidos son mucho más grandes, ni siquiera merece que piense en darle el perdón.
—¡Perdóname! —escucho como ruega y alejo el agarre que había logrado darle a una de mis manos.
—¡Jamás te creí capaz de esto! De permitir semejante atrocidad. ¡Soy tu hija! —contemplo su rostro sin vacilación, ella continúa arrodillada mirándome con súplica y dolor en sus ojos— ¿Sabes qué? Se acabó, a partir de hoy olvida que existo, no mereces la pena, no mereces compasión, una madre no hace lo que tú has hecho.
—Hija por favor.
—¡No me llames así! Vergüenza debes de sentir al llamarme de esa manera. Mejor desaparece de una vez por todas.
—Perdóname.
Se pone de pie rápido y sin darme un segundo para que pueda escapar, me enreda en sus brazos y me abraza fuerte, llorando, suplicando por algo que en este momento no logro meditar. No tengo ganas de nada, ni de luchar contra mis pensamientos, ni todo lo demás que atormenta a mi cuerpo. De pronto siento un fuerte mareo y todo a mi alrededor se me fue poniendo negro, traté de agarrarme a algo, pero fue en vano no supe más de mí.
Desperté desorientada, no me encuentro en mi habitación (dudo que vuelva a ese sitio de la casa), si no en otra totalmente distinta, más grande, luminosa y amueblada. Su olor inconfundible y su melena rubia acarician mi rostro y por contados segundos me sentí en paz. Me muevo despacio, tratando de salir del enredo que tiene su cuerpo con el mío, pero el agarre de sus brazos se hace más fuerte. Me le quedo mirando y me es impensable que esta mujer haya sabido el peligro que asechaba a su hija y no haya hecho nada, teniendo todo o casi todo el poder en sus manos.
Los recuerdos de la noche anterior llegan como ráfagas a mi mente y mis ojos se humedecen dando la bienvenida a lágrimas que saludan al nuevo día.
—¿Por qué?
El llanto me hace estremecer y sus brazos me refugian en su pecho, pareciera que estaba despierta todo este momento estudiando mi reacción. Lloro desconsoladamente, tratando de sacar el dolor y liberar un poco el pequeño ataque de ansiedad que empieza a renacer en mi pecho, pero la sensación es tan fuerte que siento que duele el doble y me impide respirar adecuadamente.
—Sshh no llores más, por favor —sus palabras apenas rozan el consuelo, porque su intento es nulo ante mi desesperación, ante mi quebrantamiento.
—¿Por qué? ¿Por qué a mí?
—Te juro que hay una explicación, motivos muy fuertes me llevaron a hacer esto, espero que me entiendas.
—Nada justifica una violación o el intento de la misma —la enfrento más calmada—. No hay motivos suficientes en el mundo para que una madre ponga en peligro la vida de su hija.
—No íbamos a permitir que fuera tan lejos —la veo tragar grueso, siento que su corazón entra en taquicardia, mira hacia otro lado, ¿de qué va todo esto?
—¿Cómo que no iban a permitir? ¿Acaso sabías de antemano lo que ocurría y no hiciste nada?
—Estás en un trance delicado, no es buen momento para hablar de ello —noto desespero en su voz.
—¡¿Cuándo crees que es el momento?! Cuando logre su objetivo y me mate. ¡Me pusiste como carnada Martha!
—Hija por favor, todo tiene una explicación. Trata de calmarte.
—¡¿Qué me calme?! Me estás diciendo que todo fue planificado y estás pidiendo que me calme, para tu información estoy bien calmada, no me afectó como crees que lo hizo y no permitiré que lo haga. Pero tú si me has hecho daño, más que el mal nacido ese y con ello te digo que no me interesan las explicaciones, te las puedes me
No terminé la frase, ni me percaté en qué momento me separé de sus brazos y me puse de pie, percatándome que la rodilla golpeada apenas dolía.
—Déjame intentarlo, luego has lo que quieras, no te cierres en bandas sin escuchar lo que te tengo que decir.
—Ahórrate la explicación Martha. No quiero saber más de este tema, bastante tengo ya con lo que pasó anoche con ese hijo de puta —siento que la rabia se va apoderando de mi cuerpo, tengo que parar, no quiero explotar nuevamente.
Sale de la cama y se acerca a donde estoy, mirándome más allá de mi alma, alma que está oscura para ella ahora mismo.
—Te amo por encima de todo Julia, solo espero que algún día te decidas a escuchar lo que por derecho mereces saber.
—Lo siento Martha —cada vez que digo su nombre veo la punzada de dolor en su rostro, no soporta que me dirija a ella de esa manera—. Ahora mismo lo menos que quiero es escucharte, apenas estoy soportando tu presencia. Además, solo el hecho de que metieras a ese hombre en nuestras vidas y dejaras que pusiera sus sucias manos encima de tu hija, deja mucho que pensar con tu rol de madre.
Veo su mirada ser empañada por lágrimas y dirigirse al baño, aprovecho para escapar de este ambiente, pero el llanto de ella me detiene, sé que sufre y no niego que en medio de esta horrible pesadilla su dolor me duele.
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En el silencio de tu mirada.
RomanceJulia, una estudiante de turismo, llega a cursar su último año de estudio a una nueva universidad. Allí conoce a Verónica, una profesora que le cambia la vida desde que se conocen. Nueva en la ciudad, bajo el mandato de una madre que la involucra...