—No quiero que corrijas tus errores, ni el de los demás con lo que te han hecho. No tienes la culpa de nada, fuiste la víctima principal en todo este enredo donde hasta muertos hubo, que gracias a los dioses no fuiste tú, porque en este mundo lleno de personas idiotas e inteligentes, todo puede pasar. Tienes que mantenerte fuerte, no permitas que te afecte y menos si no lo ha hecho hasta ahora.
—¿Cómo se sale del hoyo? —pregunto acercándome a ella por la espalda, ya que lo que está cocinando le roba toda la atención, la abrazo— Mm huele delicioso.
—Como tú —se voltea y besa mis labios, sus ojos brillan emocionados—. Se sale de ese hoyo créeme, pero solo si tú deseas salir. Cuando tenía 13 años —continúa hablando mientras apaga la estufa —me pasó algo parecido, con un miembro de la familia, me afectó de tal manera que tuve que necesitar de profesionales para poder superarlo.
—¿Qué pasó realmente? —pregunto tras su repentino silencio y me arrepiento al momento haber preguntado— Perdón, no quise ser irrespetuosa, tal vez es un tema delicado para ti.
—No pasa nada, fue hace muchos años. Se sobrepasó, me tocó, nunca llegó a completar su objetivo, pero si me marcó, marcó mi vida y arrebató de mi lado lo que más amaba, me lastimó de una manera imborrable, pero superable. Pasé años yendo al psicólogo, hasta que me dije que ya era hora de continuar y lo hice, caminé hacia delante, atrás no había más que dolor. Por eso te digo que no dejes nada pendiente. Perdona, corrige, aprende y continua.
—¿Qué era lo que más amaba y te quito del lado?
—Mi madre.
Me quedo como piedra, no tengo palabras para enfrentar eso, pienso en la mía y un nudo se me forma en la garganta.
—Se me hace tan difícil aceptar y perdonar lo que me hizo la mía, que ya empieza a afectarme.
—¿Ya conoces las razones?
—Si. Pero no tengo evidencias, he perdido la confianza en sus palabras. Quedó de llevarme a un sitio, dice que tal vez así logre entender el por qué lo hizo.
—Haz lo que creas correcto, espero que no salgas lastimada nuevamente, así que piensa bien lo que harás.
—Gracias.
—Después que comamos vamos a un lugar, quiero que conozcas a alguien.
—Como desees —beso su cuello y huelo su suave olor—. ¿Cómo es que de pronto, la persona más arrogante para mí, me tiene a sus pies?
—No te pudiste resistir, mi amor.
—¿Quién podría? Me encanta cuando me dices así.
—¿Así como? —pregunta mostrándose confusa o fingiendo estar confundida.
—Mi amor —la beso eufóricamente e invado su boca con mi lengua, hasta hacerla gemir.
—Joder Julia —jadea—. Eres tan excitante, tan mujer, tan ansiada, tan exquisita.
—Usted tampoco se pudo resistir profe.
—No podría —me atrae hacía ella y besa con devoción mis labios, saborea el beso y mis piernas se vuelven gelatinas cuando hace eso.
Segundos después me encuentro encima de la mesa, con ella entre mis piernas y devorando mi boca, clamando lo que por derecho le corresponde, no podría negarle nada a esta diosa en cuerpo de mujer.
—Estoy empezando a quererte.
Dice bajando por mi cuello y abriendo de forma brusca la camisa que llevo puesta, dios, esta la voy a extrañar, era mi favorita. Sonrío ante su fuerza, es tan apasionante que lo haga, que llevaría siempre camisa, dispuesta estoy a perderla con tal que la rompa ella. Sus palabras, estoy empezando a quererte, continúan acariciando mi mente y haciendo estragos en mi corazón, tanto que no sé en qué momento se deshizo del resto de mi ropa, desperté de mi sueño cuando sentí su boca entrando a beber del rio que hay entre mis piernas.
—Verónica —susurro su nombre entre jadeos y gemidos unos minutos después, apenas puedo respirar con todo el placer que me está dando esta mujer, me mira—. Yo también estoy empezando a quererte —chupa con fuerza mi clítoris y le doy su deseado orgasmo, el primero de muchos que vendrán.
Caminamos en silencio, el lugar lo exige, nuestras manos se rozan, hasta que entrelaza sus dedos con los míos, yo no soy capaz de hacerlo y una vez más me demuestra que ella está preparada para lo que sea, que no teme dar el paso. En este sitio reina la paz, el sueño largo de la eternidad, todos somos inocentes aquí, el pecado no existe.
Nos detenemos frente a una lápida de mármol blanco, con letras perfectamente talladas, dejan leer el nombre de una persona, su madre.
—Hola mamá —la escucho hablar bajito, casi un susurro. Aprieta fuerte mi mano y se acerca a la tumba, coloca la rosa blanca que compró en la entrada al lado del nombre, dejando una caricia sobre él—. Te prometí que regresaría el día que encontrara a la persona con quien dar mis pasos. Te la quiero presentar, su nombre es Julia, es alumna donde imparto clases, si, saqué el master de historia que un día, antes de irte de mi vida te prometí. Dirás que estoy loca por haberme enredado con una estudiante, pero al amor no le importa ni edad, ni género y menos etapas. Solo te digo que llegó justo cuando no la esperaba y eso al principio me asustó, pero no pude resistirme. Si la vieras, sus facciones son preciosas, unos ojos azules que atrapan, bueno lo hicieron conmigo, alta, cabello rubio, testaruda, contestona, creída, un poco de ego le voy a poner —me mira con sus ojos llenos de lágrimas y le sonrío, ambas estamos igual—. Me enamoré mamá, me enamoré y no me arrepiento de haberlo hecho.
La llevo a mis brazos y le ofrezco mi pecho, sentadas en la tierra, al lado de ella, en el lugar que sea, siempre quiero estar.
—Pasaron ya 19 años desde la última vez que vine a visitarla, me levanté en la vida por ella, porque su amor y apoyo siempre fueron incondicional, mi padre me protegió y hasta hoy lo hace, pero la falta de mi madre aún me afecta. Esa noche mientras mi tío empezaba a abusar de mí, ella lo sorprendió en el acto, jamás la vi de tal manera, se volvió una fiera, se cegó tanto que no supo protegerse, ambos murieron, pero ella no merecía partir tan rápido, no lo merecía.
Lloró como nunca he visto a alguien llorar, mostró ante mí su debilidad, la mujer de hierro frente al alumnado no existe, pero entiendo su rol, la lejanía de la falta de respeto, la cercanía a la perfección en sus métodos, es lo que su madre hubiese querido que fuera. Mezclo sus lágrimas con las mías en un casto beso, sellando una promesa que sin palabras sé que voy a cumplir.
—Julia —susurra mi nombre y la vuelvo a besar.
—No me iré a ningún lado, no ahora que nos hemos encontrado
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En el silencio de tu mirada.
RomanceJulia, una estudiante de turismo, llega a cursar su último año de estudio a una nueva universidad. Allí conoce a Verónica, una profesora que le cambia la vida desde que se conocen. Nueva en la ciudad, bajo el mandato de una madre que la involucra...