—Niñata estúpida, ¿acaso no vez que esta obsesión por ti va más allá de un simple cuchillo? —se acerca más a donde estoy y en modo de defensa levanto el cuchillo hacia él y lo hace detener.
—Eres un cerdo. No entiendo como mi madre pudo fijarse en ti.
—Porque tu madre es otra puta más de las muchas que han caído ante mí, que su hija esté más buena, fue sorpresa, pero yo soy un macho y por ende tomo lo que es mío, me pertenezca o no y tú, lo serás, quieras o no.
Sus palabras hacen que mis ganas de vomitar aumenten, lo veo acercarse más al notar mi estado de confusión.
—No te atrevas a dar un paso más. Porque juro que te corto.
—Con agallas, así como me gusta. Más apetitosa no puedes ser, yo te voy a enseñar a ti lo que es respetar a un hombre como yo.
Su móvil suena y eso me distrajo dos segundos, error mío, porque le dio ventaja y se abalanzó sobre mí, esquivó el cuchillo y me empujó bruscamente hacia el mueble, golpeándome contra este. Solté un quejido de dolor y sentí mi defensa flaquear, al ver como el objeto cortante caía de mis manos a varios pasos de nosotros. Me agarró del cabello fuertemente y me empujó violentamente sobre la cama. Todo había pasado tan rápido que apenas me dio tiempo a reaccionar.
Estoy totalmente en shock. No atino a hacer nada, es como un trance donde todos tus músculos se quedan paralizados e impiden que te puedas mover y eso favorece a los instintos de tu atacante. Saca una ventaja notable y puede hacer contigo lo que le dé la gana sin ningún tipo de resistencia y este es mi caso en estos momentos, un cuerpo estancado en sus reacciones que para nada son defensivas.
El sonido de su móvil me regresó a la realidad, este seguía sonando, pero el muy cerdo pasaba de él, obvio, no tenía nada mejor que hacer que atacarme a mí y romper mi vida en pedazos.
Intenté ponerme de pie, pero el golpe que recibí en mis labios me hizo caer nuevamente, algo atontada, mareada por la fuerza que empleó al golpearme. Con la vista un poco nublada vi cómo se desabrocha el cinto de su pantalón, mi cuerpo que está cubierto por escasa ropas le favorecía en ventaja, pero si quiere cumplir su objetivo va a tener que matarme. No sé de dónde saque fuerzas, o estas llegaron voluntarias a mi cuerpo, intenté levantarme nuevamente, recibiendo otro empujón brusco el que me favoreció para proporcionarle un golpe lo suficientemente fuerte en su entrepierna, lo que hizo que se retorciera de dolor y lograra escaparme de su agarre.
Caí al suelo ante su intento de detenerme, golpeándome las rodillas haciéndome gritar de dolor. Me estampé feo, sí, pero vi la ventaja de ese punzante acto al notar que a dos cuartas de mi mano se encuentra el cuchillo.
—¡Serás perra!
Lo escuché decir antes de darme una patada en mis piernas, pero ante tanta acción me había vuelto inmune al dolor, ya no sentía nada, solo un nivel alto de supervivencia, o es él, o soy yo, uno debe de ganar y nunca me he sabido perdedora. El sabor a sangre en mi boca hizo recobrar vida a todos los sentidos inactivos que tenía.
Tomé el cuchillo y me adueñé de él como el inicio. La defensa es permitida en todos actos como estos, tengo una excelente abogada que hará lo que sea por su hija, cuando de esto se trata, si no, prefiero vivir en la cárcel a ser violada. Las afectaciones psicológicas que dejan las violaciones no están infravaloradas, ya que cada persona las asimila de manera distinta y yo no me quiero ver pasando por ese peldaño arrebatador de sueños y deseos.
Me volteo cómo puedo y él viene a por mí con toda su furia mezclada con rabia, jamás había visto tanto amor hacia actos macabros como el que veo en su rostro. Lo único que puedo sentir segundos después de que se me fuera arriba es la carne rompiéndose cuando clavé el cuchillo en él. No sé qué parte de su cuerpo penetré, solo sé que ahora lo veo temblar y termina de caer encima de mí sin fuerza, totalmente derrotado. La sangre no demora en aparecer en pequeña cantidad, ya que el cuchillo permanece dentro de su carne he impide que esta salga en mayor proporción.
¡Lo maté! Es lo primero que llega a mi mente, lo he matado. Miro mi mano, tengo varios dedos manchados de sangre y siento que empiezo a entrar en shock, desespero, agobio. Lo aparto lentamente y permito que el aire llegue a mis pulmones tortuosamente, mientras mi cuerpo sufre un colapso de emociones que impiden que me pueda poner de pie.
No lo miro, no me atrevo a hacerlo, pensar que lo he matado me empieza a hacer estragos en la mente. Mi pecho sube y baja rápidamente, trato de calmarme lo más que puedo y con ello solo consigo sentarme. Me lleno de valor y lo miro, pero no hay movimientos en él, tampoco veo que respire y en mi situación creo que ver un cuerpo postrado es suficiente.
El cuerpo empieza a enfriarse y el dolor en la pierna comienza a volverse incómodo. Como puedo me pongo de pie y me siento sobre la cama. Observo su cuerpo en el suelo con varios espasmos de temblores, ir recobrando conciencia me permite ver que no está muerto y eso me hace respirar con más tranquilidad.
Un llanto desgarrador sale de mi pecho y me desplomo mentalmente, jamás en mi corta vida había imaginado que me podría suceder algo como esto. Me siento tan sola, tan perdida, tan insignificante que temo poder recuperarme de esto. Las pocas neuronas despiertas empiezan a menguar y no logro recapacitar ni siquiera al diez por ciento de mi capacidad. Veo el charco de sangre que se va formando al lado izquierdo del cuerpo, descubro donde lo apuñalé y esto está cada vez peor.
—Mamá —es la única palabra que sale de mis labios. La necesito, necesito su fortaleza, su osadía, el calor de sus brazos, su seguridad.
Me pongo de pie y con un poco de esfuerzo llego hasta el baño, observo mi rostro a través del espejo y no me reconozco, solo espero que mañana todo sea más claro y tenga fuerzas suficientes para enfrentar todo lo que se me viene encima. Lavo con violencia mis dedos debajo del agua, tratando de sacar todo rastro de sangre que hay en ellos, necesito empezar a limpiar y este es solo el principio.
No sé cuánto tiempo pasé en el lavabo, solo que cuando salí del baño me llevé la sorpresa de la ausencia de su cuerpo, mi mundo se redujo a cenizas y se envolvió en nieblas. Su cuerpo no está, varias de mis neuronas empiezan a recobrar vida y actuó de inmediato, sigo su rastro de sangre hasta la entrada de la casa donde este desaparece repentinamente, bastante extraño, pero el alivio de no verlo matado es tan grande que no pienso en ello. De pronto siento más temor que al principio de todo, aún está con vida y eso duplica el peligro en mi existencia.
Pero si eso me provocó miedo, este aumentó considerablemente cuando regresé a mi habitación, recuperada un poco de todo lo que había pasado y vi que el celular seguía con la llamada que había iniciado antes de que pasara todo. Temí porque conozco un poco sus reacciones cuando me tocaban sin mi consentimiento, temí porque es de las personas que si se tiene que encargar de hacer justicias con sus propias manos lo hace. Volví a tomar el teléfono y lo llevé al oído, ella había escuchado todo, como casi me violan, escuché sus sollozos, estaba llorando descontroladamente y se me encogió el corazón al percibir su dolor, sé que se siente culpable y yo no encuentro a quien más culpar. No le había llamado a Sara, si no a mi madre. Suspiré y colgué la llamada, ya sin lágrimas por derramar, sin alma para perdonar.
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En el silencio de tu mirada.
RomanceJulia, una estudiante de turismo, llega a cursar su último año de estudio a una nueva universidad. Allí conoce a Verónica, una profesora que le cambia la vida desde que se conocen. Nueva en la ciudad, bajo el mandato de una madre que la involucra...