Capítulo 16: "Defensa permitida 1".

2.2K 211 5
                                    

 

Si la naturaleza guiara lo que hacemos, todo sería perfecto, pero no somos más que animales moldeados a su perspicacia de querer poner más emoción a sus grandiosas creaciones en el planeta. Creo que al final la atacamos porque ella nos ha hecho vulnerables a sus maravillosos e inalcanzables encantos. No tiene justificación emprender venganza hacia donde pertenecemos, pero el habitad nos ha hecho imperfectos y gracias a ello hay tanta diversidad y maldades, cosas que van más allá de nuestra propia inteligencia y convivencia sin límites de actos.

Con la mente noqueada por tantos sucesos, introduzco la llave para abrir la puerta que me dará acceso a la casa que es de mi madre. La sensación de que salga corriendo de aquí en estos momentos es evidente en mis instintos. Pero no lo hago, los seres humanos somos curiosos por naturaleza y ello me lleva a querer quedarme en esta oscura y solitaria mansión, capaz de albergar todo tipo siniestro de oscuridad y soledad.

Mientras camino en el interior, solitario y frio, entre aquellas paredes, puedo palpar el miedo que empieza a recorrer por mis venas. Me voy sintiendo enjaulada en una capa de impotencia, incapaz de frenarme o de adelantar, es como caer al vacío y quedar en el pendiente y no tocar fondo, dejándome a la deriva de lo que pueda o no pasar. Todo se vuelve caótico cuando el cerebro empieza a interactuar mandando señales a tu cuerpo incrementando las sensaciones de pánico en él.

Camino hasta la cocina y sacio mi sed con ansias, no hidratarse en todo el día puede traer graves consecuencias si estos hábitos se vuelven rutinarios y no quiero a mis casi 24 años tener que enfrentarme también a una de ellas. Uno de los utensilios más usados en aquel departamento de la casa llama mi atención. Me insta a cogerlo y lo hago. Es filoso, lo suficiente largo para atravesar el cuerpo de una persona sin ningún problema, tenerlo entre mis manos me causa una gran seguridad.

Hoy serás mi acompañante. Hablo mentalmente a aquel objeto y me dirijo hacia mi habitación con él entre mis dedos. Tanto caminar por horas empieza a causar efecto en mi cuerpo y este pide a gritos la cama, así como mi mente pide relajarse y estar en paz.

Pero la realidad me golpea de tal manera, que no me creo capaz de darle descanso a mi cuerpo, ni paz a mi mente. Me encojo más de lo que estoy entre las sábanas, como si ellas me pudieran proteger de cualquier ataque que se le pudiese ocurrir a ese mal nacido en esta noche. Estar sola en mi hogar por más de dos días, no se me hace para nada agradable en estos momentos. A cualquier joven de mi edad tener una casa como la que comparto con la mujer que me trajo al mundo, a su disposición, le encantaría. Todo lo contrario, pasa conmigo, que, en vez de liberación, siento pavor.

El hecho de estar sola en un lugar, sabiendo que un acosador puede aparecer de la nada y atacarte cuando menos te lo esperes, es espeluznante y no ayuda en nada, saber que mi fortaleza física no es suficiente contra sus más de 1.85 metros de altura, más fuerza muscular, la cual es evidente que tiene.

Pienso en Martha, duele llamarle madre después de lo que confesó. Algo me dice, que, lo que está sucediendo no es todo, que hay mucho más escondido. El hecho que ella haya permitido que Miguel Ángel asediara a su propia hija sin miramiento alguno, deja mucho que pensar y más de una mujer como ella, que lucha contra todo tipo de maltrato hacia el sexo femenino que pueda existir.

Todo ha pasado tan rápido, es como si me hubieran tirado a un lago congelado y me hayan dejado ahí a mi suerte. Morir de hipotermia no debe ser para nada agradable, esa opción queda descartada de mis pensamientos. No sé en qué momento mi vida llena de tranquilidad y alegría se tornó oscura, sin energías positivas, de malos ratos y dolorosos maltratos.

Once de la noche, el sueño y el descanso deben de estar vagando lejos de esta habitación y de todos los contornos de la casa, porque no lo logro alcanzar y deseo desesperadamente poder dormirme. Aunque, no creo que sea muy buena idea, hacerlo. Pero, necesito con urgencia desconectar de todo esto que me persigue y atormenta mucho más, cada segundo que pasa.

El sonido en la puerta de mi habitación me sobresalta. Es tan potente que me obliga a salir de entre mis sábanas en movimientos rápidos. Una mano va automáticamente hasta debajo de la almohada y vuelvo a tomar entre ellas al objeto que subí conmigo hace unos cuantos minutos atrás. Se que es él, el hecho que mi madre no se encuentra en casa, le hace saber que tiene campo abierto, libre de minas y ello le favorece al momento que estaba esperando para presentarse ante su presa. Sé que nada lo detendrá, su objetivo y obsesión soy yo, es tan desagradable lo que me hace sentir que empiezo a temblar descontroladamente.

Cojo el celular, alguien tiene que ser testigo de lo que sea que está por pasar. Pienso en Sara, mi madre debe de estar demasiado ocupada como para contestar a su hija y después de lo de hoy, yo tampoco quiero que sepa que por su culpa todo esto está pasando, que por su culpa en estos momentos el aire no llega bien a mis pulmones y el miedo es tan potente que las ganas de vomitar cada vez son peores.

—¡Sé que estás ahí!

Lo escucho gritar, juraría que por su voz está borracho o drogado, consciente no es lo suficiente hombre como para hacer lo que hace. No digo nada, solo espero impaciente, pensando en los pocos segundos que me quedan disponible de qué manera actuar frente a él, para que no se dé cuenta del miedo que me rodea y causa su presencia y macabros actos. Tengo el celular listo y agarro fuertemente la empuñadura del cuchillo con el cual pienso defenderme cueste lo que cueste.

Al percatarme que los golpes en la puerta son más impetuosos, marco al contacto, el cual no me pude cerciorar bien ante tanta distracción. La puerta de mi habitación se venía abajo de una patada. Frente a ella, un hombre violento, cegado por la ira. Causa pavor su aspecto. Todo esto es como una película de terror, pero no es más que la puta realidad, la que me tocó vivir a mí. Mi desdicha es para dejar de existir en este mundo.

—¡¿Crees que me podrás detener con eso?! —grita señalando el cuchillo que sostengo en mi mano derecha con fuerza.

—No lo sé. Solo sé que si lo tengo que usar no dudaré en hacerlo. Así que no te atrevas a acercarte a mí. Desgraciado.

Su risa macabra hace que se me encoja el estómago de temor, que se me erice la piel y mucho más miedo que no se de donde salió se apoderó de mi cuerpo. Pero, no permito que me lea, controlo mi temblor y permanezco frente a él con determinación y fuerza. Él ha entrado a la habitación, dispuesto a cumplir su objetivo, violarme y yo, tengo que cumplir el mío, protegerme.

En el silencio de tu mirada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora