—Yo me hice cargo de todo eso cariño, tengo en mis manos las pruebas suficientes para que salgas ilesa de todo esto. Además, los testimonios de varias personas que fueron atacadas por ellos están a tu favor.
—La única prueba que hay es la del cuchillo con el que lo apuñalé, terminando así con su vida.
—Me subestimas hija, no lo deberías hacer.
—Duele que me llames así, por favor no lo hagas. Y no te subestimo, no después de conocer sobre tus dotes detectivescos —desconecta su mirada de la mía para llevarla a sus manos.
—Se supone que eso no se debería saber, el abogado que designé es demasiado hablador, se va a enterar cómo se tiene que guardar algo tan confidencial y personal.
—Si quieres que algo no se sepa, no lo hagas. Tarde o temprano me iba a enterar, pero me gustaría haberlo escuchado de tus labios, no de otros que no demuestran ni un ápice de respeto hacia ti, no sé si me equivoco, pero este tipo parece salido de un laberinto lleno de hipocresía.
—Julia —me reprime las palabras, pero es lo que pienso, tal parece que olfatear personas falsas se me hace bastante fácil—. Es un hombre que aún vive bajo el trauma de lo que le sucedió a su hijo, tal vez confundas las cosas.
—Me he equivocado bien poco en ese punto Martha, solamente decir lo que debería ser un secreto, ya deja mucho que pensar de él. Pero es un tema que doy por terminado, luego si quieres me cuentas los detalles. Ahora el que realmente importa y me tiene con las ganas de continuar a tu lado, nulas. ¿Por qué yo? ¿Por qué a tu hija?
—No es justificación lo que te voy a decir a continuación, pero mereces una explicación, eres la más perjudicada en todo esto y aunque no me creas, duele —toma prestados unos segundos del tiempo y hace silencio, para luego continuar—. Lo hice porque se cómo eres y de lo que serías capaz de hacer para defenderte. Una mujer como tú nunca permitirá que se le maltrate, además de contar con una fortaleza psicológica sorprendente, lo suficiente para evitar que caigas en depresión y así puedas continuar como si nada hubiera pasado, sin necesidad de un profesional.
—Eres increíble Martha —digo sentándome más cerca de ella— ¿De verdad crees que me convencerás con esa escusa barata?
—Como tú muchas sufrieron su acoso, y siempre logró su objetivo. Es algo que no es de ahora, llevaba años haciéndolo junto a su esposa. No importaba que fueran hombres o mujeres, con tal de abusar y violar no les importaba nada, ni géneros, ni color, ni raza. Hasta ahora siempre se salieron con la suya, solo denuncias, nunca una prueba, varias jóvenes violadas, con secuelas para toda la vida eran sus logros y la añorada libertad. Excelente abogado, esposa intachable, ningún punto fuera de lugar, todo un ejemplo ante y para la sociedad. ¿Sabes que es lo peor? —niego con la cabeza— Que la mayoría de sus víctimas fueron personas de bajo recursos, las cuales no tienen si no para comer solamente, hasta que se obsesionó con el hijo de Guillermo, Luis, que aún bajo amenaza le contó a su padre, padre que tuvo cojones de aguantar tal humillación moral y maltrato a su hijo y creó un plan. Ahí es donde entro yo, no te creas que fue fácil para mi aceptar y tomar una decisión como esa, cuando eres lo único y más importante en mi vida. Investigamos, lo seguimos de cerca, estudiamos los perfiles de sus víctimas y concuerdan con el tuyo, solo que en belleza física las triplicas. Estábamos seguros que se volvería loco cuando te pusiera un ojo encima y yo sabía cuál sería tu reacción.
—Pero siempre lo defendiste.
—Tenía que ser creíble Julia, un solo fallo y te darías cuenta, eres muy inteligente como para no hacerlo.
—Aún no logro entender, ni aceptar que lo hayas hecho, no con lo que dices amarme.
—Abre tu mente, entenderás el día del juicio cuando conozcas a las testigos que declararan a tu favor con sus testimonios.
—Sabes que necesito curarme, ¿verdad? Curarme internamente Martha —el dolor cuando la llamo por su nombre no deja de reflejarse en su cara—. Necesito espacio, porque duele mirarte, duele hablarte.
—Espero un día puedas perdonarme.
—Yo también espero poderlo hacer.
Nos envuelve un silencio incómodo, nunca me había sentido fuera de lugar estando con ella, nunca había experimentado tantos deseos de desaparecer del lado de una persona y empiezo a odiarme por ello, tengo que ser de piedra para que no me conmueva su desespero por lograr mi perdón. La puerta de la habitación se abre luego de tres toques y unos segundos de espera por el médico de turno.
—Aquí tiene los papeles de su alta hospitalaria, si cumple con lo indicado y orientado en estos documentos, aparte de lo que le expliqué, no será necesario volverla a ver por estos lados, solo hasta el día de retirar las suturas.
—Gracias doctor —me quedo mirando al de la bata blanca y luego a mi madre.
—No sabía que te darían de alta.
—Pensé darte la sorpresa, nunca hemos dejado de celebrar juntas tu cumpleaños y esto —dice señalando su hombro izquierdo donde tiene la herida de bala—, no me lo va a impedir.
Sonrío, esta señora va contra todos pronósticos incluidos los de la salud. Intento ayudarla a ponerse de pie, pero noto que su fortaleza física es lo suficiente para que pueda hacerlo sola, pareciera que no le han disparado, esta mujer es de hierro. Recojo todo lo que le pertenece, mientras la escucho hablar por teléfono. Caminamos despacio hasta la salida donde nos espera un auto.
—Hey —una voz desconocida habla a mi espalda, me doy la vuelta para encarar a quien sea me haya hablado tan cerca.
—Hola —sonrío educadamente a la persona que ha llamado mi atención, la enfermera coqueta como le llamó mi madre en unas de nuestras conversaciones.
Apenas le pongo atención cuando veo un coche negro que reconocería entre miles, aparcar a varios metros de donde me encuentro y observo a mi amiga bajar de él. Me sorprende que de repente todos están implicados en mi historia, de Sara es normal, ella admira a nivel de fanatismo a la profesora Verónica, que desde el puesto de conductor y a través del cristal delantero me atraviesa con la mirada y pareciera que quiere matar a la que se encuentra a mi lado. Observo apenada a la joven que me había hablado y ella miraba en la misma dirección, hacia el auto.
—Entiendo. Fue un gusto.
Es lo único que dijo antes de alejarse. Miro a mi madre que ya se encuentra sentada en el puesto de copiloto, esta ríe y ruedo los ojos.
—Tú y yo tenemos que hablar —me dirijo a Sara que me abraza y sonríe.
—Está bien, pero en otro momento, ahora ve con ella —Sara mira hacia el coche y luego a mí—. Nunca vi tanto brillo en una mirada como la que muestra ella cuando habla de ti. Yo me voy con tu madre —esto último lo dijo un poco nerviosa, pero es mejor no decir, ni demostrar nada.
—Necesito hablar con ella —me dirijo a mi madre, pero ella está perdida en Sara— ¡Mamá! —ni siquiera me percaté que la había llamado por lo que realmente es.
—¿Desde cuándo eres tan sexualmente activa? —pregunta posando sus ojos en los míos con una sonrisa de felicidad en el rostro.
—Desde que sus manos lo descubrieron.
Suelta una carcajada típica de ella y da la orden para irse. Observo como se aleja y me vuelvo hacia la profesora, no dejo de mirarla en lo que me dirijo a su coche. Apenas llegué a cerrar la puerta de este y ya la tenía devorándome la boca, sus besos entierran cualquier problema que yo tenga. Suelto un jadeo cuando se separa y la miro alucinando.
—No quiero volverte a demostrar que eres mía y que yo te pertenezco.
Nunca me gustó la posesión de la persona por otra, nadie es dueño de nadie, pero en ella, resultó ser excitante, escalofriante y encantador.
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En el silencio de tu mirada.
RomansaJulia, una estudiante de turismo, llega a cursar su último año de estudio a una nueva universidad. Allí conoce a Verónica, una profesora que le cambia la vida desde que se conocen. Nueva en la ciudad, bajo el mandato de una madre que la involucra...