Abi Jara
Octubre del 2018
Parecía un día como cualquier otro, volvían las rutinas diarias de ir a la escuela, ir a trabajar, realizar los deberes, hacer ejercicio, desayunar, entre otras cosas, pero para mí no era un día común, hoy realizaba el examen de admisión de la Universidad, mis nervios estaban totalmente en las nubes o talvez millones de metros bajo tierra, no sé en donde se encontraban mis nervios ese día, pero solo sé que estaban fuera de mi alcance.
Pase toda la noche imaginándome el ser ingresada a la universidad, caminar por los pasillos, correr de un lado para otro desorientada sin saber en qué salón me tocaba recibir clases, disfrutar las horas de descanso en el césped y el pasar mucho tiempo en la biblioteca gozándome por estar rodeada de muchísimos libros. Esta era mi parte positiva, pero mi parte negativa me hacía pensar en que no podría pasar ese examen, en que la universidad no me aceptaría y que no tendría más opción que conseguir trabajo y esperar todo un año para intentar realizar nuevamente ese examen.
Pase toda la noche moviéndome de un lado hacia otro, cantando alabanzas, hablando conmigo misma por los nervios, pidiéndole a Dios por mi examen de admisión y cuando la alarma sonó yo estaba despierta sin haber dormido nada, los nervios no me dejaron descansar y me ponían en una condición muy complicada, ya que me sentiría muy agotada por el hecho de no haber dormido nada, a pesar que antes de meterme a la cama puse todo en manos de Dios, era inevitable no sentirme nerviosa y pensar cosas tontas.
Ya estaba lista para marcharme, tome mi bufanda preferida (de hecho la única que tenía) y antes que nada revise como unas diez mil veces si llevaba lo necesario para realizar el examen, y cuando salí de mi habitación me encontré con mi madre que ponía la mesa para el desayuno, no tenía intenciones de desayunar y esto se lo debía a mis nervios, pero negarle el desayuno a mi madre sería una completa pérdida de tiempo, la conozco muy bien y sé que no me dejaría salir de casa sin antes haber desayunado aunque sea un trozo de pan o café.
— Buenos días mi hermosa universitaria — Dijo mi madre mientras servía café en una jarra que puso delante de mí — Hice café, hay pan, huevos con tocineta, aguacate, frutas...
— Solo tomaré café madre — Me apresure a decirle, me posee detrás de ella, le abrace y le di un beso en la mejilla — Y buenos días mi hermosa madre, aun no soy universitaria, pero en nombre de Dios espero serlo muy pronto.
— Así será mi hermosa, así será.
Ambas establecimos una pequeña conversación, yo tomaba mi café mientras mi madre me contaba lo que planeaba hacer durante el día.
Se escuchó el sonido de la bocina de un vehículo que conocía perfectamente, era mi mejor amiga, casi hermana llamada Samantha, habíamos quedado en que ella pasaría por mi para ir juntas a la universidad, Samantha era un año mayor que yo y juntas iríamos a realizar el examen de habilidades, cabe destacar que nos graduamos juntas de primaria y secundaria, su retraso de un año en la colegiatura se debía a un cambio repentino de ciudad que tuvo que realizar su familia cuando Samantha tenía tan solo 9 años. Doce meses más tarde ella ingresó a la misma escuela que yo y desde entonces nos volvimos muy cercanas.
— Mamá me tengo que ir — Dije levantándome de la silla y acomodándola nuevamente en su sitio para luego darle un beso a mi madre y poder retirarme.
— Jehová, guarde tu salida y entrada desde ahora y para siempre mi hermosa.
— Amen mamá, te amo.
—Te amo muchísimo más cariño.
Salí de casa y ahí se encontraba Samantha en su Volkswagen Beetle de color rojo, a pesar que era moderno, por su marca e historia decidimos llamarle el Vocho.
— Corre Criatura divina que llegaremos tarde — Dijo mi mejor amiga entre gritos.
— Aquí voy, no me presiones que me pongo más nerviosa de lo que ya me encuentro— Dije mientras me sentaba en el asiento del copiloto y le saludaba de beso en la mejilla.
— Bien, ponte el cinturón que buscaré sacarle alas a nuestro pequeño Vocho...
~~~~~~
— CORREEE, CORREE QUE NO LLEGAMOS!! — Gritaba Samantha agitada mientras ambas corríamos por el pasillo de la universidad.
Minutos antes nos habíamos perdido, la Universidad de Illinois Urbana Champaign era demasiado grande y contaba con diferentes puntos de ingreso, la entrada más grande parecía ser la entrada principal, pero nos habíamos equivocado, por lo que nos mandaron a otro sitio en el que tuvimos que correr ya que la prueba iniciaba en solo minutos.
— Estoy segura que no vamos a llegar, lo hemos perdido abi, hemos perdido el examen!!
— Samantha corre, por amor de Dios se mas posit...— En ese preciso momento mi cuerpo chocó contra algo o alguien, aun no lo tenía muy claro. Si era una cosa me habría pegado mucho mas fuerte, pero si era alguien la verdad tenía un cuerpo demasiado firme. Sentí como presionaban mis brazos con mucha fijeza y fue entonces en ese momento que supe que no era algo, sino más bien alguien.
— La próxima vez observa con más cuidado por donde caminas, no puedes correr de esta forma por los pasillos, podrías ocasionar un accidente simplemente por tu torpeza — Era un chico demasiadamente frío, por el tono de su voz y sus palabras pude darme cuenta que no era una persona para nada agradable, parecía no tener empatía y mucho menos sentimientos.
— De verdad lo siento mucho, yo solo... — Ni siquiera logre dar una explicación para expresar mi arrepentimiento ante aquel incidente, cuando este chico que era más frío que Alaska me interrumpió.
— No me vengas con "peros" — hizo énfasis en la última palabra — los detesto, así que la próxima vez ten más cuidado y si tenías tanta prisa mejor sigue tu camino— Expresó mientras me señalaba el pasillo.
— Perdóneme príncipe, no quise ocasionar este choque a propósito, espero la situación no se repita — Respondí mientras me acomodaba mi bufanda, porque ofendida, pero jamás vencida — Dios mío, al padecer a este chico no se le puede tocar ni una uña — Murmure mientras me dirigía hacia Samantha para seguir con nuestro recorrido — Corre más rápido Sam, que si antes no llegábamos mucho menos ahora.
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No Compatibles
RomanceNovela Cristiana. El primer amor de Abigail una vez fue también el de Daniel, pero su fé se quebranto una noche donde la luna estaba completa y brillaba junto a las estrellas, su fé se perdió un día no cualquiera, y nunca pensó que alguien lo guiara...