Capítulo XXXIV: Ataduras

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Dani Sáenz

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Dani Sáenz

Abby tenia razón, la feria era mucho mejor a esta hora, las luces brillaban como estrellas a nuestro alrededor, y a pesar que no me encontraba de animo para venir, los chicos, terminaron convenciéndome y así fue como sin querer termine aquí. Admito que nunca espere tener un muy mal resultado, pero no puedo cambiar ya nada y queda dejar fluir todo con paciencia y calma. Talvez me de un año sabático y así pueda ordenar mis pensamientos, saber que me gusta y a lo que me quiero dedicar. 

No debería ser justo que este hermoso grupito intente colarse — escuche decir a nuestra espalda. Entonces gire y lo vi nuevamente a la cara.

Carlos tenia su mirada fija en mí, como si esperase algún tipo de reacción. Pero este momento por alguna extraña razón sentía por primera vez en la vida una extraña calma. Y digo extraña porque cada vez que lo miraba me frustraba y sacaba de mi toda rabia, la sangre me hervía porque sabia cuanto disfrutaba haciéndome sufrir y verme así. Pero hoy era diferente.

¿Qué pasa? ¿Acaso se les comió la lengua los ratones? 

Creo que simplemente no tenemos ganas de seguirte el juego Carlos — respondí, con la voz más calmada de lo que me hubiera imaginado. Di la vuelta y seguí viendo en dirección a la rueda frente a mi.

Y lo entiendo, enterarte que NO eres admitido en la universidad debe ponerte de muy malas por supuesto. — dijo en tono sarcástico.

¿Y tu como sabes que no lo aceptaron? — Santi hizo la pregunta que al parecer todos teníamos. 

Digamos que el decano de la universidad fue un muy buen amigo de mi abuela que en paz descanse, hace unos días nos tomamos un café juntos. Y el hecho de que vandalizaras la tumba de mi abuela... a él como que no le agrado mucho.

Su comentario me dejó perplejo. Carlos tenia todo que ver con lo acontecido al no ser admitido, entonces fue él quien se aseguro que no me aceptaran en la universidad. Lo mire a los ojos y esta vez trate de descifrar algo mas allá que su fachada de arrogancia y victoria de la que según gozaba. Y allí, en su mirada, vi una sombra de dolor y resentimiento que jamás había podido encontrar, es como si guardara un sentimiento que no ha podido expresar por mucho tiempo.  

¿Por qué, Carlos? —pregunto Santi— ¿Por qué siempre intentas destruir a Dani? ¿Qué ganas con esto?

Hermano ya déjalo — Toque el hombro de Santi — creo que no vale la pena cuestionarle nada, solo quiero decirte que te perdono Carlos.  

Carlos pareció sorprendido por mi respuesta. Su sonrisa vaciló por un momento, parecía confuso.

Pero lo que si quiero que sepas es que yo no vandalice la tumba de tu abuela, eso que quede claro. Jamás lo haría. — Antes de darme la vuelta nuevamente lo abrace y dije en voz baja — No importa cuánto dolor hayas pasado, lastimar a los demás no arregla nada. Acabo de ver todo el peso con el que cargas y ocultarlo con estos actos solo lo empeora todo.

¡QUITATE! — grito dándome un empujón. 

Siempre hay una mejor manera de enfrentar nuestras luchas. 

Carlos se dio la vuelta y se alejó sin decir una palabra más. Abby presionó mi mano, y cuando la miré, sonreía como una madre orgullosa de su pequeño.

No me veas así, te pareces a mi padre cuando supo que me aprendí los nombres de todas sus llaves y herramientas. 

¡Oh! Dani que quieres que haga, estoy muy orgullosa de ti.

La tarde paso tan rápido y de diversión en diversión que mis ánimos ya habían cambiado. En la rueda me la pase tan bien viendo a Abby temerosa de la altura y del movimiento de los vagones. Ambos íbamos un vagón mas arriba que Santi y Sam. Carolina por otro lado decidió no acompañarnos ya que le tenia pánico a todos estos juegos y decidió esperarnos abajo. 

La tarde fue divertida como siempre. Luego de pasármelo bien escuchando los chillidos de Abby en la rueda, nos fuimos al puesto de tiros donde me gane un oso de color rosa que le obsequie a Abby. Lo abrazaba como niña pequeña y se veía tan tierna que no dejaba de verla para guardar esa imagen en mi memoria de por vida. 

 El fin de semana llegó rápido, ya era costumbre ir a la iglesia cada sábado y pasármelo bien con los chicos. David, Jonathan y Esteban eras los músicos, pero Jonathan había enfermado y David andaba en un congreso, por lo que ese sábado Esteban se acerco a mi antes de que iniciara el servicio.

Necesito pedirte un enorme favor. — Se sentó Esteban junto a mi  — Hoy ni David ni Jonathan pudieron venir al servicio y necesito un musico, se perfectamente que tocas muy bien la guitarra y talvez tu ...

— Lo siento Esteban pero creo que no podre ayudarte — Dije de golpe, me acomode en mi silla y rasque mi pelo nervioso — No lo tomes a mal, pero estoy luchando cada día con cosas de mi pasado que necesito soltar, el tocar la guitarra me hace recordar y conectar con mi vida de antes, no me siento listo para esto, no ahora. 

— Dani, eres un chico muy pero muy privilegiado. Dios te ha dado dones excepcionales, no los entierres. Si aceptas talvez esta sea la oportunidad de librarte de tu pasado, de soltar toda carga con la que haz estado luchando. Talvez esta es la señal que Dios te ha enviado para que no te aferres mas a tu pasado y seas un nuevo Daniel, libre de cualquier atadura. 

Hacía tiempo que no tocaba la guitarra en una iglesia, la vez que lo hice en la noche de fogata éramos mucho menos personas y aunque el hecho de sentir la música entre mis dedos siempre había sido una de mis cosas favoritas, la idea de tocar en la iglesia me abrumaba.

Toca solo esta vez y te prometo que no te pediré que lo hagas una vez mas hasta que te sientas listo y preparado.

Esta bien — Acepte. 

Me levante junto con Esteban y caminamos juntos al escenario. Él improviso un espacio que estaba conformado por un banco y un par de micrófonos, me indico que me sentara e inmediatamente me brindo la guitarra. 

Tener en mis manos una guitarra me hacia sudar. Estaba muy emocionado, por que la música era algo que totalmente disfrutaba. Pero que me conectaba también con mi pasado, es decir con mi madre.

Buenas noches jóvenes. Vamos a ponernos de pie para iniciar el servicio de hoy. — Indico Esteban a mi lado — Vamos a iniciar con una melodía de adoración.

Esteban me dio señal de iniciar, pero me quede helado. No hablamos que tocaría. Todo fue tan improvisado que nunca me dijo que era la canción que tocaría.

Entonces él empezó cantando "Amor sin condición" e inmediatamente le seguí el ritmo. Cerré mis ojos e hice que mis manos hicieran lo demás, sentí una paz que no había sentido en mucho tiempo, una conexión con algo mucho más grande que yo. A medida que los acordes fluían, las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas. Cuando llegamos al coro en mi mente apareció una imagen: mi madre, sonriéndome mientras me entregaba mi primera guitarra. La presencia de Dios en ese preciso momento era abrumadora, y de repente, todo lo que había estado cargando se desmorono.

Esteban me abrazo a un lado sin dejar de cantar. Rompí aun mas en llanto por que su toque desato todos los recuerdos que ni yo mismo sabia que existían de mi madre. Mi mamá ayudándome a ensayar, mi mamá viéndome en las noches sentada en la sala, escuchándome tocar, las noches en la que en vez de cuentos para dormir eran melodías en las que yo tocaba y ella cantaba. Era todo un remolino de emociones que sin quererlo me llevaron hasta el ultimo día en el que la vi con vida. Fue ahí cuando abrí mis ojos y a la primer persona que logre visualizar fue a Abby, quien se encontraba en la primer fila.

Supe entonces que era momento de decirle la verdad, sin importar nada, hoy tenia que ser libre de todas esas ataduras que llevaba años portando. 


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⏰ Última actualización: Oct 07 ⏰

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