Capítulo XVII: Galaxia

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Abi Jara 

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Abi Jara 

Tiempo atrás...

Lleve, lleve sus deliciosos helados — Gritaba un hombre que timbraba una campana a un lado mientras dirigía un pequeño kiosco con ruedas por la calle.

— Papá, papá cómprame un helado ¿sí? — Daba saltitos de emoción.

— Abi imposible, llego tarde — Hizo una pausa - pero toma, cómpralo con tu mamá - Me extendió un billete.

— No — Dije en tono triste - Quiero que me lo compres tu porfa.

— Está bien cariño, iremos, pero sin tanto rodeo a la hora de escoger un sabor que no puedo llegar tarde Abi — Refunfuño mientras yo saltaba de felicidad.

Al llegar al Kiosco una mezcla de colores entre celeste, morado y rosado iluminaron mi vista e inmediatamente sabía que pediría.

—Quiero ese helado mágico — señalé

— Helado Galaxia, claro que si pequeña — dijo el señor del kiosco entre una pequeña risa bajo su gran bigote luego de oír como nombraba aquel colorido helado.

Me lo extendió sobre un famoso cono y me quede admirándolo como si fuera la cosa más extravagante y hermosa que había visto en la vida, en realidad para mí lo era.

— ¿Por qué este helado tan bonito se llama galaxia papá?

— Porque así de hermosa y mágica es la galaxia princesa.

— Y ¿Dónde está la galaxia?

— Se encuentra millones de kilómetros lejos Abi — respondió mi padre mirando el cielo.

— ¿Acaso el cielo también es la galaxia? — pregunte confundida ante la mirada que mi padre le había hecho con anterioridad a aquella gran manta celeste con pequeños rastros de algodón que cubría el cielo, al menos a mí me parecía para ese entonces que eso era el cielo.

— No pequeña, la galaxia se encuentra mucho más allá del cielo — me dedico una acogedora sonrisa.

Recuerdo que desde ese día me intrigo saber más sobre la galaxia, por lo que mi padre me enseñaba mediante internet imágenes y videos que a mi madre parecían no interesarle tanto como a mi padre y a mí.

Recuerdo que semanas después compró tarros de pintura coloridos en oferta que estuvieron guardados varios días en el garaje de casa, hasta que llegó un fin de semana el cual dedico para pintar el techo de mi habitación y lo convirtió en una galaxia "Nuestra Galaxia" dijo.

Este grupo de estrellas, gases y planetas se encuentran bastantes lejos de nosotros y mira tenemos el privilegio de aun así admirarla y amarla de una manera muy extraordinaria — dijo mientras nos encontrábamos recostados en la cama boca arriba viendo el techo que había pintado — La galaxia es tan grande, así como mi amor por ti cariño — le observe y lo abracé sintiendo su calor y su amor.

— Mi amor por ti es más inmenso que la galaxia papá — dije bajo ese abrazo que estaba segura recordaría de por vida, siendo el mejor y último que recibí de su parte.

Ahora entiendo que ese amor también quedó millones de kilómetros lejos de mí, y siento como si mi padre alguna vez fue la ilusión de una galaxia pintada en el techo de casa, como si todo su interés de presentarme cada cosa de ella solo me estaba preparando para su despedida, mostrándome que, así como amaba la galaxia a pesar de estar millones de kilómetros de distancia, también tenía que amarlo en un futuro a él sin importar el espacio que nos separaba y el vacío que en mi dejaba.

Y entonces odie a la Galaxia, y vi aquello que mi padre había pintado en el techo de mi recamara como una simple mancha difusa sin distinción, así como los recuerdos y sentimientos que el me dejo.  

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