Capítulo IX: Lluvia

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Abi Jara

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Abi Jara

Actualidad

Octubre del 2018

— Así que yo también sé que es perder a alguien que realmente querías, he experimentado una situación muy similar .

— Yo de verdad ....— Parecía asombrado.

 Esta bien, no pasa nada — Afirme mientras caminábamos por aquella calle ancha en la que no pasaba ni un solo auto — En ese tiempo tenía diez años, él tampoco andaba en buenos pasos.

— ¿Y ya conocías a... Di, Dios? — Tartamudeo como si le fuera un sacrificio pronunciar el nombre del creador.

— Aun no, pero mi perdida me llevo a conocerlo — respondí.

—Que ironía, mi perdida me alejo de Dios y a ti te acerco  — Suspiro y paso la mano por su sedoso cabello mostrándose aturdido y muy confundido — ¿Cómo es que logras hacer un vínculo con alguien que ha permito la muerte de un ser querido? Entiendo que ni mi madre ni tu padre andaban por buen camino, pero tampoco merecían morir, hubieran pagado sus pecados en la tierra no lejos de ella — Frenó su paso e inmediatamente yo me gire para toparme con aquellos ojos llenos de un sentimiento que desconocía por completo — ¿Cómo es que tú logras confiar y amar tanto a Dios después de todo lo sucedido?

Sus palabras hicieron darme cuenta de que aquel chico no confiaba en Dios y en lo que podía hacer, pero aún creía en él y su existencia, mi corazón percibió como Daniel necesitaba de Dios y de su amor, sabía que lo que requería era a alguien que le motivara a dar pequeños pasos para un acercamiento con Dios, de lo contrario tampoco hubiese llegado a pisar el templo y el día de hoy lo había hecho, así que si Daniel necesitaba de una persona que lo guiará nuevamente a Dios ahí estaría yo, no creo en las casualidades, pero si en los propósitos y aquel incidente en la universidad parecía ser el inicio del mío.

— Porque él es quien me hizo sentir que realmente le importaba — dije casi en un susurro — Dios fue quien me vio realmente como su hija.

— No — Negaba con la cabeza — solo te estas engañando a ti misma.

— Desde que le conocí no quise vivir para mis propios deseos. — Proseguí.

— Cállate por favor — decía en súplica.

— Siendo cristiana me di cuenta de que lo único que necesitaba en mi vida para ser feliz, era conocer al gran Adonai — me acerque lentamente hacia Daniel quien me miraba como si le hubiese clavado un puñal en el pecho, y estando a menos de un metro cerca de él, pregunté — ¿A qué le tienes miedo? ¿Acaso a sentir más amor del que tu madre te daba?

Su respiración se agitaba, sus sentimientos luchaban por no estallar y entonces se escuchó un gran trueno, mucho más fuerte que el anterior, aquel estruendo invadió mis oídos e hizo que brincara del susto. Entonces comenzaron a caer gotas de lluvia, él seguía con la mirada muy fija hacia mí por lo que decidí dejar el tema hasta ahí.

— Lo mejor será que sigamos — Me giré y di unos cuantos pasos, cuando su voz me hizo parar.

A mi tu Dios solo me solo trajo infelicidad, dolor y enojo, él ni siquiera podría darme más amor del que necesito.

— Tu alejamiento es la razón de tu amargura, infelicidad y dolor — respondí — no culpes a Dios sin no haberle permitido enseñarte todo lo que puede hacer por ti. No juzgues a Dios sin antes haber peleado la batalla.

Silencio, eso fue lo que escuche luego de aquella plática, me sentía como si deambulaba sola en medio del bosque, y a pesar de que el sonido de la lluvia era lo que se escuchaba por todas partes, iba más concentrada en el silencio que en cualquier ruido por muy grande que fuese.

Sabía que Daniel venía tras de mí, pero desconocía si su propósito era asegurarse de llevarme a casa con bien o si solo íbamos hacia la misma dirección, no sé por qué me importaba en estos momentos, todo estaba muy tenso, o al menos eso creía.

— ¿No tienes frío? — Gritó para que le escuchase entre el sonido de la lluvia.

— Para nada, me encanta pasar bajo las gotas de lluvia, además, llevo mi bufanda — le señale.

 Que también va mojada por cierto — grito — ¿Acaso no te enfermas?

Me giré hacia él y comencé a caminar en reversa para responder — Por lo menos que valga la pena.

La lluvia ya había cesado en cuanto habíamos llegado a las afueras de mi casa, Daniel caminaba unos cuantos metros atrás así que antes de entrar le espere para despedirme.

— Y bien ¿Aquí es? — Observaba detenidamente la fachada.

— Aquí es — afirme.

Entonces aquí nos separamos Abigail.

— Abi, puedes decirme Abi.

— Aquí nos separamos — Hizo una pausa — Abi — Sonrió, algo que era totalmente nuevo durante el par de encuentros que habíamos tenido.

— ¿Eres de por aquí? — Pregunté viendo hacia una de las direcciones de la calle.

— No, de hecho, tengo que regresar un poco para tomar otra ruta.

— ¿Entonces porque viniste hasta acá? — Pregunté avergonzada ya que era una interrogante algo ilógica.

— ¿No es tan obvio? — Preguntó — Dije que te acompañaría a casa y es lo que hice.

Sin saberlo yo estaba sonriendo como una tonta, algo que fue muy incómodo cuando me percate de dicha acción, así que mejor aclare mi garganta ya muy nerviosa para romper con aquel momento tan vergonzoso.

— Te lo agradezco mucho, no tenías por qué hacerlo — miraba mis pies, algo que hacía cuando los nervios y la vergüenza me atacaban — Ya es mi rutina de todos los sábados — Finalice.

— No tienes por qué agradecer, buenas noches, Abi.

— Nos vemos pronto Daniel.

Entre a casa y tras recostarme a la puerta recordé aquel versículo en Éxodo 23:20 (He aquí yo envío mi ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado) Esa noche Daniel había sido un ángel terrenal mandado por Dios, mientras confirmaba que yo sería su ángel espiritual que lo llevaría a todo aquello que el creador le tenía previsto.

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