Capítulo VII: Ansiedad

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Dani Sáenz

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Dani Sáenz

Actualidad

Octubre del 2018

La última vez que pise un templo fue hace casi ocho años aproximadamente y es que después de pasar dos semanas consecutivas planteándome enviar un mensaje al número de Abigail, la necesidad de hablar con ella era inmensa y con el pasar de los días solo aumentaba, fue eso lo que me llevó a escribirle y lo que me atrajo hasta aquí; no comprendo por qué, pero ella logró intrigarme tanto, que últimamente me sentía diferente desde aquella noche, estuve algo inquieto con tan solo haber pasado minutos a su lado, ella me hizo sentir diferente con el simple hecho de quedarse a mi lado y escuchar una canción que removió parte de mi pasado.

Ante aquella bienvenida de quien al parecer era el pastor o ¿su hijo tal vez? demasiado joven para tener el primer cargo; procedí a sentarme en una de las sillas intermedias antes de que ganaran mis ganas por retirarme del lugar, así escuche atentamente el mensaje que iba a dar el chico para finalizar con la reunión. 

 El texto de hoy se encuentra en Mateo 22:14 (Porque muchos son llamados, y pocos escogidos). Nuestra unión y conexión con Dios no fue en vano, en la vida existen muchas personas que escuchan de la palabra de Dios y no vienen a él, esos son los llamados negándose a ser escogidos, nosotros fuimos escogidos desde antes de nacer con el propósito de traer al mundo paz, amor e incluso salvación a otros, pero estos son pequeños propósito que nos da a todos, sin embargo, existe un propósito mayor, uno el cual desconocemos y por el cual estamos en este camino, uno por el que guerreamos día tras día. 

Sus últimas palabras me llenaron de enojo, inconscientemente cerré mi mano con fuerza haciendo que mis nudillos sufrieran, mi mente solo trataba de no recordar escenas del pasado, me enojé conmigo mismo por estar ahí sentado, por haber tomado la decisión de ir a último momento, desconocía todo de mi en los últimos días, esto era algo que jamás habría hecho, y sin embargo, ahí estaba.

Cuando se dieron indicaciones para ponerse de pie y orar, me di media vuelta y salí por la misma puerta que había ingresado hace pocos minutos, me sentía agitado, lleno de sentimientos retenidos, con la cabeza revuelta, agobiado y salí de aquel lugar desconcertado mientras sacaba de mi suéter un cigarrillo, la frustración me invadió cuando note que no llevaba el encendedor, algo que jamás olvidaba. 

— Carajo, No puede ser — Me queje.

Mi mundo se tornaba oscuro, me sentía sin aire, los pulmones se estrechaban cada vez más y podía escuchar los latidos de mi corazón aumentar, las piernas me fallaban y mis manos temblaban, sentí como alguien me tomaba del hombro y con rapidez me giré notando la silueta de aquella chica con la que ya estaba un poco familiarizado.

— ¿Estás bien? — Escuché un fuerte Eco — Vamos siéntate — Me guío hacia un pequeño muro para que me sentase — Mírame, mírame — me tomo las mejillas haciendo que le viese — Respira profundo y retén el aire unos segundos — Seguía sus indicaciones ya que las palabras se me habían estancado y mientras mis ojos estaban clavados en los suyos mi cuerpo volvía en sí mismo — Exhala y respira nuevamente.

Sentí como había vuelto a la vida después de haber pasado por una leve crisis, nada ni nadie podía controlar mi ansiedad a excepción del cigarrillo y esta vez era algo diferente.

— ¿Cómo te sientes? — Preguntó.

— Ya mucho mejor, gracias — solté un pequeño suspiro — ¿Ya terminaron dentro? — Señale la estructura detrás de ella.

Así es.

— Si quieres te puedo acompañar a tu casa.

— Yo debería acompañarte a ti, no te vez del todo bien — Se mostraba algo preocupada.

— De verdad que estoy bien, me sentiré mejor si aceptas que te acompañe.

— Esta bien, deja recojo mi bolso y regreso — Asentí, y le vi entrar.

Mientras tanto, trataba de controlar los rastros de mi ansiedad, note mis manos y aun temblaban un poco, a pesar de que mis pies estaban firmes y mi respiración controlada me sentía un poco aturdido, y me pregunté a mí mismo ¿Cómo es que sin necesidad de un cigarrillo esta chica calmo mi Ansiedad? mis ataques duraban minutos largos y espantosos, pero ¿estos se acortaron a segundos con tan solo ver sus ojos color miel?

Listo, vamos — Escuche a mi espalda y entonces ambos nos dispusimos a caminar.

— Sufres de ataques de ansiedad — Afirmó mientras caminábamos.

— Así es, desde los diez años — respondí con la mirada baja.

Sus ojos estaban puestos sobre mí pidiéndome que le contase lo que sucedía, no me lo decía, pero se reflejaba su interés.

Suspire hondo.

— Cuando tenía diez años, mi mamá murió ante mis ojos a causa de una mentira que estuvo ocultando quien sabe cuanto tiempo, desde ese momento surgió mi ansiedad y cuando cumplí quince experimente lo que era un cigarrillo, eso era lo único que me hacía bien, por lo que acostumbre a fumar cada vez que me sentía mal.

Lo lamento mucho — Dijo en tono triste.

— No lo lamentes, ella tampoco midió sus actos — Miré el cielo y me encontré con la luna llena, haciéndome recordar aquella misma noche — Si tan solo lo hubiera hecho, tal vez todo seria diferente — Dije casi en un susurro — Sabes, yo nací y crecí en tu mundo.

¿En mi mundo? — Frunció el ceño.

— En este donde ya sabes, crees en que Dios tiene un buen propósito para ti, piensas que la vida va a hacer mucho más fácil cuando estás en este camino, que todo te saldrá bien y que tienes asegurado un lugar en el cielo, pero es falso.

— ¿Y quién ha dicho que la vida sería más fácil en este camino? ¿Acaso no conoces la historia de Job, Abraham, David y José? Hay poco tiempo para mencionarte a cada una de las personas que pasaron por grandes pruebas  Escuchamos un estampido del cielo, haciendo captar nuestra atención — Es más, si te contara por todo lo que he pasado de seguro me preguntarías el por qué aún sigo incondicionalmente a Dios.

Vi fijamente sus ojos, parecían haber aumentado la intensidad de su color y eran tan profundos que cuando me miraba directamente me sentía igual que un maravilloso libro siendo escudriñado.

Entonces cuéntame — introduje las manos a los bolsillos de mi suéter interesado por su historia, al final sentía que ella podía leerme, pero yo de ella no podría saber nada más que lo que me contara. 

Vi en ella la duda, pero no sabía si era por lo que estaba por decirme o porque no sabía cómo hacerlo, entonces prosiguió caminando y yo le seguí.

— Veras.... 

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