Capítulo X: Sonreía

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Dani Sáenz

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Dani Sáenz

Mientras mi padre conducía su Toyota Tacoma 1990 y escuchaba al gran Elton John con la canción titulada Sacrifice, yo miraba por la ventana el panorama de aquel pequeño, pero gran lugar en la que vivíamos, me refiero a que el lugar no es tan grande como Tokio, pero tampoco tan pequeño como para conocer a cada uno de sus habitantes, en fin, íbamos camino al supermercado como acostumbramos cada Domingo de por medio; desde que mi madre falleció era yo quien acompañaba a mi padre para ayudarle en las compras, aunque en lo único a lo que ayudaba era a ver la fecha de caducidad de los alimentos, para mi eso cuenta como la mejor compañía de compras. 

Recibí una notificación de mensaje, en la pantalla de bloqueo se mostraba el nombre de Santi, entonces deslice la pantalla para leer lo escrito.

Santi: ¡Hey! ¿Cómo te fue con la chica anoche?

Dani: Ni preguntes, tenemos que vernos.

Santi: ¿Noche de Juegos?

Dani: Que sea en tu casa.

Santi: Nos vemos por la noche tarado.

Escuche a mi padre apagar el motor, levante la mirada y ya habíamos llegado, así que nos bajamos de la Pick up e ingresamos al supermercado, mi padre tomó un coche de compras y me lo cedió. En el supermercado nuestro recorrido era el mismo de siempre, pasillo de carne, verduras, a por los granos, luego las pastas y a los refris, nuestras compras eran limitadas, no podíamos comprar mucho cuando solo éramos dos personas que casi no pasábamos en casa.

Llegando a la caja le regresé el carro a mi padre para que pagara y salí ya que acostumbraba a esperarlo afuera, vi como una señora parecía no poder cargar con todas las compras que llevaba, así que por instinto iba a ofrecerme para ayudarle, pero había llegado tarde, varias de sus bolsas cayeron al suelo así que comencé a recoger todos los productos para introducirlos nuevamente dentro, ni siquiera se de donde me salió este acto de cortesía.    

— Si quiere podemos llevarla, así no carga con todas sus bolsas —Se ofreció mi padre, que por cierto no sabía que también estaba ayudando a recoger varias de las cosas del suelo.

— Muchas gracias, pero no quiero molestar — Respondió muy amablemente.

— Para nada, nosotros la llevaremos, hijo sube las compras de la señora a la pick up.

Íbamos de camino y el recorrido me parecía muy conocido, mi corazón brinco no se si de emoción o asombro al ver que la casa que aquella señora indicaba como la suya era la misma de Abigail; así que mi padre y yo nos bajamos de la pick up para bajar sus compras.

— De verdad muchas gracias, no tenían por qué molestarse, si gustan puedo ofrecerles algo de beber.

— Por supuesto, no podemos negarnos — Respondió mi padre a quien le lancé una mirada matadora por su respuesta.

— Tengo que salir, no podemos quedarnos — Le susurre.

— No seas descortés Dani, solo será un momento. — Respondió.

— Papá...

Por cierto, me disculpo por no presentarme antes, me llamo Antonia Jara — Mencionó la mujer mientras caminaba delante de nosotros.

— No se preocupe señora Antonia también habíamos olvidado ser cortes, pero mucho gusto me llamo Roberto Sáenz y él es mi hijo Daniel.

Asenté con la cabeza en saludo mientras ella me miraba con esos grandes ojos que se parecían mucho a los de Abigail, entonces también me fije en su oscuro cabello y en aquella nariz respingada, ahí pude notar a una segunda Abigail de más edad, y fue entonces cuando sospeche con mucha obviedad que ella era su madre.

— No tengo cómo agradecer lo que acaban de hacer por mi — Giro para abrir la puerta — Hoy en dia es muy difícil encontrar a personas tan amables como ustedes.  

— De verdad que no es nada señora Antonia — Respondió mi padre — en este mundo estamos para servir.

Ingresamos a casa de la señora Antonia dejando sus compras en la cocina cuando se escucharon pasos por la escalera y una voz de largo preguntar por su....

— ¿Mamá?

— Ah, es mi hija — Nos dijo — Cariño estoy en la cocina — Gritó.

Con que ya llegast... — Su asombro fue lo mejor de mi día — ¿Dani?

Abigail — Sonreí sin saberlo.

¿Ustedes se conocen? — Preguntaron nuestros padres al mismo tiempo con mucha obviedad.

Así es — Respondimos ambos sin apartar la mirada.

Que privilegio, su padre y él se ofrecieron de traerme a casa cariño, así que les invite a tomar algo.

— Entonces él es tu papá — Se acerco a mi padre y le saludó estrechandole la mano — Mucho gusto, Abigail Jara.

El gusto es mío, ambas son idénticas parecen una copia  — Mi padre me sonrió y me dio una mirada de esas que tratan de decirte algo.

Papá — Dije entre dientes.

No pasa nada, nos lo dicen muy seguido — Mencionó Abigail. 

Los cuatro estábamos ahí hablando de todo y de nada, tomando un poco de limonada y por primera vez en ocho años me sentí libre de socializar, se me escapaban unas cuantas risas libremente y me sentí tan bien como lo había estado años atrás, las bromas y las pláticas surgieron en aquella cocina como si nos hubiésemos conocido desde mucho antes, vi a mi padre y él sonreía, yo sonreía, ambos lo hacíamos como nunca antes. 

Después de un rato me di cuenta que ya era algo tarde al no ver la presencia del sol por las ventanas, mire mi reloj y aquel marcaba las 6:40 pm.

— Yo me tengo que retirar, admito que la pase muy bien señor Roberto, pero tengo que salir. Las puertas de este hogar están abiertas — Dijo Abigail mientras se levantaba para marcharse. — Para "ambos". — Enfatizó su última palabras mientras me miraba.

Creo que yo también me marcho, ya deben de estarme esperando.

— Hijo llévate la Pick up, talvez logras acercar a Abigail hacia su destino — Dijo mi padre y me lanzo la llaves, asi como tambien me guiño el ojo — Yo me iré caminando me hará bien, solo maneja con cuidado. 

 Fue un gusto señora Antonia — Me despedí.

— El gusto fue mío Daniel, sabes que siempre serás bienvenido.

Hasta luego señor Roberto — Se despidió Abigail de mi padre y luego de su madre — Nos vemos mamá, te amo.

— Jehová guarde tu salida y entrada cariño.

Ambos salimos de casa y estando fuera surgió una leve incomodidad, pero tenía que asegurarme que llegara con bien a donde quiera que fuese.

Ya oistes a mi padre, si quieres puedo llevarte, yo voy a casa de Santiago, así que antes puedo pasarte dejando donde quiera que vallas.

— ¿Enserio irás a casa de Santiago? — Preguntó asombrada.

— Así es, ¿Por que? 

— Carolina nos invitó hoy a Samantha y a mí a su casa.

— No puede ser — Dije con ganas de reír, entonces ella tampoco aguanto la risa que ambos terminamos explotándonos a carcajadas de saber que iríamos al mismo sitio.

— Andando — Dije para que caminásemos hacia la pick up.

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