Capítulo 10: In Which Harry Gets His Tattoo

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Cuando Harry encontró por fin su cerebro, buscó a Severus, pero se encontró con que su mano era apartada cuando cerró los dedos alrededor de la carne medio dura.

-Esta noche no-, prometió Severus.

-Si estás seguro-.

-Muy-.

-Eso fue... eso se sintió muy bien-.

-La mayoría de los hombres piensan así-.

Harry dijo: -Tengo sed. Discúlpame un minuto. ¿Quieres un poco de agua?- preguntó por encima del hombro mientras se dirigía al baño.

-Hay agua fría junto a la puerta. La jarra grande con tapa. Y vasos-.

Harry cambió de dirección y volvió en un minuto llevando cuidadosamente dos vasos. El suyo estaba ya casi medio vacío. Severus bebió un profundo trago, recurriendo a sus entrenados sentidos, pero no había ninguna adulteración del agua. No es que esperara nada, pero las viejas costumbres son difíciles de cambiar.

Harry bebió el resto de su agua y luego se inclinó hacia adelante y dijo: -Entonces. Muéstrame cómo hacer el tatuaje-.

-No debería-.

-¿No deberías?- preguntó Harry.

-Si lo hago, la mitad del colegio lucirá tatuajes para Halloween. Aunque no compartas tus conocimientos con nadie. Y sé que se lo enseñarás al señor Weasley. Y a la Sra. Granger-.

-Hermione siempre quiere aprender todo. Puede que incluso lo sepa. Ella sabe cosas raras. ¿Pero me muestras de todos modos?modos-.

-Debes ser capaz de dibujar lo que quieres llevar. Es importante que sea obra tuya si vas a quedarte más de un día-.

-Puedo dibujar un poco. Esperando a que terminara el verano, hace un par de años, aprendí por mi cuenta. No son cosas muy realistas. Tenía un libro muggle. Era bastante bueno en perspectiva-. Harry se levantó y fue a su baúl, volviendo un momento después con un bloc de papel de dibujo y un lápiz. Se detuvo junto a la mesita de noche para ponerse las gafas y le entregó a Severus el libro sobre el que estaban apoyadas. Luego volvió a subirse a la cama.

-Es extraño estar sentado sin ropa. Nunca lo he hecho antes-.

-Si te incomoda, ponte ropa-, dijo Severus mientras se sentaba, acomodaba las almohadas a su gusto y se apoyaba en ellas mientras abría su libro. Todo estaba en silencio, excepto por el paso de las páginas, el suave rasguño del lápiz y el ocasional sonido del roce de los errores.

-Ya está. Sólo que no tengo colores-, dijo Harry.

Sin levantar la vista de su libro, Severus hizo un gesto y, desde el otro lado de la habitación, un estuche de cuero flotó hacia ellos. Estaba atado con cintas que se desenvolvían solas para revelar un estuche de artista, con una fila de veinticuatro lápices de colores que subían por el lado derecho, cada uno sujeto en su propio soporte elástico, cada uno afilado con precisión.

-Oh, muy bien. Gracias-. Seleccionó el verde y se inclinó sobre su dibujo.

Severus levantó la cabeza unos minutos más tarde, miró su relleno en la forma encorvada, y volvió al libro, aunque por un momento o dos las palabras bailaron ante sus ojos y se negaron a establecerse.

-Ya está-, dijo Harry. -Hecho-.

Severus miró el dibujo que se le ofrecía para su inspección. -Creíble-, concedió, sabiendo muy bien que era una excelente representación. El león amarillo y marrón de Gryffindor estaba en la pose heráldica que la Casa solía utilizar para representar su símbolo. Sostenía una gorda serpiente verde en la boca. La serpiente se enroscaba alrededor del hombro y la cintura del león e incluso el extremo de la cola de la serpiente se enroscaba alrededor de la del león. La cabeza triangular de la serpiente se levantó y miró al espectador, vigilante y con ojos desagradables, y no se preocupó en absoluto de encontrarse agarrada entre los afilados dientes del león. Una de las patas del león descansaba sobre un pergamino desplegado y en él había tres palabras, dibujadas como si estuvieran talladas en piedra.

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