Capítulo: 2

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Ya estábamos por llegar a nuestro destino, nuestra nueva casa, la verdad durante el camino no pude apreciar nada de la isla ya que todo estaba oscuro y solamente se veían algunas casas o lugares para pedir comida, mi tía dijo que hubo un apagón por una fuerte tormenta y que en gran parte de la Isla no había vuelto pero que en unos días ya estaría todo resuelto o eso les habían dicho, afortunadamente en nuestra casa si había vuelto.

Seguimos caminando hasta que llegamos, estábamos delante de una preciosa casa blanca con un techo de madera oscura esa era la casa de mi abuela Rosa, atrás de esta se podían ver otras casas un poco más pequeñas debían ser la de mis demás familiares y una de esas debía ser en la que viviríamos.Ya estábamos por llegar tardamos alrededor de quince o veinte minutos en llegar.

-¡Pasen! ¡Todos deben estar adentro! -dijo mi tía empujandonos para entrar a la casa.

Era verdad, al parecer todos nos esperaban porque en la casa estaba toda mi familia que reconocía a base de las fotos porque no los recuerdo para nada. Siempre tuve más afinidad con mi familia paterna ya que los veía muy seguido y con la materna simplemente era unirme a las videollamadas para saludar a alguien por una fecha especial nada más.

Al vernos todos se acercaron a saludarnos y pude escuchar una y otra vez ¡Estás muy grande! ¡Cómo pasa el tiempo! ¡Toda una señorita!

No me digan... No me había dado cuenta...

—¡Nati! ¿Te acuerdas de mí? ¡Tu tía Carmen!

No.

—Si...

—¡Hija! -un grito hizo que todos nos diéramos vuelta.

Ahí estaba mi abuela Rosa, una mujer de sesenta años, el pelo completamente blanco, ojos oscuros y con una enorme sonrisa en su rostro.

Mamá no lo dudo un segundo y fue corriendo a los brazos de su madre, se notaba que se extrañaron aunque era obvio, no se veían desde hace bastantes años doce si no me equivoco.

Cuando se separaron apenas me dio tiempo a reaccionar y mi abuela ya me estaba abrazando, claramente también la abrace. No soy un monstruo sin sentimientos.

—Mi nieta querida ha pasado tanto tiempo... —tomo mi cara entre sus manos, pude notar como aguantaba las lágrimas.

Me limité a sonreír pero esta vez no se vio tan forzada si no más... Como si realmente quisiera estar ahí.

Qué bonita explicación, si te escucharan dejarían de abrazarte y las sonrisas de ellos desaparecerían en menos de lo que tus ahorros cuando pasas por una librería.

Lo bueno es que no pueden escuchar mis pensamientos.

—¡Bueno, ya casi es la hora de cenar! —comentó mi tía esperanza. -¿Por qué no dejan sus cosas para poder comer?

Con ayuda de unos primos y tíos llevamos nuestras valijas en total había sin contar la casa de mi abuela y la nuestra, cuatro casas más, todas eran más pequeñas que la de mi abuela.

Nuestra casa era exactamente igual a las otras solamente cambiando el color de la pintura, que era color celeste con un techo igual que el resto de madera oscura. Al entrar como era de esperarse la casa estaba vacía tenía solamente los artefactos de cocina que habíamos mandado una semana antes, las demás cosas para amueblar se suponía que llegarían mañana, incluidas las camas...

Por lo tanto hoy dormiremos en la casa de la abuela.

¿No es mejor idea dejar las valijas en la casa de la abuela? Como te quedas ahí...

Si, pero no lo había pensado hasta ahora, supongo que voy a tener que volver mañana a buscar ropa.

***

Un amor de verdad #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora