Capítulo: 3

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—¡Natalia, arriba!

La voz de mamá no era mi preferida por las mañanas...

—Cinco minutitos... —balbuce, tapándome con las sábanas hasta la cabeza.

—¡Todos ya están desayunando faltas tu!

—Bueno que me guarden comida.

Escuche como mamá suspiraba molesta, es increíble que pudiera ponerla de mal humor sin siquiera intentarlo.

—Te levantas, te vistes y por favor te lavas los dientes.

—¿Con qué ropa? Nuestras valijas están en la nueva casa.

En ese mismo instante me sacó las sábanas, haciendo que la luz que entraba por la ventana me diera directo en los ojos.

—¡Mis ojos! —me queje tapándome la cara con las manos.

—Escúchame bien... —por su voz pude deducir que debí de quedarme callada, pero no sonaba enojada tal vez eso fue lo que mas me asusto.

Ahí fue cuando Cell sintió el verdadero temor.

—Ellos no tienen porqué aguantar el tipo de actitudes que tú —me señaló. — tienes conmigo ¿Okey? pobre de ti, si me entero de que les hablas así —dijo con una mirada que daba bastante miedo.

Yo solo asentí, cuando una madre está verdaderamente enojada hay que tratar de hablar lo menos posible.

—Lávate los dientes y vienes a desayunar —concluyó yéndose de la habitación y cerrando la puerta.

Sentí que el alma me volvió al cuerpo, era raro ver a mamá tan... seria y enojada a la vez.

Me levanté de la cama y busqué en mi mochila mi neceser donde guardaba todo lo que era para mi higiene personal, saqué mi cepillo de dientes, el dentífrico y me fui directo al baño que estaba al lado de la habitación. Me lave la cara, los dientes, fui de nuevo a mi cuarto, saque del neceser un peine y empecé la tarea más difícil del día peinarme o intentarlo... Mi pelo sufre de un serio caso de bipolaridad dependiendo del día, depende de que tal este, definitivamente hoy no es su día. Luego de unos largos minutos de tortura y sufrimiento hice que esté presentable con una trenza ya que era uno de los pocos peinados que sabía hacerme por mi cuenta.

Dieciséis años y la niña no sabe peinarse.

Salí de la habitación, directo al comedor, donde apenas aparecí todos voltearon a verme.

Salude a todos y me di cuenta que había una chica de mi edad tenía cara redonda, el pelo oscuro e igual que los ojos como básicamente toda mi familia, si... No destacamos por nuestro color de ojos o de pelo. Obviamente me senté a lado de ella, no quería volver a escuchar como se quejaban de cuanto había subido el dólar ya suficiente tuve ayer. Según la información que mamá me había dado en las últimas semanas, ella debía ser mi prima Cata. En total tenía cuatro primos y una prima ¿Dónde estarán los otros cuatro?

—Soy Natalia —me presenté con una sonrisa.

—Yo soy Catalina pero prefiero que me digan Cata —dijo también con una sonrisa.

¡Hacerte! Parece ser buena, qué alivio, no me imaginaba tener que básicamente vivir con alguien que me callera mal.

No cantes victoria todavía tienes otros cuatro primos por conocer.

—¿Llegaste ayer cierto? —pregunto tomando una tostada.

Asentí imitándola y también tomando una tostada.

Un amor de verdad #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora