Capítulo 12

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El domingo por la mañana ambos salieron de la cama muy a su pesar, Mayte lo felicitó por el día del padre con una ronda de abrazos y besos con sabor a despertar que deseaba fuera interminable, fácilmente podrían quedarse el resto de sus vidas abrazos al haber descubierto la calma y el sentimiento de lugar seguro que les causaba estar así, disfrutaban muchísimo compartir el calor de sus brazos y ella amaba escuchar los latidos de su corazón al recostarse sobre su pecho, aquel hueco que había entre su cuello y su hombro se había convertido en uno de sus lugares favoritos para refugiarse, después de haberse cambiado de ropa bajaron a la sala y Mayte lo despidió.

Mayte: Espero que pases un buen día -Dijo sinceramente.

Manuel: No quiero estar separado de ti todo el día -Dijo con cara de niño pequeño

Mayte: Manuel, no seas exagerado -Se rió. Solo va a ser un día y es para que lo puedas pasar con tus hijos -Acarició su mejilla.

Manuel: Ajá, eso me encanta, pero no te voy a poder besar -Suspiró mientras acariciaba su cintura.

Mayte: Pero si puedes pensar en mis besos -Le dijo como solución.

Manuel: No es lo mismo -Negó. Prefiero saborearlos que imaginarlos -Dijo mientras se acercaba a ella y hacía que sus narices se rozaran.

Mayte: Te amo -Sonrió con el característico nerviosismo que siempre le causaban.

Manuel: Y yo a ti -Besó la punta de su nariz.

Mayte: Nos vemos después -Besó su barbilla.

Manuel: Puede que por la noche me vuelva sonámbulo, salga de casa, tome el auto para conducir hasta aquí y termine durmiendo entre tus brazos -Le advirtió mientras la miraba a los ojos.

Mayte: Bueno, entonces señor sonámbulo, puede que yo lo esté esperando con los brazos abiertos -Sonrió mientras acariciaba su cabello.

Manuel: Es un trato, señora cura -Se rió.

Mayte: Cura? -Preguntó con cierta diversión.

Manuel: Si -Asintió mientras acariciaba su mejilla.

Mayte: Que significa eso exactamente? -Preguntó un tanto confundida.

Manuel: Que eres la cura de absolutamente todos mis males -Le sonrió. Eres como una pequeña luz que alumbra hasta el rincón más obscuro y transforma todo -Dijo sinceramente. Siempre has sido mi cura, May -La miró.

Mayte sonrió ante sus palabras y decidió no decir nada porque tenía las lágrimas atoradas en la garganta amenazando con salir en cualquier instante, al notarlo Manuel la estrechó entre sus brazos y después le dio un beso con sabor a promesas, antes de que se fuera ella le dio una llave para que pudiera entrar más tarde, segundos después lo vio partir y le dijo adiós con la mano, entró nuevamente a casa y se dispuso a hacer algo de ejercicio, tenía bastantes días sin hacerlo y ya le hacía falta, cuando Manuel llegó a casa sus hijos lo recibieron con algunos regalos y abrazos de amor, sonrió al sentirse tan afortunado por todo lo que tenía en la vida, el amor que siempre había buscado y los hijos que siempre había soñado.

Lucerito: Te gustaron tus regalos, pa? -Preguntó emocionada.

Manuel: Si -Asintió. No hacía falta que me dieran tres regalos, pero gracias -Les dio un beso en la cabeza.

José: Te lo mereces -Sonrió. Eres el mejor papá del mundo -Dijo sinceramente.

Lucerito: Y este va por cuenta de May -Le señaló la pulsera que estaba en la caja roja.

Manuel: De Mayte? -Preguntó sorprendido y un tanto nervioso.

Lucerito: Si -Asintió. Estaba hablando con ella cuando comprábamos los regalos y me pidió el favor de que buscara algo especial para ti -Le contó.

Las vueltas de la vida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora