Capítulo 41

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Jamás imagine que un lugar tan bello como el cielo de los dioses existiera, o al menos no en mi imaginación. Los árboles son tan grandes que pensaría que tocan las nubes, son tan lindos y llenos de vida.

Por un breve momento sentí paz.

A pesar de ser un lugar muy grande con paisajes que no tienen fin, se puede observar a lo lejos una gran estructura antigua color blanca. Aunque no es la única, es la más grande de todas.

Camine con lentitud y paciencia entre las ramas y árboles hasta llegar al lugar, todo parecía tan limpio y pulcro que ensuciarlo sería una desgracia. Quería saber dónde estaban mis padres ¿así debería llamarlos? Aunque no fueron una parte relevante en mi vida hasta ahora.

El lugar era gigantesco en su interior comparado a su vista por fuera, pero estaba vacío o al menos es lo que yo veía; tal vez aún no tengo el privilegio de ver a los dioses, privilegio que sólo tiene mi hermana. El sentir rabia por alguien de mi sangre no era para nada lindo.

Me quedé quieta en el centro del lugar, el piso de mármol color blanco con café, los pílares eran dorados y sus paredes era de azulejos demasiado finos y elegantes.

Mierda, vivir aquí es un maldito privilegio.

Baje la mirada un poco decepcionada–Maldita sea–hablé para mi misma.–

Me deje llevar por mis instintos y ahora aquí estoy, sin arrepentimientos Jeannette, recuerda toda la mierda que te hicieron creer. Un pequeño llanto me distrajo de mis pensamientos y me hizo levantar la mirada.

Venía por uno de los tantos pasillos del lugar, sin pensarlo mucho me acerque al sonido. Mientras más cerca era más estresante y supe que era de un bebé aunque era más que obvio ¿Dónde estaban sus malditos padres? Al parecer todos los dioses tiene el afán de abandonar a su hijos.

El pasillo seguía solo sin un alma pasando por el, y él niño seguía llorando. Encontré la puerta de donde provenía el llanto y la abrí cuidadosamente esperando que no hubiera nadie en su interior. Pase la puerta y era una maravilla la habitación.

Me acerque a la cuna donde yacía una hermosa bebé, con rasgos muy finos y hermosos. Desde bebé ya parece una diosa.

Su llanto cesó cuando me vió, su mirada de curiosidad y emoción, esa sonrisa sin dientes me dio un escalofrío.

–Hola ternura.–La tomé entre mis brazos y la cargué suavemente, parecía una pequeña muñeca de porcelana.–Eres muy linda, ¿Dónde están tus padres?–

Aún con todo mi dolor y decepción quisiera tener uno de estos en mi vida, en mi hogar, aunque ese sueño ya está muy lejos de mi realidad. Acaricie la suave mejilla de la niña y después la deje de nuevo en su cuna.

Me aleje de esta lentamente y cuando subí mi mirada ahí estaba ella, mirándome incrédula sin saber que decir; sus labios estaban levemente abiertos, sus ojos eran un remolino de emociones que ni yo podría descifrar y detrás de ella estaba él...

Mi padre biológico que aunque yo sea lo suficientemente mayor él, él era la palabra “hermoso” personificada y entonces me recordó a Maya y era mas que obvio, aunque no me guste admitirlo es nuestro padre la diferencia, que ella no la abandono a su suerte.

Mi madré por fin salió de su shock interno y corrió a abrazarme, no correspondí, no sentí la necesidad de hacerlo.

Ella después de tantos años no fue a buscarme y soy yo la que viene a hacerlo aún sabiendo cuánto me costaría hacerlo. Dañar a mi familia a la que realmente estuvo pero que me mintió, ahora ya no se si valió la pena.

–Eres tu–se separo levemente de mi y tomó mi rostro con sus manos. Su toque era suave y relajante digno de una madré.–Yo...nunca, jamás pensé que volvería a verte, mi niña.–

Y aún así yo soy la loca que viene a buscarte.

Sentí en mi hombro una mano que no era la de mi madré y mire rápidamente a su dirección. Eros, mejor conocido como él dios del amor. Era alto, su cabello era de un tono rubio castaño bastante bonito, sus ojos azules brillantes y su rostro era fino pero algunas de sus facciones eran duras.

–Es un gusto verte Jeannette–su mirada era sincera a comparación de mi madré, él era fácil de leer.–Eres muy hermosa, como tú madre.–

–¿Qué le ocurrió a tu cabello rubio?–habló mi madré confusa. Tocó levemente un mechón de mi cabello ahora negro, mirándolo triste.–

–Lo pinte, el rubio no era mi color–mentí, debía hacerlo.–

Me aleje de los brazos de mis padres y los mira fijamente, se veían felices y espero que yo sea la causa de esa felicidad, o tal vez no.

–¡Cierto! Queremos presentarte a alguien–chillo mi madre con emoción. Me quedé pasmada en mi lugar viendo como ambos se acercaban a la cuna donde yo antes estaba, mi mundo se cayó de nuevo.–

La forma en que mi mamá cargo a esa niña, la forma en que le hablo, las pequeñas caricias que le dio al tenerla en sus brazos, la mirada que mi padre les dio a ambas, una rabia dentro de mi creció por una bebé inocente frente a mi.

Mis padres se acercaron con gentileza y yo retrocedí levemente asustada, no quería creerlo pero ya era demasiado tarde. La mirada de mamá era brillante y su sonrisa deslumbrante, la causa de su felicidad no era yo, si no esa niña entre sus brazos y Eros.

Mamá me miró sonriendo y habló–Te presentamos a Hedoné, tu pequeña hermana–con su mano tocaba la la pequeña manita de la niña. Sentí celos.–Toma, cargala aunque creo que ya la conoces.–

Tome de nuevo a la niña y la mira con decepción y asco, ¿Cómo una persona puede llegar a amar y a odiar a un ser en pocos minutos? Simple, la decepción es una de la cualidades. La pequeña Hedoné me miraba sonriente y de mi solo salió una mueca de insatisfacción.

Celos es todo lo que mi interior decía, decepción y tristeza. Mis padres ya eran una familia con o sin mi, yo nunca fui parte clave de esto ni siquiera de Maya.

Apreté a la bebé con fuerza haciendo que su brillante sonrisa se convirtiera en un fuerte llanto que hizo oscurecer la habitación de miedo. Estaba enojada y está niña era la causante.

Mi mamá trató de acercarse a mí pero se detuvo en el camino–Hija, ya sueltala por favor.–Hedoné seguía llorando y yo solo la seguía mirando con odio haciendo que imaginara cosas horribles.–

Retrocedí más con la bebé en mis brazos y mire a mi madré que quería correr hacia a mi para tomar a su hija mientras que Eros solo salió corriendo de la habitación gritando por ayuda, idiota.

Suspiré con tristeza y mire a la mujer frente a mi con tristeza fingida, aún cuando por dentro estaba devastada.

–Que linda bebé, mmm, ¿Puedo llevarla de paseo un rato?–reí.–La traeré de vuelta, lo prometo, solo si ella no muere en el intento.–

Mamá solo me veía asustada y corrió hacia a mi pero de nuevo se detuvo y cayó en seco al piso. Ella lloraba mientras se agarraba la cabeza fuertemente y gritaba de dolor.

–Es una lástima ver a alguien como tú siendo feliz, ni siquiera pensaste en mi por un segundo y preferiste dar a luz a otro hija en vez de ir a buscarme. Como madré no sirves–me acerque a una pequeña sombra que daba la cortina contra la luz.–Espero que esta vez si busques a tu hija y no la abandones como a mi.–

Mire mi reflejo unos segundos, mis ojos eran negros completamente sin una pisca de brillo, eso no me daba satisfacción, nada me lo daba y ahora estoy secuestrando a una niña. La vida da muchas vueltas.

Me adentre a la pequeña sombra y desaparecí con ella para salir del lugar con una bebé llorona en mis brazos y dejando a mi madré agonizando en el suelo.

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