Capítulos 60

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—Tiene las piernas rotas, no podrá moverse en unos meses hasta que se recupere completamente. —Tragué grueso.

—¿No pueden usar magia en mi? —Hablé esperando que hubiera una solución.

—Es mejor no usar la magia en ti, por ahora. Estas muy vulnerable. —Maya habló. Su rostro era de preocupación al igual que es de nuestro papá.

—¿Pero se pondrá bien, verdad? —Ahora fue él el que hablo.

—Lo estará, solo necesita reposo. —Asentimos todos.

Él médico salió dejándonos solos.

—Yo también los dejaré solos. —Él esposo de Maya también salió.

Era difícil verlo y no recordar a JungKooK, él de mi mundo.

—¿En serio no recuerdas nada? —Maya se sentó a mi lado y tomó mi mano.

—Solo recuerdo que te tiraron de las escaleras y después yo estaba afuera en el pasto, con Atea muerta a mi lado. Luego a papá llevándome en sus brazos y a Sam. —Nombrar al último me hizo sentir bien, y parece que eso le saco un leve sonrisa a mi hermana.

—Bien, no forcemos a tu mente, lo recordarás cuando debas hacerlo. —Asentí. Miré a mi padre él cual nos veía a ambas con orgullo y felicidad.

—Mis niñas, me alegra por fin tenerlas conmigo. —Sonreí feliz. Eros beso mi frente seguida por Maya. —¿No te gustaría conocer el Olimpo? Hay mucha gente que desea conocerte.

—No creo que yo pertenezca ahí. —Hice una mueca mientras negaba.

—Eres una diosa, perteneces ahí. —Traté de sonreír pero solo una mueca salió de mi.

[...]

Papá empujaba mi silla de ruedas mientras me explicaba todo el alrededor, ya habíamos visitado el reino de mi hermana el cual era hermoso y lleno de vida. Ahora estábamos en el lugar central, el ojo de todo este lugar. Aquí es donde todos los dioses se reunían y hablaban sobre los problemas en su mundo. Eran tan blanco y limpio.

El interior era aún más sorprendente, en el centro, había estatuas de los dioses, o al menos de los más importantes. Ahí estaba mi papá y Maya.

Era todo tan hermoso.

—Así que esta es mi sobrina. —Podía reconocer a esta mujer, es demasiado bella. —Te imaginaba en una postura diferente, pero eres muy linda.

—¿Afrodita? –Ladeé mi cabeza esperando su respuesta.

—Así es, puedes decirme diosa de la belleza, Afrodita la más hermosa, abuela, lo que quieras. —Me guiño el ojo.

—Mamá, no seas hostigosa.

—Esque es tan tierno verte con tantas hijas, aunque Maya es hija de otra mujer. —Reí por el mal chiste. Miré a mi hermana la cual hizo una mueca de gracia fingida.

—¡Por Hades! ¡Si es Jeannette! —Una pequeña mujer pelirroja se acercó corriendo hacia nosotros. Su cabello era largo, le llegaba hasta los tobillos.

—Ella es Perséfone. —Me susurró Maya a lo cual asentí.

—Es tan linda, y su piel parece de porcelana. Es un gusto por fin conocerte querida Jeannette, me alegra que hayas decidido el camino del bien. —Dio unos pequeños aplausos mientras daba saltito leves. Sonreí.

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