Amor criminal

26. Pintando a Yue

Dylan está acostado de lado y mirando a Yue, que está tendida boca arriba, como le pidió él. El cuerpo de Dylan está en contacto con el de ella, su pierna izquierda está entre las de ella, una de sus manos le acaricia el cabello, la boca le besa la cara aquí y allá y con la otra mano le recorre la nariz, los labios y el cuello.

Decir que él está entusiasmado con estar encima de ella es quedarse corto; está paralizado por su belleza que brilla incluso en la habitación oscura.

Yue está... Rendida. Le ha entregado su cuerpo y sus sentidos a Dylan, quien le prometió que la llevaría a algún lugar y que ella le permite hacer lo que sea necesario para alcanzar el destino. ¿Por qué resistirse si también anhela llegar allí?

En realidad, Dylan pronto descubrirá que Yue es el tipo de compañera íntima que toma y recibe, y dado que él es del tipo que da y complace, encajan perfectamente.

"Entonces, mi querida señorita, si pintar es lo que estoy voy a hacer, ¿sabes lo que debe hacer el artista antes de empezar?"

Yue se muerde el labio inferior con tanta vehemencia que se pone rojo e hinchado. "Ajá... Tiene que preparar el lienzo..." responde tímidamente con los párpados cerrados.

Él le besa la sien con cariño. "Sí. Porque eso lo acondiciona para todo lo que ocurrirá", susurra rozándole la oreja con los labios, "muchas actividades interesantes de hecho... Y también crea un ambiente más terso para trabajar, lo cual es absolutamente necesario porque nos encanta la suavidad..." Su mano le acaricia el muslo interno y Yue se estremece. "Y la preparación también permite que el pincel fluya mucho mejor sobre el lienzo... Necesitamos que el pincel fluya, ¿no?"

¿Actividades, suavidad, pincel? Vaya. ¿Qué planea hacer este hombre?

Yue asiente con la cabeza porque hablar es impracticable con las manos de Dylan y sus besos y su pierna y la proximidad y esas palabras...

"Después tenemos que hacer la imprimatura, el dibujo, la pintura de base y solo entonces finalmente podremos hacer que los colores cobren vida ... Se va a tomar un tiempo", le advierte seductoramente para hacerle saber que el proceso de hacer arte no es apresurado, no para Dylan, y le desabrocha el primer botón del pijama. "Y a veces, si no estoy satisfecho con los resultados, empiezo todo de nuevo una vez más, o incluso dos ... Soy un perfeccionista con mi trabajo, ya ves..." sonríe y cepilla los labios contra los de Yue. "¿Tienes prisa?"

Yue, que ha estado inmóvil durante los últimos minutos, se vuelve para mirar los ojos muy oscuros de Dylan, le arrima el cabello desordenado que está esparcido alrededor de su rostro y responde con una voz débil: "No hay prisa. Tómate todo el tiempo que necesites."

Música para sus oídos.

La verdad es que a Yue le gusta que él se concentre en ella, que no piense en nada ni en nadie más que en ella, que la necesite y la desee solo a ella. ¿Eso es egoísta? Yue nunca ha tenido ni un hueso egoísta en su cuerpo. Ella siempre da y da sin pedir nada a cambio. Toda su vida ha tratado de complacer a los demás.

Ahora, ella lo quiere todo de regreso, a través de él.

Yue anhela que Dylan le dé todo lo que se le ha negado durante años: amor, pasión, protección, atención, placer y cuidado, y lo quiere para ella sola. No va a compartir.

"Entonces, veamos con qué estamos trabajando", continúa él mientras desabotona el resto de la camisa sedosa que ya le permitía notar el entusiasmo del cuerpo de Yue.

Una vez desabrochada la prenda, le destapa el abdomen y mueve lentamente la tela sobre sus montículos para crear una agradable fricción que despierta los poros de Yue. Con los dedos, lo ajusta todo para que solo las puntas sigan ocultas. Es como un juego de escondite: las coronas se esconden y él las buscará con voracidad.