65. Mi medicina

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Dylan pasó 5 días en el hospital por la neumonía y fue dado de alta hace 4 días para continuar con los antibióticos en casa.

Un enfermero (hombre, por supuesto, porque Yue rechazó a todas las enfermeras que le ofrecieron) ha ido todos los días a administrar el tratamiento por vía intravenosa. Dylan también ha estado recibiendo analgésicos que lo han dejado tan aturdido que no ha podido levantarse de la cama sin ayuda. Es por eso que Yue y el enfermero lo han estado ayudando cada vez que necesita ir al baño.

Dylan recibió las últimas dosis de medicamentos hace menos de 24 horas, y los efectos están empezando a desaparecer. De hecho, son las 3 de la mañana y se despierta, abriendo los ojos de par en par como si fuera mediodía.

Está acostado boca arriba y sus ojos fijan al techo durante unos instantes, tratando de adaptarse al entorno nocturno, pero, cuando escucha los suaves ronquidos de Yue, se siente automáticamente atraído a ella como un imán. Gira su cuerpo para acostarse de lado y se da cuenta de que ya no siente dolor, eso significa que su costilla debe haber sanado, ¡qué alivio! Tuvo los pensamientos más aterradores después de la lesión.

Dylan observa atentamente a Yue en la tenue luz de la luna que entra por la ventana. Está acostada boca arriba y es hermosa con su suave cabello revuelto, sus pulposos labios presionados, su pecho que sube y baja, sube y baja. Sería relajante si no fuera tan excitante. ¡Vaya que la ha extrañado! Ha pasado casi un mes desde la última vez que la pintó, ¡toda una eternidad!

Aún dormida, Yue se voltea para descansar sobre su lado izquierdo, frente a Dylan, con ambas manos debajo de la almohada. Está cubierta hasta la cintura con las sábanas y lleva puesto un camisón blanco de botones. Como nunca duerme con sujetador porque la hace sentir incómoda, la mente de Dylan empieza a viajar a mil por hora al imaginar, o recordar, lo que se oculta debajo del delgado algodón.

Sin embargo, cuando está a punto de hacer un movimiento, una ráfaga de olor corporal lo golpea.

¡Oh, cielo santo! ¡Huelo a mono!

¡Eso no está bien! Yue es una santa por aguantar tal hedor en los últimos días. Y es que Dylan no ha podido echarse una ducha adecuada, solo baños de esponja.

Dylan se levanta apresuradamente y se dirige al baño. Cierra la puerta y se mete bajo el agua para quitarse de encima los restos del hospital y la prisión.

La ducha caliente lo revitaliza. Se siente jactancioso mientras peina su atractiva cresta negra frente al espejo empañado, con nada más que una toalla alrededor de sus caderas. ¡Está buenísimo y lo sabe! Las pequeñas cicatrices aquí y allá de las peleas en la cárcel lo hacen ver todavía más varonil e interesante. ¡Soy irresistible!

Oliendo a jabón y desodorante, encuentra el camino de regreso a la habitación, desata la toalla que cubre sus posaderas, la deja caer al suelo y se une a Yue en el calor de la cama.

Se acuesta nuevamente de lado, apoya la cabeza sobre su mano derecha y aleja algunos mechones de cabello de la cara de Yue.

Aunque Dylan está consciente de lo tarde que es, no consigue esperar más, ya no desea estar lejos de Yue. Además, tienen que recuperar el tiempo perdido; eso significa que no tiene intenciones de dejar que ella salga de ese pent-house durante varios días.

Lo primero que hace él es acercarse a ella, apartar la mano derecha de Yue del camino y colocarla en su costado. Se inclina y llueve besos tibios en su fofa mejilla, su linda nariz, su frente, su mandíbula y finalmente sus labios, lo que hace que Yue suspire, y Dylan sonríe.

La boca de Yue permanece ligeramente entreabierta y él aprovecha para mordisquearle el labio inferior, un punto sensible para ella, y más tarde su labio superior.

Amor criminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora