5. Condiciones

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Antes de que alguien pudiera decir algo más, la chica viva vio algo que hasta le parecía increíble. Notó como Ismael desviaba la mirada y cómo sus pupilas se dilataban.

Un sombrero de paja calló al suelo, y otro esqueleto había aparecido, solo para abalanzarse sobre aquel anticuado difunto.

- ¡Están bien! - Dijo su esposa. - En cuanto nos enteramos de que Ernestina estaba rondando por aquí, me preocupé mucho.

- ¿Nos...? - Preguntó Ismael teniendo la suficiente fuerza de voluntad para dejar de ver los ojos de su amada y notar al par de chicas detrás de ella.

- ¿Te lastimó? - Alcanzó a escuchar la preocupada voz de su nieta. - ¿Te hizo daño...?

- No, Micaela... - Contestó su insolente amiga. - N-no llores...

Y Hiroko estaba de maravilla, pudiendo volver a ver y palpar a su querida Micaela, quien le abrazo por la cintura y sostenía su rostro con cariño.

- Te preocupas demasiado... - Murmuró Hiro, posando su mano encima de la de su amiga. No quería que la apartara de su rostro.

- Solo quiero saber si estás bien....

Hiro sintió algo, y no solo era el rubor en su rostro, sentía otra vez a aquella pesada mirada sobre ella. A pesar de que Ismael solo las veía de reojo, podía seguir sintiendo su desaprobación.

Por lo que, decidió hacer algo que no solo le haría enojar al difunto, si no que también lograría calmar el angustiado corazón de su amiga.

Tomó con cuidado la mano morena que tenía sobre su rostro, se inclinó, entre abrió sus labios y mirando fijamente a los contrarios... besó la palma de Micaela. Cerró los ojos para vivir apreciar aquel breve momento, para luego abrirlos y notar lo molesto que se veía Ismael.

Apartó la mano de su, ahora sorprendida amiga, solo para murmurar.

- Ahora lo estoy... - Le aseguró y la pequeña Rivera solo pudo ocultar su rostro en el hombro de la joven Hamada, dándole otro de sus asfixiantes abrazos. - ¡Ah, Micaela!

- ¡Que rara eres! - Acusó con voz quebradiza.

- Te encanta que sea así. - Empezó a reír, la mayor.

- Ya wey... - Protestó nerviosa la menor.

Todo esto ante los ojos del resto de familiares.

- Ay, el amor joven... - Suspiró Hortensia, inclinando su cabeza sobre el hombro de su esposo. - ¿No te trae recuerdos...?

- No, que yo recuerde, en mis tiempos había un hombre en la relación. - Se aparto Ismael yendo directamente hasta la parejita de amigas.

- Anticuado... - Hortensia murmuró burlona, rodando los ojos.

- Muy bien, niñas... - Ismael alzó la voz y separó al par. - ... deben volver. Es peligroso que estén aquí, más con De La Cruz merodeando por ahí...

- Pero... - Cuestionó Micaela, buscando tomar la mano de su amiga a pesar de que su abuelo las estuviera intentando separar. - ¿Cómo es que Hiro podrá...?

- ¡Oigan! - Llamó Hortensia desde el interior de la casa. - ¿Quién es ella?

Todos voltearon a la sala donde se encontraba Hortensia, quien les daba la espalda ocultando a la persona de la que hablaba.

- ¿Quién...? - Preguntó Hiroko con un esperanzado presentimiento.

Hiroko ya sabía cómo volver a casa, los familiares de Micaela se lo explicaron, pero ella no tenía ningún familiar que pudiera darle su bendición, excepto...

Sí, somos mujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora