10. Dulce Sabor (Parte 2)

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Solo tenía que esperar por el amanecer.

- Hiroko... - La voz de Hortensia la sacó de sus pensamientos. - Debes volver pronto o...

- No la dejaré aquí, me quedare con ella. - De nuevo juntó ambas frentes. - No me iré sin ti... - Le prometió en un murmullo quebradizo.

Todo esto, ante los ojos de Ismael. Seguía sosteniendo a la mujer alterada, pero eso no le detenía de presenciar el acto de aquella chica.

- ¿Cómo podría irme sin ti...? - Volvió a murmurar entre llantos.

- Que... tierna. - Escuchó un débil murmullo.

Sintió un tacto sobre su nariz y eso le hizo abrir los ojos abruptamente, pensando que se toparía con el cráneo de Micaela, pero se topó con sus redondas mejillas tomando color y sus ojos entre abiertos, mirándole con cariño.

- ¡Mica! - Exclamó y le abrazó con fuerza. - ¡Estás bien!

- E-estoy viva... pero no muy bien que digamos... - Tosió la menor pidiéndole distancia a la mayor. - Me vas a terminar de romper el cuello...

- Lo siento, perdón, ¿Cómo estás?, ¿Qué necesitas? - Preocupada, Hiroko le dio su espacio pero se mantenía cerca por si las dudas.

- Estoy bien... S-solo... aahhgg - Regurgitó toda el agua que había tragado anteriormente, ni tiempo había tenido de hacerlo antes de que fuese ahorcada. - Urrhhg... huh... n-necesitaba hacer eso... lo siento... jej

Rivera rio cansada mientras Hamada palpaba su espalda con preocupación.

- ¡Que bueno que estás bien, chamaca! - Celebró Hortensia, y sintió cómo se removía más el cuerpo de Ernestina. - Osh, state...

- Deben volver. - Le recordó Ismael a su esposa, viendo al par de chicas abrazarse con cariño. - Dales tu bendición, yo la sostengo.

Su esposa asintió y buscó entre sus bolsillos los pétalos que necesitaría. Pero antes de ir con las niñas vio una ultima vez a su marido, cuestionándole silenciosamente si tenía "algo más" que agregar en su bendición.

Ismael solo se encogió de hombros, y le regalo una sonrisa rendida.

"Lo que pida la niña..." Casi logró escucharle decir con aquella mirada despreocupada.

El hombre solo vio a su mujer salir del agua y dirigirse a las niñas.

Todavía no aceptaba del todo lo que ellas compartían, pero haría el esfuerzo por entenderlo... y es que, antes solo había visto el impacto negativo que Hiro provocaba en Micaela, pero ahora había visto lo que su nieta provocaba en Hiroko... lo que aquella niña era capaz de hacer por su querida nieta.

Valía la pena darle el beneficio de la duda a Hiroko.

- Muy bien... Micaela, Hiroko. - Las nombró Hortensia sosteniendo un par de pétalos, y estos empezaron a brillar. - Tanto yo como Ismael... les otorgamos, incondicionalmente, nuestra bendición.

- ¿Él está de acuerdo con esto? - Cuestionó Micaela, mientras era auxiliada por su amiga para que estuviese de pie.

Su tatarabuela asintió alegremente, y la joven Rivera, extrañada, miró a su abuelo.

- Si tardas en tomar ese pétalo puede que cambie de opinión. - Bromeó el hombre a lo lejos, y este notó que Hiroko también estaba viéndolo. - Te la encargo mucho Hiro, es bien canija.

Ambas chicas rieron enternecidas, y miraron a la mujer frente a ellas.

- Por si las dudas... si es que vuelven, búsquenme a mi primero. - Aconsejó la mayor y el par asintió. - Nos vemos el próximo año.

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