Algo se acerca

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Veía desde su ventana la Ciudad de México. Su familia acababa de aterrizar en el país, y como de costumbre, ahora estaba tomando un autobús a Santa Cecilia, donde vivía su queridísima amiga.

De solo pensar en aquellos ojos café sus dedos comenzaron a golpetear sus rodillas en un claro acto de nerviosismo.

—Tranquila enana —Dijo una voz a su lado —Ya vamos a llevarte a ver a tu noviecita.

¡Que no es mi novia! —Protestó, sintiéndose más pequeña de lo que era. No quiso darle la cara a la chica que le molestaba y se recargó sobre la ventana.

El vehículo se detuvo justo al lado de un cementerio. Hiroko miró curiosa a aquellas personas preparando ofrendas y decorando lapidas y mausoleos de sus seres queridos. Abrió la ventana, dejando entrar un poco del aire fresco otoñal junto a los olores del incienso, cómida, y claro, el característico aroma a cempasúchil.

Miró su mano, recordando la vez que Micaela le llevó de la mano por todo Santa Cecilia solo para mostrarle el panteón.

—Me tranquiliza que ella te haga feliz —Volvió a comentar su acompañante.

—"Feliz" es una palabra muy pequeña... —Suspiró Hiroko.

—Te tiene perdida —Negó la mayor, sosteniendo su gorra —Nunca creí verte enamorada, siempre te ha dado asquito el amor y esas cosas cursis.

La menor volteó y le dio un codazo para que la deje en paz. Su hermana solo rió.

—Ya Sadashi... ¿Eh? —Miró a la mayor, extrañada.

Por un momento pensó que este era uno de sus ya acostumbrados viajes veraniegos a Santa Cecilia, pero no... Estaban en octubre, nunca visitaban el pueblo en estas fechas... 

O al menos no hasta que Sadashi había fallecido.

—Ya llegamos —Dijo el espectro de su hermana, tomando su hombro —Hiroko, ya llegamos.

—Hey, Hiroko, linda... —Decía una voz suave masculina.

La imagen de su hermana se disolvía frente a sus ojos, su cabello oscuro y rostro cambiaron de un momento a otro dejando ver la imagen de un chico rubio con gafas, vistiendo un abrigo amarillo.

—¿Honey...? —Reconoció cansada —¿Ya llegamos?

—Sí, recoge tus cosas —Dejó unas palmadas sobre su hombro y se levantó para tomar su equipaje.

Hiroko volteó a ver a la ventana, notando que en efecto, ya se encontraban en Santa Cecilia. Su tío, sus amigos y ella. Suspiró un tanto decepcionada al no haber encontrado a su hermana a su lado. Sacudió su cabeza y apretó los ojos para espanilar, y empezó a bajar del autobús con los demás.

. . .

Llegaron a la reconocida zapatería/museo Rivera, siendo recibidos por una cálida bienvenida de la familia. Claro, Micaela y Hiroko fueron las más euforicas, abrazándose y dando vueltas, Hiro cargándola y Mica llenando sus rostro de besos.

Está bien, está bien, son novias y se extrañaron, toda la familia ya captó.

No perdieron el tiempo y prepararon la mesa del patio para una gran cena como a la que están acostumbrados los Rivera.

—Felicity, está bien flaca. Sírvase más —Insistió Don Lalo.

—Señor, me va a explotar el estomago... Téngame piedad —Rogó la geek haciendo reír al mayor, quien solo negaba ante su divertida actitud.

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