9. Discusiones

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Durante la búsqueda de Hortensia, Micaela logró reconocer el camino por el que su canina compañera les estaba guiando.

- No puede ser... - Murmuró angustiada, notando el sombrío ambiente al que se estaban adentrando y bajando las desgastadas escaleras de madera.

- ¿Qué es este lugar? - Preguntó Hiroko con curiosidad.

- El barrio de los olvidados. - Nombró Micaela, viendo las imágenes de esqueletos con alas de cempasúchil que les daban la bienvenida al par de chicas.

Hiro mantenía su postura segura pero temía por lo que se pudieran encontrar en ese lugar. Micaela no se encontraba asustada, conocía ese lugar, pero estaba preocupada de que su abuela haya vuelto a esos barrios con tal de no volver con su familia...

Preguntó por hortensia a un par de esqueletos que le dieron mala espina a Hamada. Estos, sonrientes y ebrios, les indicaron en qué casa se encontraba la mujer, de solo ver la pequeña choza, Rivera se preocupó todavía más.

Era el lugar donde presenció las consecuencias de ser olvidado.

- Hiro, creo que... debo entrar yo sola... - Murmuró frente a la desgastada puerta de madera, empezando a aflojar el agarre que tenía con su amiga.

- ¿Eh? ¿Por qué? - Cuestionó sosteniendo su mano con firmeza.

- En este lugar... Hortensia pasó por algo muy personal. No sé cómo se encuentre ahora, pero no creo que esté bien.

- Pero... ¿Y si te pasa algo?, ¿Y si De La Cruz está por aquí?

- No creo que ella sepa de este lugar... - Acarició el rostro de su amiga con su mano libre. - Estaremos bien, podremos volver...

Dudosa, Hiroko se inclinó hasta la altura de Micaela, buscando su boca, solo para dirigir su beso a la mejilla contraria. Seguido de esto, la menor soltó su mano para tener ambas manos en el rostro de la mayor y así poder dirigir los labios ajenos hasta los propios.

- ¿Puedes quedarte aquí...? - Murmuró separándose de la mayor. - Prometo que no tardaré.

- Bien... - Suspiró resignada. - Tarda todo lo que necesites, solo avísame cuando pueda entrar.

Después de otro corto beso ("esto se está haciendo una costumbre, ayudA" pensó Hiro), la menor entró al abandonado lugar, preguntando por su abuela.

- ¿Mamá Hortensia...? - Le preguntó a la silueta que de encontraba sentada al borde del final de la casa, parecía estar remojando sus pies. - Soy Micaela, volví al mundo de los muertos por... bueno, creo que tu ya sabes por qué.

La joven soltó una risa nerviosa mientras se acercaba a la desconocida figura, creyendo que se trataba de su tatarabuela.

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Hamada estaba recostada sobre la puerta, tratando de escuchar lo que sucediera en el interior de la choza, pero fue interrumpida por el par de esqueletos ebrios que, hace poco, les habían dado indicaciones a su amiga y a ella.

- Oye niña... T-tu tenías un perro acompañándote ¿verdad? - Preguntó uno de ellos.

Esto hizo que Hiro se diera cuenta de la ausencia de Delta, que hasta hace poco, se encontraba caminando con ellas.

- ¿Sí...? - Supuso que la perrita se había metido a la choza junto a su dueña, pero no recuerda haberla visto.

- Creo que no sabe nadar... - Apuntó a las afueras del muelle, notando que la perrita intentaba mantenerse a flote inútilmente.

- ¡Delta! - Exclamó y fue directamente al agua para rescatar a la cachorrita. - Está bien, te tengo, estás bien...

Mientras Hiroko estaba auxiliando al can, Micaela estaba siendo secuestrada por Ernestina, quien les estaba esperando en la choza.

Sí, somos mujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora