PRÓLOGO

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TREINTA Y DOS AÑOS ATRAS...

Iban a ser apenas las diez con treinta de la mañana, pero el calor ya era sofocante y ni siquiera la sombra de los árboles podía mitigar algo de su efecto. Cada ligera ventisca se sentía como el aliento de un dragón de fuego sobre la piel, provocando que un molesto sudor empapara el cuerpo volviéndolo pegajoso para completar la tortura involuntaria; aun así, los niños en el patio no parecían notarlo.

Elena hizo una mezcla de mueca con sonrisa mirando a sus hijos disfrutar de las vacaciones de verano mientras que ella terminaba de lavar la ropa que debía tallar a mano, meditando que tan malo sería simplemente tirar los calcetines y comprar unos nuevos ¿Cómo podían estar tan, pero tan sucios? Al volver su atención otra vez hacia los dueños, era evidente la razón.

El mayor, Alonso de doce años, estaba compitiendo contra tres de sus vecinos para ver quien lograba quitarle la pelota a su perro que se negaba a compartir; la mediana, Verónica de diez años, había montado una especie de salón de clases junto con otras dos amiguitas, pretendiendo que era la maestra y el resto trabajaba en el proyecto de arte que les asigno... lo que involucraba algo elaborado con hojas, tierra, piedras raras y todo lo que pudieron encontrar en el jardín. Finalmente, Leticia con ocho años, parecía debatir con su compañero de travesuras, cuál era el mejor método para un nuevo salto con su bicicleta dado que el último intento le dejó como resultado una rodilla herida; detenerla era imposible, por lo que vigilarla para que no obtuviera nada más serio era mejor pero no menos estresante que imaginarse lo que podía estar haciendo.

En general era un buen día, pensó con un suspiro Elena; y sería perfecto si no estuviera en esos días del mes.

Se había casado muy joven, tenía treinta años por lo que todavía era fastidiosamente normal tener su período; la ventaja era que siempre fue bastante exacta por lo sabía muy bien organizar sus tiempos y necesidades al respecto, así que desde la noche anterior que inició, se preparó buscando el medicamento que solía tomar para combatir los terribles cólicos que sufría.

Tal como predijo, el espasmo había estado intermitente desde que se despertó. Primero el espantoso anuncio de su llegada, con ese tirón en el vientre bajo que es más una molestia que una aflicción; luego el calambre, ese que descendía hasta su pierna derecha y enfriaba sus huesos, lo que tomando en cuenta el infierno de clima era una verdadera proeza. Por último el "retortijón", esa cosa que parecían unas garras arañando desde el interior de su útero y se expandía por su columna vertebral sin lógica que le justificara, además de náuseas y temblores.

Sobraba decir que no la pasaba bien en esos momentos, además para ese punto este cólico en particular se sentía mucho más intenso de lo normal. La escala de dolor iba en aumento conforme las manecillas del reloj avanzaban, ya se había tomado otra pastilla cuando la dosis que usaba era de una, también bebió un té hirviendo a pesar del calor en el ambiente, y antes de empezar a lavar incluso se puso una compresa; pero nada estaba surtiendo efecto.

Podía parecer exagerado y difícilmente conseguiría asegurar o desmentir tal cosa debido a que bueno, nunca sentiría los cólicos de otra persona; pero este desgraciado estaba siendo tan fuerte como las contracciones que tuvo cuando sus embarazos llegaron a término, que comenzaba a ponerle nerviosa pensando que tal vez algo no andaba bien debido a los intervalos en que sucedía.

Casi tenía un año que había dejado de cuidarse para quedar embarazada, luego de que junto con su marido tomaran la decisión de que querían y podían tener un cuarto hijo; sin embargo, viendo el tiempo transcurrido y el dolor que la acosaba, quizás era más que mala suerte.

Dando una larga bocanada de aire para distraerse, a la par que caminaba de regreso a la cocina en busca de cualquier otra cosa que le ayudara, planeando hacer una cita con el médico lo más pronto posible; Elena se quedó en blanco a medio camino de su objetivo cuando todo el aire se le escapó de los pulmones en un grito desesperado.

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