CAPÍTULO XVI

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-Quieren decir...-. Habló ella con aire casual. -¿Hace una semana que se dieron cuenta?-. Pudo ser antes de eso obviamente...

-Lo supimos en el momento en que ocurrió...-. Fue Patán quien inició. -La bóveda inferior de nuestro Templo fue abierta...

-Para cuando llegamos, el ejército había desaparecido...-. Continuó Xic. -Nosotros fuimos los encargados de buscar...-. Ellos eran quienes tomaban los caminos bajo su control...-. Pero no hubo ningún rastro...

-Por eso sospechamos de ti...-. Juntos...

-Como humana puedes entrar sin sembrar discordia en el territorio...-. Dijo Xólotl más para sí mismo, mirando los cuerpos que apenas sostenían su último aliento de vida, y que vagaban en los alrededores siendo depredados por los nativos, o avanzando a las casas de los jaguares o de los murciélagos directamente para ser devorados. La ventaja de Xibalbá residía en que era parte de ambos estados, terrenal y espiritual; lo que, si bien permitía atraer más víctimas, podía ahora ser un problema. -Lo has hecho...-. La miró estudiándola. -Y salir...-. Eran pocos los que podían adjudicarse tal hazaña. -En cambio una criatura sobrenatural, sería más fácil que su presencia fuera notada...-. No es que no fuera posible, pero era menos probable bajo la misma premisa que estaba usando ella en las almas perdidas

-Voy a seguir considerándolo un halago...-. Intervino Tita pensando que si bien sería estúpido hacer algo así sin un plan de contingencia para no quedar como la sospechosa número uno, era un reconocimiento de sus habilidades para burlar a criaturas que podían aplastarla cual hormiga. -Sin embargo ¿Es posible que fuera un trabajo interno?

-Lo pensamos...-. Patán

-Te daremos una lista...-. Xic...

-Bien...-. Aceptó. -Ahora, respecto al ejército en sí...-. Esto era importante. -¿De cuántos elementos estamos hablando?

-Cien...-. Respondieron a la par...

Eran muchísimos menos de los que imaginó, aunque ni por error iba a subestimar la cantidad. Todavía no podía recordar exactamente quienes eran, de todos modos apostaría su vida a que uno solo tendría la capacidad para cargarse mínimo unos tres batallones humanos normales.

-¿Están en su forma física o resguardados como un tesoro?-. Era común que los Dioses mantuvieran sus milicias en espacios alternos, dentro de objetos, joyas, tatuajes, papiros, etc... Debía saber exactamente qué buscaba...

-En su forma física...-. Confirmó Patán...

-¿Se robaron a cien seres en un...-. Dudó. -...parpadeo?-. Habían dicho que llegaron apenas alguien abrió la puerta, eso era imposible para una persona, bueno una común; al menos cada vez se sentía mejor de que la hubieran creído la culpable...

-Sin dejar rastro...-. Accedió Xic...

-De acuerdo...-. Su voz no pudo ocultar del todo la nota de emoción que alargó la última vocal. Le gustaban los deportes extremos por la adrenalina que su cuerpo liberaba, que la hacía sentir mucho más viva. Un reto como este siempre era bienvenido. -¿Cualquiera puede controlarlos o se requiere de algo especial para comandarlos?

Apenas terminó la pregunta Xólotl apretó disimuladamente el agarre que tenía por sus costillas más que rotas, destrozadas, haciendo que una descarga de brutal dolor le recorriera de punta a punta aún con sus nervios bloqueados. Por supuesto, todavía se las ingenió para no mover ni un ápice de su cuerpo y menos cambiar su expresión. Había cometido un error delatando que no tenía ni idea de quienes se trataba, y su Dios era muy especial respecto al manejo de información, porque eso te daba siempre la ventaja.

Por su parte, los Ajawab se miraron hablando de nuevo en esa forma que solo ellos entendían, discutiendo que tanto podían revelar, qué se conocía ya, y qué era demasiado decir.

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